Andrea Ceron, profesor de ciencias políticas en Milán, explica que durante la Guerra Fría Italia fue un país fronterizo, al borde del telón de acero, y que experimentó la anomalía de tener el mayor partido comunista de Europa, que durante décadas mantuvo vínculos muy fuertes con Moscú. «Sin embargo, la rusofilia actual es muy diferente, entre otras cosas porque el régimen de Putin es cualquier cosa menos comunista», señala el académico. Ahora los más fascinados por Rusia son sectores de los partidos populistas (Liga y Movimiento 5 Estrellas). Según Ceron, lo que les acerca a Moscú es «la aversión a la clase dirigente y a las organizaciones políticas supranacionales como la UE y la OTAN».
Según Yaryna Grusha, profesora de lengua y literatura ucranianas y escritora, «siempre ha habido un vínculo entre Italia y la Unión Soviética. Tras la caída de la URSS, este vínculo se reafirmó en la buena relación entre Berlusconi y Putin». E incluso hoy, la propaganda rusa sigue funcionando bien con los italianos.