Xi Jingping, el emperador de una nueva era

María Puerto PEKÍN / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Xi Jinping saluda durante la presentación de los miembros del Comité Permanente del Politburó
Xi Jinping saluda durante la presentación de los miembros del Comité Permanente del Politburó TINGSHU WANG | REUTERS

En diez años de mandato, Xi Jinping ha logrado concentrar el poder en sus manos y ha acabado con las esperanzas de Occidente de que promoviese reformas y aperturas

24 oct 2022 . Actualizado a las 08:13 h.

La figura de Xi Jinping se desdobla entre la imagen de un dictador que controla con mano de hierro a su pueblo y la de un visionario que utiliza el control para impulsar el desarrollo de China y reivindicar su liderazgo internacional. Ambas caras tienen en común la defensa sin fisuras del poder del Partido Comunista.

«Emperador Xi» o «tío Xi» son las figuras con las que se representa al presidente. En la televisión y los medios chinos, el mandatario aparece como «Xi dada», una expresión que se traduce como tío y que en China tiene un significado de respeto y veneración por alguien que se preocupa por la familia. La imagen que se quiere transmitir es que Xi es alguien del pueblo que se preocupa por el pueblo. El contrapunto es el emperador que manda con mano de hierro y defiende al país de las amenazas exteriores: desde la pandemia a los problemas con la insumisa Taiwán.

Xi nació en junio de 1953, cuatro años después de la victoria comunista y la creación de la República Popular. Su vida es un recorrido por los traumas que ha vivido el país. Es lo que se conoce en China como un «príncipe», hijo de los que hicieron la revolución y han sido altos funcionarios.

El pedigrí de la familia es incuestionable. Su padre, Xi Zhongxun, fue uno de los fundadores del Partido Comunista y compañero de Mao. Fue nombrado ministro de Propaganda y Educación y también ejerció de vice primer ministro de Zhou Enlai. Xi se crio en un entorno privilegiado hasta que su padre fue purgado primero en 1962, al final del Gran Salto Adelante y luego durante la Revolución Cultural. La vida de Xi cambió por completo. Una medio hermana se suicidó ante el acoso al que sometieron a la familia y él a los 15 años fue enviado al campo para ser reeducado.

Carácter y visión del país

Pasó siete años en una aldea de Yan’an, en la provincia de Shaanxi. Vivió en pésimas condiciones en una cueva y realizó duros trabajos en el campo. La mayoría de sus biógrafos coinciden en que este período formó su carácter y su visión de China en el mundo. Y en vez de alejarlo del Partido por la represalia, lo llevó a abrazarlo y a estudiarlo. Intentó afiliarse varias veces, pero fue rechazado por su pasado familiar.

Fue aceptado en 1974. Su primer destino fue en la provincia de Hebei y ascendió poco a poco. En 1999 ya era gobernador de la provincia de Fujian y comenzaba su ascensión con cargos como líder del partido de la provincia de Zhejiang y en el 2007 llegaba por un breve período a Shanghái. Ese año ya escalaba posiciones en el politburó y acabaría siendo elegido secretario del partido.

La llegada de Xi Jinping al poder en el 2012 fue recibida por Occidente como una promesa de reformas y aperturas. Al contrario que los anteriores presidentes, Xi parecía moderno, preparado y dispuesto a viajar. Incluso había estudiado un breve período de tiempo en Estados Unidos y hablaba de la familia que le había acogido en una granja de Iowa.

El «sueño» de China

Además, Xi hablaba del «sueño de China» para convertirse en un país desarrollado y de tecnología avanzada. En la prensa occidental se llegaron a hacer comparaciones con el «sueño americano» de Kennedy.

Apareció en escena su mujer, Peng Liyuan, algo inédito en la política china, donde la vida familiar de los líderes era desconocida. Peng era una conocida cantante mucho más famosa que su marido. Era una de las estrellas de las galas de Año Nuevo de la televisión china y había recibido numerosos premios por su voz de soprano. La pareja actualizaba la imagen de los mandatarios chinos en sus salidas al exterior. A Peng se la consideraba una embajadora de la moda china.

Pero el idilio con Occidente ha durado poco. En estos diez años de mandato, Xi Jinping ha logrado concentrar el poder en sus manos. Se ha mostrado implacable con la disidencia y gracias al big data ha aumentado el control sobre la población. No se puede dudar de su mano dura contra las protestas en Hong Kong o con la represión del Tíbet y el Xinjiang. Su pensamiento «el socialismo con peculiaridades chinas para una nueva era» lo ha fijado en la Constitución y se estudia en los colegios. Xi ha modernizado el Ejército y desarrollado una política internacional más asertiva que le enfrenta con Occidente.

Pretende que el país sea menos dependiente del exterior y desarrolle su propia tecnología, un programa que alienta el nacionalismo y puede volver a aislar a China. La mayoría de los biógrafos no creen que persiga el poder y el dinero: lo usa para hacer realidad su visión de cómo ha de ser la China del futuro.