El Reino Unido llora a Isabel II y saluda al rey Carlos III

Juan Francisco Alonso LONDRES / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

La monarca de la casa Windsor fallece a los 96 años, tras siete décadas al frente de la corona británica

09 sep 2022 . Actualizado a las 11:23 h.

El Reino Unido vive el fin de una era. La soberana que más tiempo ha estado en el trono, Isabel II, falleció ayer a los 96 años tras siete décadas de reinado. Menos de 72 horas después de que ver como el 10 de Downing Street recibía a una nueva inquilina, los británicos dicen adiós a su veterana monarca. A las 18.30 hora local (19.30 en España) se puso en marcha la operación London Bridge (puente de Londres), el palacio de Buckingham situó la bandera a media asta y la web oficial de la familia real británica cambiaba su portada a negro y publicaba un corto mensaje: «La reina murió pacíficamente en Balmoral esta tarde». En otro comunicado, informaba de que los nuevos reyes, Carlos y Camilla, volverían hoy a Londres para la entronización. El nuevo jefe de Estado llevará el nombre de Carlos III. Su hijo Guillermo se convierte en el nuevo heredero y él y su mujer, Catalina, adoptan el título de duques de Cornualles y Cambridge.

«La muerte de mi querida madre, su majestad la reina, es un momento de gran tristeza para mí y para todos los miembros de mi familia. Estamos inmersos en un profundo luto por una muy querida soberana y una madre muy amada. Sé que su pérdida será profundamente sentida a lo largo y ancho del país, los reinos y la Commonwealth y por innumerables personas de todo el mundo», afirma el nuevo soberano en un comunicado.

Una partida inesperada

Pese a que la salud de Isabel II se había venido deteriorando en los últimos meses, su deceso ha sorprendido. Solo dos días antes había recibido en Balmoral al saliente primer ministro Boris Johnson y a su esposa, Carrie Symonds; y minutos después a su sucesora, la también conservadora Liz Truss. En las fotografías que se difundieron de este último acto se veía a la monarca muy frágil, pero sonriente. Sin embargo, el miércoles canceló la reunión virtual que semanalmente mantenía con el Consejo Privado, un grupo de expertos que asesoran a los reyes británicos en asuntos de Estado.

A mediodía de este jueves, se encendieron las alarmas con un inhabitual comunicado de Buckingham anunciando que los médicos de la soberana estaban «preocupados» por su salud y le habían recomendado «permanecer bajo supervisión médica». El hermetismo ha sido una constante en cuanto a temas de salud. Hasta ahora el palacio no ha revelado si los problemas de movilidad que en los últimos meses sufría Isabel II están relacionados con su muerte o fue otra la causa.

Desde un primer momento las señales enviadas por la familia real, las autoridades y los medios revelaron que el deterioro de salud de la monarca era grave y, por ello, numerosos ciudadanos comenzaron a congregarse ante Buckingham y Windsor para llevar flores.

La noticia del súbito empeoramiento cogió al Gobierno y a la oposición en pleno debate parlamentario sobre las medidas para afrontar la crisis energética. Mientras el líder laborista, Keir Starmer, criticaba con dureza el plan de Truss, el nuevo ministro de Igualdad, Nadhim Zahawi, entró casi de puntillas en el salón de sesiones de la Cámara de los Comunes y le pasó un papel a Liz Truss, quien segundos después dejó su puesto seguida por casi todos sus ministros.

Algo similar ocurrió en la bancada laborista casi simultáneamente. Minutos después el presidente de la Cámara, Lindsay Hoyle, interrumpió el debate y dijo: «Sé que hablo por todos al decir que le enviamos nuestros mejores deseos a su majestad, y que ella y la familia real están en nuestras plegarias». El salón de sesión se comenzó a vaciar.

Poco después llegaron noticias sobre que Carlos, sus hermanos (Andrés, Ana y Eduardo) y su hijos se disponían a desplazarse con urgencia a Balmoral. Los príncipes Guillermo y Enrique viajaron sin sus mujeres, Catalina y Meghan, que se quedaron en Londres.

El hecho de que la BBC interrumpiera sus transmisiones habituales y sus presentadores aparecieran de riguroso luto unido a que los líderes nacionales y dignatarios extranjeros enviaron mensajes exaltando la figura de Isabel II fueron el preludio de que el fatal desenlace era inminente.

Salvo algunos percances, Isabel II gozó de una salud de hierro durante prácticamente todo su reinado. Sin embargo, desde el fallecimiento de su esposo, Felipe de Edimburgo, en el 2021, las fuerzas la fueron abandonando. En los últimos meses canceló numerosos actos oficiales, incluido su Jubileo de Platino, debido chequeos médicos o problemas de movilidad. Desde octubre del pasado año comenzó a utilizar un bastón para caminar y más recientemente se dice que necesitaba un carrito eléctrico para desplazarse tanto en Windsor como en Balmoral.

«Toda mi vida, sea corta o larga, la dedicaré a su servicio y al de la gran familia imperial». Con estas palabras pronunciadas en 1947 la entonces princesa Isabel, quien apenas cinco años después se convirtió en la reina Isabel II de Inglaterra, juró que hasta el último minuto emplearía sus fuerzas para portar la pesada corona británica y así lo hizo. Ni la pérdida de quien fuera «su fuerza y apoyo» durante casi la totalidad de su reinado, su esposo el príncipe Felipe de Edimburgo, en abril del 2021, ni siquiera cuando sus fuerzas la fueron abandonando la monarca cedió su trono.

Isabel Alejandra María Windsor nació el 21 de abril de 1926 en Londres. Hija de los entonces duques de York, Alberto e Isabel Bowles-Lyon, su tranquila y hasta cierto punto despreocupada vida dio un giro de 180 grados cuando el 10 de diciembre de 1936 su entonces tío, Eduardo VIII, cedió su puesto a su hermano menor, para así poder casarse con la estadounidense dos veces divorciada Wallis Simpson. A partir de entonces, la niña se convirtió en la heredera al trono y comenzó a ser preparada para algún día convertirse en la soberana de lo que entonces todavía era un vasto imperio global.

El estallido de la II Guerra Mundial y el comportamiento de los reyes Jorge VI e Isabel durante la conflagración, al negarse a salir de Londres y acompañar a los capitalinos afectados por los bombardeos nazis, permitió a la Corona enterrar el trauma de la abdicación. Asimismo, que la entonces princesa se enrolara en el Servicio Territorial Auxiliar de Mujeres, donde se formó como conductora y mecánica, le hizo ganar el respeto y la admiración de sus compatriotas. Un sentimiento que perduró toda su longeva vida y reinado.

Parte del paisaje

El fallecimiento de Isabel II deja consternado a un país que busca redefinir su sitio en el panorama mundial. La monarca ya parecía un icono más del Reino Unido, al estilo del palacio de Buckingham o el Big Ben. Y no es para menos, porque, desde que su padre falleció en febrero de 1952, su figura ha estado presente en la vida de millones de sus súbditos.

El deceso pone fin al segundo período isabelino, que, no obstante, parece que perdurará en el tiempo. Desde hace años, el país se viene volcando en homenajes para inmortalizar a su soberana. Así, el último parque donde se celebraron los Juegos Olímpicos del 2012 en Londres lleva su nombre, la nueva línea de metro que desde hace años se construye, y que atravesará la capital británica de este a oeste, también estará dedicada a ella. Incluso la famosa torre del reloj del edificio del Parlamento ya fue rebautizada en su honor.

Los gestos parecen comprensibles. La desaparecida monarca fue la persona que más tiempo pasó en el trono del Reino Unido, batiendo el récord que ostentaba su tatarabuela, la reina Victoria. Durante su reinado, la soberana vio llegar a 15 primeros ministros al 10 de Downing Street, 12 presidentes en Estados Unidos y siete pontífices en Roma. Visitó 130 países y recorrió una distancia que equivale a 42 vueltas al mundo. También presenció cómo sus militares participaron en conflictos como la guerra de Corea, del canal de Suez, las Malvinas, las dos del Golfo y la de Afganistán. Igualmente vio estallar y acabar la violencia en Irlanda del Norte.

Con Isabel II el Reino Unido vivió una gran transformación. Durante su reinado desapareció totalmente el imperio británico y se transformó en la Commonwealth. También fue testigo de cómo se edificaba un estado del bienestar y cómo el mismo era desmantelado y se le abrían las puertas a una economía casi desregularizada. Asimismo, observó el ingreso del país en la Comunidad Europea en 1973 y su salida con el brexit en el 2020.

Lenta adaptación

El hecho de que jamás se conocieran sus opiniones sobre prácticamente nada, pero que siempre estuviera presente cuando se le requería, son algunos de los motivos a los que expertos achacan la gran popularidad que ostentó durante la mayor parte de su reinado.

El hecho de que su coronación fuera retransmitida en vivo en 1953 auguró una nueva era, al acercar a la monarquía a los ciudadanos. Esta aproximación, sin embargo, le provocó más de un disgusto y dolor de cabeza, en particular cuando en la década de los 90 comenzaron a circular informaciones sobre los problemas que los matrimonios de dos de sus cuatro hijos (los príncipes Carlos y Andrés) atravesaban.

Pese a lo anterior, la monarca continuó dando pequeños pasos para modernizar la institución. En 1993, aceptó, a regañadientes, pagar impuestos como un británico más y unos meses después abrió Buckingham al público. En 1997, sufrió su peor momento cuando, tras el accidente de tráfico que costó la vida a la princesa Diana de Gales en París (Francia), se mantuvo encerrada en el castillo escocés de Balmoral. La presión popular y del Gobierno del laborista Tony Blair le hicieron dar un giro y aceptar celebrar a su desaparecida nuera un funeral similar al de otros miembros de la Casa Real, al tiempo que dirigir un mensaje en vivo por televisión a los ciudadanos.

Aunque quienes la conocieron aseguran que siempre temió que el papel de la monarquía como una institución del Estado británico se desdibujara y terminara convertida en un mero espectáculo de entretenimiento, hubo momentos en los que aceptó que esto pudiera ocurrir. Un ejemplo es su recordada participación junto al actor Daniel Craig, el último agente 007, en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos del 2012.

En crisis como la reciente pandemia, asumió su rol de jefe de Estado e insufló ánimos a sus compatriotas. «Llegarán días mejores. Estaremos con nuestros amigos otra vez, estaremos con nuestra familia otra vez; nos volveremos a encontrar de nuevo», les dijo en un inusual discurso televisado.

El corazón y el bolsillo

Isabel II de Inglaterra, en abril del 2005, tras el enlace matrimonial de su hijo, el príncipe Carlos, con Camilla Parker Bowles, solo unas semanas antes de cumplir 80 años. En la fila superior, de izquierda a derecha: sus nietos, el príncipe Guillermo y el príncipe Enrique; su primogénito Carlos y Camilla Parker Bowles. Sentado al lado de la reina, su esposo, el duque de Edimburgo
Isabel II de Inglaterra, en abril del 2005, tras el enlace matrimonial de su hijo, el príncipe Carlos, con Camilla Parker Bowles, solo unas semanas antes de cumplir 80 años. En la fila superior, de izquierda a derecha: sus nietos, el príncipe Guillermo y el príncipe Enrique; su primogénito Carlos y Camilla Parker Bowles. Sentado al lado de la reina, su esposo, el duque de Edimburgo Hugo Burnard

Su largo reinado estuvo plagado de escándalos, muchos de ellos relacionados con temas del corazón como los que le abrieron las puertas al trono o los deseos de su hermana menor de casarse con Peter Townsend, un oficial divorciado que fue asistente de su padre, Jorge VI. Años después le siguieron los fallidos matrimonios de tres de sus cuatro hijos (Ana, Carlos y Andrés), algunos de los cuales incluyeron sonadas aventuras extramaritales. Pero no solo su hermana o hijos estuvieron en el ojo del huracán. En sus últimos meses, investigaciones realizadas por The Guardian revelaron que la monarca vetó más de 1.000 leyes que sucesivos parlamentos y gobiernos quisieron aprobar y que afectaban a sus intereses particulares. Algunos perseguían hacer más transparentes las finanzas de quien era considerada una de las mujeres más ricas del mundo. Ni siquiera las revelaciones que la salpicaban a ella dañaron su imagen. Habrá que ver si su sucesor hereda esa facultad.

El funeral será en diez días

La Casa Real británica diseñó en el 2017 su protocolo de actuación para los casos de fallecimiento de la reina y su pareja, Felipe de Edimburgo. Bajo el nombre en clave de «London Bridge is down (el Puente de Londres ha caído)», el secretario personal de Isabel II, el exdiplomático Christopher Geidt, diseñó un operativo medido al milímetro en el que están programados todos los hitos en un plazo de doce días, según reveló años atrás The Guardian. Así, el primer paso fue comunicar el nombre en clave del deceso de la reina a la primera ministra, que a su vez informará a los 36 países de la Commonwealth. A las seis de la tarde de hoy, el heredero de la Corona, el príncipe Carlos, asumirá el trono, aunque no será oficialmente coronado hasta dentro de tres meses. Según el protocolo fijado por el secretario de la reina, el príncipe de Gales se dirigirá al país en un mensaje televisado a las seis de la tarde y será proclamado oficialmente mañana a las diez de la mañana.

El ataúd de la reina será colocado en el palacio de Westminster y, desde el cuarto día hasta el octavo la gente presentará sus respetos. El Gobierno británico decretará nueve días de luto nacional. Durante esas jornadas, las banderas ondearán a media asta. Se dispararán salvas con 41 cañones durante siete minutos desde Hyde Park.

El noveno día después de la muerte de Isabel II, a las 09.00 horas, el Big Ben hará sonar su campana en un tono apagado. Dos horas después, a las 11.00 horas, iniciará el funeral en la abadía de Westminster. Tras el evento, el cuerpo de Isabel II será trasladado a Windsor, donde será enterrado en la cripta real del castillo.

El antecedente

Todo este protocolo ya fue desarrollado sin incidencias con motivo de la muerte del consorte de Isabel II, Felipe de Edimburgo, que falleció el 9 de abril del 2021. Precisamente, la reina será sepultada al lado de su marido, según consta en el documento elaborado por la Casa Real británica.

Ese mismo documento refleja incluso el tratamiento de la BBC al deceso, por lo que todos sus presentadores cuentan ya con una corbata negra preparada para sus apariciones en la pequeña pantalla.

Un nuevo futuro británico 

Minutos después del deceso de Isabel II, la recién nombrada primera ministra británica, Liz Truss, apuntó al inicio de «una nueva era» con la llegada de su hijo, el ahora rey Carlos III, al trono, tras mostrar sus condolencias por la muerte de la jefa de Estado.

A las puertas del número 10 de Downing Street, Truss arrojó luz a la figura de Isabel II por su «larga vida de servicio», que fue fuente de halagos de ciudadanos «de todo el mundo» y no solo británicos. «La reina Isabel II nos proporcionó la estabilidad y fortaleza que necesitábamos», incidió.

La premier destacó que Isabel II fue para ella «una inspiración personal». «Su devoción por el deber es una motivación para todos», señaló.

Como cierre a su breve discurso, Truss quiso llamar a la población de Reino Unido a cerrar filas en torno al ahora rey consorte Carlos III «pese a llorar la pérdida» de Isabel II para «apoyarlo en la responsabilidad» que debe afrontar a partir de ahora. «Entramos en una nueva era de nuestra historia tal y como habría deseado su majestad. Dios salve al rey», concluyó.