La polarización y la tensión marcan las presidenciales en Colombia

Héctor Estepa BOGOTÁ / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Gustavo Petro, of the Historic Pact coalition and Colombian centre-right presidential candidate Federico Gutierrez Federico Gutiérrez (Equipo por Colombia Fico, derecha), Sergio Fajardo (Centro Esperanza, centro), Enrique Gómez Martínez (Salvación Nacional, derecha) y Gustavo Petro (Pacto Histórico, izquierda).
Gustavo Petro, of the Historic Pact coalition and Colombian centre-right presidential candidate Federico Gutierrez Federico Gutiérrez (Equipo por Colombia Fico, derecha), Sergio Fajardo (Centro Esperanza, centro), Enrique Gómez Martínez (Salvación Nacional, derecha) y Gustavo Petro (Pacto Histórico, izquierda). LUISA GONZALEZ | Reuters

La incógnita es quién pasará a segunda vuelta con el izquierdista Petro

28 may 2022 . Actualizado a las 08:46 h.

En Colombia se conoce a los políticos de centro como «tibios». No son suficientemente progresistas para los más izquierdistas ni tan conservadores como para agradar a los más derechistas. En la historia del país cafetero la moderación ha tenido una legión de seguidores, pero ahora no corren buenos tiempos para ellos. Dos períodos convulsos de protestas antigubernamentales, en el 2019 y el 2021, que dejaron al menos 83 muertos, la crisis generada por la pandemia y el acalorado clima preelectoral han polarizado el país y noqueado a los tibios.

El profesor Sergio Fajardo, exalcalde de Medellín y abanderado del centro, estuvo en el 2018 a menos de 253.000 votos de pasar a la segunda vuelta electoral, recabando un 23 % de apoyo. Ahora, atrapado en la trampa de la polarización, los líos internos de la coalición de centro y habiendo realizado una insípida campaña, aglutina apenas entre el 6 % y el 8 % de intención de voto en los últimos sondeos.

Las encuestas las lidera con gran ventaja el progresista Gustavo Petro, quien con entre un 35 % y un 47 % de apoyo puede convertirse en el primer presidente colombiano de izquierda. Lo tiene más fácil que en el 2018, cuando perdió ante Duque por más de 2,3 millones de votos. La derecha está muy desgastada después de cuatro años muy difíciles en el poder, y las acusaciones de castrochavismo no parecen tener el mismo efecto que hace cuatro años en la popularidad del líder opositor. Petro cree posible ganar en primera vuelta, pero ninguna encuesta seria contempla, por ahora, esa posibilidad. 

Su rival en la segunda vuelta será probablemente el derechista Fico Gutiérrez, que ha conseguido el apoyo del establishment colombiano, formado por los dos partidos históricos, el Liberal y el Conservador, y el oficialista Centro Democrático del ex presidente Álvaro Uribe (2002-2010). 

A Fico los sondeos le dan entre un 20 % y un 35 % de intención de voto, pero su pase a la segunda vuelta no se da por sentada. El populista Rodolfo Hernández, exalcalde de Bucaramanga, está protagonizando un pronunciado ascenso en los últimos días. 

Foco de críticas

No se descarta que aumente la tensión, ya elevada, si produce un resultado ajustado. La Registraduría, el órgano que cuenta los votos en Colombia, está siendo foco constante de críticas. El origen de los señalamientos está en las elecciones legislativas del pasado 13 de marzo. Poco después del cierre de urnas, Petro denunció fraude en el preconteo en contra de su formación, el Pacto Histórico. Conforme avanzó el recuento oficial, comenzaron a aparecer votos no registrados hasta entonces. Finalmente se sumaron un millón de sufragios, y alrededor de 500.000 eran a favor del partido progresista. Entonces las acusaciones de fraude cambiaron de bando, y la derecha protestó enérgicamente por la suma de votos.

No es el único factor de ebullición. La Procuraduría destituyó hace dos semanas al alcalde de Medellín, Daniel Quintero, aliado de Petro, aludiendo a que hizo campaña por el líder progresista, algo prohibido en Colombia. El candidato izquierdista se apresuró a denunciar un «golpe» en la capital paisa, denunciando la instrumentalización de las instituciones del Estado.

El progresismo criticó también la extradición del capo narcoparamilitar Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, a EE.UU., argumentando que conocía secretos de Estado en relación a los pactos entre altos funcionarios y el tráfico de drogas que no podrán ser revelados en los juzgados estadounidenses. La organización criminal que dirigía Otoniel, el clan del Golfo, decretó un paro armado en las regiones del occidente colombiano, prácticamente secuestrando a la población durante cuatro días, en mitad de una campaña que será decisiva para el futuro de Colombia.