Amenazas, torturas y quema de libros: el duro testimonio de una familia de Járkov

Redacción / Agencias / La Voz

INTERNACIONAL

Un militar entre las ruinas de un edificio derruido en Járkov el pasado mes de junio.
Un militar entre las ruinas de un edificio derruido en Járkov el pasado mes de junio. Orlando Barría | EFE

«Vivir bajo las bombas era casi mejor que bajo la ocupación rusa», dice Marina tras sufrir cómo torturaron a su padre y quemaron los libros de su madre

18 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La liberación de poblaciones de la región de Járkov ha sacado a la luz atrocidades que, según Ucrania, recuerdan a Bucha, en el extrarradio de Kiev.

«Si hubiera sabido lo que iba a pasar no habría venido», afirma a Efe Marina Rubezhanska, desde el pueblo de Malyi Burluk, en Járkov. «Vivir bajo las bombas era casi mejor que bajo la ocupación rusa», dice esta residente de Járkov —segunda ciudad más grande de Ucrania—, que se trasladó al pueblo donde viven sus padres pensando que sería más seguro.

El pueblo de sus padres pronto se encontró ocupado por los rusos. Y la vida se complicó. «Los rusos buscaban soldados ucranianos que hubieran participado en la operación antiterrorista en Dombás», cuenta Marina.

Su padre había sido el jefe del consejo del pueblo. Acudieron a él para que colaborase con los rusos, que esperaban obtener una bonita imagen de cara a su audiencia. Él se negó a colaborar y lo llevaron al campo de internamiento en que los rusos habían convertido una fábrica de Vovchansk, cerca de la frontera entre Ucrania y Rusia.

«Allí le golpearon», cuenta su hija. Le amenazaron con que dispararían a sus «chicas» o quemarían su casa. Su padre le contó que lo mantuvieron en una sala con otras 70 personas. Les torturaron con cables eléctricos, les metieron agujas bajo las uñas y les rompieron los huesos. Él sufrió un derrame cerebral después de ser liberado y de haber pasado dos semanas en la «prisión».

«¡No nos rendimos!», opone Marina. Su madre, una bibliotecaria nacida en Rusia, también se negó a cooperar cuando los soldados vinieron a confiscar los libros en lengua ucraniana. «Estaban interesados en los libros de historia ucraniana, que califican de nazi», subraya. Su familia consiguió esconder una decena, y la bandera ucraniana, que ocultaron en un granero. «La policía militar vino a vernos y buscó con ahínco, pero no los encontró», se ríe. «No es tan fácil encontrar algo entre dos toneladas y media de grano».

Los libros de historia ucraniana que los rusos consiguieron confiscar los quemaron. «Gracias a Dios, no consiguieron quemarlos todos porque nuestros chicos, los soldados, llegaron», cuenta Marina.

Dice que los soldados saquearon las casas vacías y las de personas que se llevaron a la prisión de Vovchanks. «Al final, cuando huían de la ofensiva ucraniana, paraban coches al azar, a tiros, y echaban a sus ocupantes para escapar ellos», revela.

Poco se sabe aún con certeza sobre el destino de los internos de Vovchansk, donde fue golpeado su padre. Es uno de los al menos 10 «lugares de tortura» que, según la policía ucraniana, se han encontrado en la zona.

Según el Grupo de Protección de los Derechos Humanos de Járkov, durante la ocupación se tuvo ahí retenidos a entre 100 y 150 personas al mismo tiempo, de las cuales entre 10 y 30 permanecían aislados en cámaras sin ventanas.

Algunos fueron torturados y retenidos durante meses, otros fueron liberados después de varias horas o días.