Westminster despide a Isabel II con sobriedad y majestuosidad

juan francisco alonso LONDRES / E. LA VOZ

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ANDREW BOYERS | REUTERS

Tras una jornada con tres ceremonias religiosas, la reina británica reposa junto a su esposo, sus padres y su hermana en el castillo de Windsor

21 sep 2022 . Actualizado a las 22:00 h.

Isabel II fue la monarca que más tiempo ocupó el trono británico, la que más viajó alrededor del mundo, la que más primeros ministros vio llegar e irse, la que más eventos presidió y la que más se acercó a sus súbditos. Con todos estos hitos a sus espaldas era más que esperable que el último adiós a la soberana, fallecida el 8 de septiembre a los 96 años, fuera un acontecimiento sin precedentes, en el que se exhibiera toda la pompa, la puntualidad y la precisión por la que es conocido el Reino Unido alrededor del mundo; y así fue.

Un total de 142 marineros tiraron del armón de artillería donde fue colocado el féretro de la reina tras ser sacado por diez soldados de la Guardia Real del salón central del palacio de Westminster, donde permaneció los cuatro días anteriores en capilla ardiente, por la que miles de ciudadanos pasaron a rendirle homenaje. Mientras la procesión, que era seguida por el rey Carlos III, sus hermanos y sus hijos, Guillermo y Enrique, recorría los escasos metros que separan la sede del Parlamento de la abadía, unos 200 gaiteros interpretaban marchas militares.

Dentro del templo donde contrajo matrimonio con el fallecido Felipe de Edimburgo en 1947 y donde fue coronada en 1953, esperaban 500 dignatarios extranjeros, entre ellos los presidentes de Estados Unidos y Francia, Joe Biden y Emmanuel Macron, respectivamente. El grueso de la realeza mundial también se dio cita, entre ellos los reyes Felipe VI y Letizia, así como los eméritos Juan Carlos I y Sofía.

La sencilla ceremonia religiosa duró 58 minutos, al final de los cuales se interpretó el himno nacional con su versión masculina (Dios salve al rey) y luego el país entero guardó dos minutos de sobrecogedor silencio.

El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, uno de los oficiantes del servicio, aseguró que la desaparecida monarca «tocó la vida de multitudes» y resaltó cómo cumplió hasta el último minuto la promesa que hizo, siendo aún princesa en 1947, de «servir» a su pueblo. Y como consuelo a sus familiares y seres queridos recordó el discurso que la monarca dio durante la pandemia y donde, citando a la también desaparecida cantante Vera Lynn, dijo: «Nos volveremos a encontrar».

Culminado el oficio, el féretro con los restos de Isabel II, sobre el que reposaban la corona imperial del Estado, el orbe y el cetro, los tres símbolos del monarca, fue llevado en procesión hasta el arco de Wellington, colindante con los jardines del palacio de Buckingham. En el cortejo participaron cientos de militares de las tres ramas de las Fuerzas Armadas Británicas (Aviación, Marina y Ejército) y decenas de algunos países de la Commonwealth, como algunos efectivos de la policía montada de Canadá.

Muchos de los miles de británicos que desde la noche anterior acamparon en las calles por donde pasó el cortejo, desafiando las bajas temperaturas, recibieron con aplausos al ataúd. Sin embargo, otros no contuvieron la emoción y comenzaron a llorar, aunque no se vivieron las escenas de desconsuelo de hace 25 años, en las exequias por la princesa Diana de Gales.

Una similitud con el funeral de la llamada «princesa del pueblo» fue que sobre el féretro de la reina había una corona de flores y sobre ella, una tarjeta firmada por Carlos III en la que se leía: «En memoria amorosa y devota».

Al pasar por el que fue su despacho durante siete décadas, se vivió uno de los momentos más conmovedores de la jornada. Allí todos los trabajadores del palacio de Buckingham se alinearon frente a la verja del recinto e inclinaron la cabeza al paso del cortejo.

Algo similar ocurrió horas después en el castillo de Windsor, pero en esta ocasión no solo los secretarios, escoltas, asistentes, cocineros y mayordomos salieron a decir adiós a la que fue su patrona y soberana, sino que también lo hicieron Emma, su yegua; y dos de sus famosos perros corgis.

Sin precedentes

En la capilla de San Jorge de Windsor, se celebró una segunda ceremonia religiosa, con la asistencia de 800 personas, sobre todo miembros de la realeza británica, europea, asiática, africana y de Oriente Medio.

Casi al finalizar el acto, y por primera vez en la historia, las cámaras de televisión retransmitieron cómo se retiraban los símbolos del poder real (corona, centro y orbe) y Carlos III colocaba el estandarte de su madre y el chambelán, Andrew Parker, rompía su vara de mando, poniendo así oficialmente fin a la era isabelina.

Acto seguido, el féretro fue bajado por una plataforma eléctrica hasta la bóveda real, donde más de una hora después fue llevado en una ceremonia privada a la capilla del rey Jorge VI, para ser sepultado junto a sus padres, su hermana y su marido.

Dos millones de personas se agolparon en calles y parques para ver el funeral

d. martínez

El funeral de Isabel II generó máxima expectación entre los ciudadanos británicos. Dos millones de personas buscaron la mejor ubicación para presenciarlo y formar parte de un acontecimiento histórico en la monarquía británica. Cientos de ciudadanos desafiaron al Gobierno, que prohibió las acampadas nocturnas. Ningún londinense quería arriesgarse a perder un momento así.

Fue el caso de Janine Cleere, vecina de 47 años de Wiltshire, que acampó toda la noche con dos amigas. Ella no había asistido nunca a un evento real, pero en esta ocasión quería sentirse «parte de la historia», experimentar la atmósfera y presentar «sus respetos», según declaró a The Guardian. «Ella es todo lo que hemos conocido y no, ya no la tenemos, es muy triste. Lo siento por ella y su familia, por tener esa pérdida», lamentó.

La espera nocturna fue, en su opinión, «encantadora». «Hubo un minuto de silencio a las 20.00 horas y luego tomamos un par de copas», relató. Muchas personas hicieron una acampada nocturna en calles y parques, aunque la noche fue «de lo más tranquila», añadió. Fue a partir de las siete de la mañana cuando se pidió desmontar las tiendas y comenzó a llegar el gentío. Desde entonces, todo fue «una locura».

Televisión y salas de cine

El funeral se retransmitió por televisión e incluso en más de un centenar de salas de cine repartidas por toda Inglaterra. También pudo seguirse en iglesias, teatros y pantallas colocadas en diferentes plazas. Entre 15.000 y 20.000 personas trabajaron en la organización, entre policías, asistentes y voluntarios.

«Estoy aquí para despedirme de mi increíble reina y decirle que la amé toda mi vida», declaró Benny Hamedi, originaria de Irán pero residente en Surrey, al sur de Londres, desde hace más de tres décadas. Esta mujer de 55 años es una de las que aguardaba en las filas alrededor de la abadía de Westminster desde primera hora de la mañana.

La última en despedirse de Isabel II en el vestíbulo de Westminster fue Christine Heerey, miembro en servicio de la Real Fuerza Aérea del Reino Unido. Y para ella fue todo un «privilegio», declaró a Sky News. «Decir adiós a la reina fue uno de los mejores momentos de mi vida», expresó con emoción.

«No puedo hablar sin llorar. Tengo 62 años y ella ha estado ahí toda mi vida y ahora ya no...», lamentó Paul Benham, que no pudo contener las lágrimas durante el cortejo final, ya en el castillo de Windsor.

«Es una ocasión histórica, única en la vida», apostó Colar Oliver, que voló desde Bélgica para dar despedir a Isabel II. «Cuando pasa el ataúd y sabes que ella está dentro y nunca podrás volver a verla, es muy emotivo», dijo. «Ella nos dio 70 años de deber y servicio. Es el final de una era».

El himno se masculiniza con el «Dios salve al rey»

El cambio de ocupante en el trono británico tras la muerte de Isabel II ha obligado también a modificar el título y la letra del himno británico, que ha dejado el popular God Save the Queen (Dios salve a la reina) por su versión masculinizada: God Save The King, que es desde ahora la canción patriótica —aunque no siempre oficial— que comparte el Reino Unido y las colonias británicas.

El rebautizado himno y la música tocada por el gaitero de la reina —petición expresa de la monarca— sirvieron ayer como colofón al funeral de Estado de Isabel II y sonaron también tras la llegada del féretro al castillo de Windsor, donde la reina recibió sepultura, punto final al ceremonial con el que el Reino Unido ha puesto fin a una época.

Carlos III y Guillermo, ante el reto de una desafección creciente

El rechazo a la monarquía británica creció 10 puntos desde 1994

Tras siete décadas como heredero, Carlos III ha recibido de su madre las riendas de una institución que no ha dejado de perder adeptos en las últimas décadas en el Reino Unido, donde su popularidad ha estado siempre bajo mínimos tras perder en su día el apoyo del pueblo británico por los escándalos vinculados a su vida privada. De hecho, en 1994, los súbditos de Isabel II lo descartaban como futuro rey tras confesar su adulterio con la que hoy es su esposa y reina consorte, Camila.

Casi tres décadas después, Carlos III ha llegado finalmente al trono —aunque previsiblemente no será coronado hasta que transcurran varios meses—, pero el amor de sus súbditos por la institución que representa no ha dejado de caer. Según la serie de encuestas del Centro Nacional de Investigación Social, que recoge Colpisa, la suma de británicos que creen que la monarquía es muy importante y bastante importante ha pasado del 66 % en 1994 al 55 % en el 2021. Los que consideran que no es muy importante y que no es importante, y tendría que ser abolida, han pasado en las últimas tres décadas del 33% al 43 %.

La popularidad del heredero

Sus primeros pasos como monarca, con reacciones y comportamientos displicentes con sus colaboradores que le han granjeado las primeras críticas de su reinado, no hacen prever que se produzca un vuelco en la valoración de los británicos de su figura o que crezca su popularidad, de la que sigue gozando su primogénito, Guillermo, preferido por buena parte de los británicos para suceder a Isabel II cada vez que se ha abierto el debate sucesorio en el Reino Unido.

El duque de Cambridge, heredero a la corona del Reino Unido desde el 8 de septiembre, tratará de reforzar esa buena imagen entre la ciudadanía.

Con el ascenso al trono de su padre, el príncipe Guillermo, de 40 años, espera cobrar aún más protagonismo al ejercer un mayor número de compromisos oficiales. Su hijo mayor, el príncipe Jorge, de 9 años, ocupa, a su vez, el segundo lugar en la línea sucesoria, seguido de sus dos hermanos, la princesa Carlota, de 7, y el príncipe Luis, de 4.

El hijo mayor de Carlos y Diana de Gales ha visto crecer su agenda en los últimos tiempos, como también lo ha hecho su popularidad, especialmente tras su matrimonio con Catalina en el 2011, por encima de la de su padre, según las encuestas.

Tras una infancia en un entorno familiar difícil, por la separación de sus padres y la atención constante de la prensa, hoy se sitúa como la figura que representa la modernidad de la monarquía británica y se enfrenta, al igual que su padre, al reto de dar continuidad a una institución en retroceso.

Existe además una gran brecha generacional en la sociedad británica, donde para muchos jóvenes los miembros más populares de la familia real son, precisamente, los que están oficialmente apartados: el hijo pequeño del rey, Enrique, y su mujer, Meghan.