El ganchillo como terapia para superar el estrés de la guerra de Ucrania

Andrea López Ramos, R.P. REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Kasiia, con uno de los ositos que confecciona para el proyecto Amoami.
Kasiia, con uno de los ositos que confecciona para el proyecto Amoami. ANGEL MANSO

Kasii trabaja desde A Coruña para el proyecto Amoami, que une a refugiadas para que compartan sus experiencias, además de tener ingresos extras, confeccionando ositos con una técnica japonesa

28 ago 2022 . Actualizado a las 11:43 h.

Cuando el pasado marzo el pacense Rafael Jiménez aterrizó de un viaje al extranjero en Madrid, se encontró en el aeropuerto da Barajas con una imagen que le chocó: cientos de mujeres ucranianas y niños en shock, sin saber dónde estaban ni qué hacían allí. A Rafael le entró una sensación de intranquilidad. «¿No vamos a hacer nada?», preguntó, sabiendo que, si el conflicto de Ucrania se cronifica, la gente terminará olvidándose de las personas que sufren la guerra. Fue entonces cuando decidió, junto con una amiga, la diseñadora Rita Ruiz, crear Amoami, un proyecto social nacido con el propósito de ayudar a mujeres refugiadas, no solo para que tengan ingresos extras sino también como terapia y como forma de socializar entre ellas.

Rita diseñó y creó el patrón para hacer los ositos con la técnica del amigurumi, un método japonés que consiste en hacer a ganchillo cualquier objeto. Los ositos llevan una bufanda con bordados inspirados en las vishyvanka, las camisas típicas ucranianas con motivos florales o geométricos en rojo y negro.

«Estas mujeres llegaban aquí sin tener ningún oficio. Habían perdido su propósito en la vida. (...) No sabían cuánto tiempo iban a estar, cómo iban a poder integrarse en la sociedad, cuál era su función en España», asegura Rafael.

Al principio, como en cualquiera nueva iniciativa, reinaba la incertidumbre de cómo iba a calar en la comunidad ucraniana el nacimiento de esta asociación porque, aunque en Ucrania hay una fuerte tradición artesanal, no sabían qué tipo de refugiadas iban a llegar a España. Para sorpresa de Rafael, el proyecto tuvo mucha aceptación en Madrid.

Cientos de personas querían ser parte de Amoami, por lo que los fundadores de la asociación tuvieron que hacer un proceso de selección. Para ello crearon un canal de YouTube donde enseñaban a confeccionar el osito y qué mujeres podían hacer un peluche de muestra.

Kasiia, con uno de los ositos que confecciona para el proyecto Amoami.
Kasiia, con uno de los ositos que confecciona para el proyecto Amoami. ANGEL MANSO

En Madrid ya hay alrededor de 30 mujeres trabajando en Amoami, en Suiza, 24 y en Francia, 5. El objetivo ahora es expandirse por España, como por ejemplo a Galicia, donde ya cuentan con seis trabajadoras, cuatro en A Coruña y dos en Lugo.

El centro del proyecto se ubica en Madrid, desde donde todas las semanas se hacen los talleres, se reparte el material, se recolectan los ositos y se paga a las mujeres por su trabajo. Los talleres no solo sirven para que Amoami funcione, sino también «para que ellas se conozcan, charlen, compartan sus experiencias, se comuniquen en su idioma y cuenten cómo está su marido o sus hijos y qué se han dejado atrás», cuenta Rafael.

«Está siendo un proyecto muy bonito porque vemos el progreso de las mujeres. Cuando llegaron al primer taller estaban serias, desconfiadas (...). Pero en los últimos cuatro meses vimos un cambio de actitud, ele empoderamiento de esas mujeres que dicen que tienen algo suyo. Se sienten parte de un proyecto que les da un sentido», comenta el fundador de Amoami.

Ya llevan vendidos entre 150 y 200 ositos por todo el mundo. Cada osito cuesta 44 euros y el 60 % de lo recaudado va directamente a la mujer que ha confeccionado el osito. El 40 % restante se destina a la compra de material y a expandir la marca. Los materiales son de origen vegetal, biodegradables y originarios de España.

«Esto es un trabajo que nos viene bien y nos ayuda a relajarnos»

Kasiia, de 22 años, es una de los más de 125.000 refugiados ucranianos llegados a España. Decidió venir a A Coruña hace cuatro meses porque sus padres y su hermana residían en esta ciudad desde hacía tres años, cuando tuvieron que salir de Ucrania para ponerse a salvo de las persecuciones que su padre estaba sufriendo en el país.

Su huida de Ucrania le llevó diez días. Kasiia vivía en Jersón con su marido y juntos se fueron a Leópolis. Durante el viaje se vieron rodeados de soldados rusos con sus armas y tuvieron que pasar por campos con minas.

La primera vez que bombardearon Leópolis fue cuando se dio cuenta de que tenía que marcharse. Su marido la dejó en un autobús rumbo a Madrid en el que viajaban más de 60 mujeres, embarazadas o acompañadas de sus hijos. Después cogió otro autobús para, finalmente, reunirse con su familia en A Coruña.

Kasiia dejó atrás su trabajo de fotógrafa, a su marido, a sus abuelos, que por su edad avanzada no pueden salir del país, a su suegra, que es médico y prefiere quedarse para ayudar, y a sus amigos, algunos de ellos desaparecidos.

Anhelina, su hermana, fue la que le mostró una publicación en Instagram de Amoami, en donde hablaban de la asociación y de que necesitaban mujeres para hacer ganchillo. Kasiia hace croché desde hace años, le gusta y en algún momento se dedicó a ello, por lo que hizo su primer oso de prueba y desde agosto ya forma parte del proyecto.

Kasiia asegura que la asociación la ayuda a formar una comunidad porque puede hablar con otras mujeres en su idioma y conocerse a través de grupos de WhatsApp. «Es un trabajo que nos viene bien y nos ayuda a relajarnos cuando estamos en el proceso de hacer un osito», asegura.

No solo participa en Amoami, también colabora como voluntaria en Cruz Roja. A ella no le importa realmente cuál sea la asociación, lo único que quiere es ayudar en lo que pueda. Para ella, Amoami es un proyecto que, aparte de ayudar a las mujeres ucranianas, recuerda a la gente que la guerra prosigue.

Tiene la esperanza de volver pronto  para ayudar, sobre todo a los niños porque «les influye mucho en su estado emocional y mental» la situación de guerra en el país. Sus padres y su hermana también quieren volver, pero cuando termine la guerra. Quieren reconstruir lo que esté destruido y hacer una Ucrania nueva, más europeizada y con gente más respetuosa.

Al Gobierno de España le pide que apoye a las mujeres ucranianas y que respalde la creación de más asociaciones. A Amoami le agradece poder participar en este proyecto. Y a las mujeres de Ucrania les pide que se cuiden y que sepan que «vamos a ganar y que se va a saber la verdad».