«Iban a por nosotros. No fue un accidente», asegura. «En ningún momento, ni después de herir a Ali, ni después de que Shireen cayera al suelo, cesaron los disparos», puntualiza.
Shatha ha vuelto varias veces al lugar de los hechos, como tantos palestinos que acuden al mural para rendir tributo a la veterana periodista, convertida hoy en un símbolo de unidad nacional. Quienes reconocen a Shatha la abrazan y le dan las gracias por su valentía al contar su testimonio y todo lo que sucede en Yenín.
«Cuando regresé y vi los agujeros de las balas en el árbol, entendí que trataron de matarme», admite Shatha, quien ahora se pregunta quién va a proteger a los periodistas palestinos que están en la diana de «la ocupación israelí» porque no quieren que se cuente lo que pasa en Palestina.