Con los civiles rescatados se coló una infiltrada rusa, una combatiente que fue identificada durante el proceso de evacuación y posteriormente retenida. Naciones Unidas revisará su situación, dónde está y en qué condiciones es tratada.
Otra de las rescatadas explica cómo fue el intercambio: los militares ucranianos los subieron a la superficie, hasta un puente de Mariúpol donde los entregaron a los militares rusos.
En el camino, según explica una de las evacuadas, los militares rusos en los puestos de control chequearon sus teléfonos y les interrogaron en busca de información sobre las posiciones de los soldados ucranianos.
Así son los refugios de Azovstal
En el interior de Azovstal quedan aún centenares de personas. Había, según explicó Ekatherina, 30 refugios y algunos de ellos han sido destruidos. No se sabe si quedan en ellos personas vivas o están todos muertos.
Hasta allí muchos llegaron huyendo de la destrucción de sus casas. Al inicio una mujer se encargaba de preparar y controlar la comida de todos. Los adultos solo comían una vez al día, en el desayuno, mientras que los niños comían más veces. Llegaron a alimentarse de productos que habían perecido porque tenían hambre, relata una mujer de unos 60 años llamada Elina.
En el interior de la planta quedan también numerosos soldados ucranianos que, según relató una joven de unos 20 años, están heridos sin acceso a medicamentos. «Mueren cada día», explicó esta joven.
Ekatherina se muestra aliviada por haber logrado salir del refugio con sus hijos, que estaban muy asustados aunque, explica, «son niños», y por eso en ocasiones también jugaban en el interior. Estuvieron en el refugio desde el 10 de marzo , y aunque tenía esperanzas de salir, cada día que pasó allí pensaba que moriría.
No ha sido así y ahora planea irse hacia el oeste de Ucrania, como según las estadísticas harán el 90 % de los que en estos más de dos meses de guerra han llegado al centro de refugiados de Zaporiyia.
Sergio García
Hay lugares que pasan a formar parte del imaginario popular y lo hacen a sangre y fuego. Ocurrió con Guernica durante la Guerra Civil o con Srebrenica en la de Bosnia. Nadie desea la celebridad a ese precio. En Irpín, a diez kilómetros de Kiev, las calles todavía huelen a humo un mes después de que la ciudad fuera liberada, un tufo que se agarra a la garganta y acongoja con cada abrazo, con cada anciano que cruza la carretera más desamparado que nunca. El 50 % de los edificios han sido destruidos o sufrido daños y la cifra de muertes asciende a 337, entre la población local y los voluntarios del Ter Oborona (la resistencia civil). Sus habitantes se consuelan viendo cómo sus vecinos empiezan a regresar, reabren los negocios, las líneas de autobús vuelven a conectarles con la capital y se restablece poco a poco el suministro de agua y de luz.
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