Bruselas quiere deshacerse de los símbolos coloniales en sus calles

Jesús Carballo BRUSELAS

INTERNACIONAL

25 abr 2022 . Actualizado a las 08:28 h.

Una estatua del rey Leopoldo II y otra que muestra a un congoleño en taparrabos, pendientes de una decisión estatal por imperialistas

El Congo fue declarado propiedad privada del rey Leopoldo II (1835-1909) de Bélgica durante la Conferencia de Berlín, celebrada en 1885, para que las naciones europeas pactaran el reparto del continente africano. Una época cargada de terror en la que los congoleños tuvieron que vivir bajo un régimen de esclavitud en el que se aplicaban asesinatos en masa con castigos atroces muy comunes, como la mutilación de las manos. Un exterminio que se cifra entre cinco y diez millones de personas muertas en este período dictatorial, en el que además se produjo una explotación masiva de los recursos naturales autóctonos. Leopoldo II, quien sembró el pánico en el Congo hasta 1908, decidió en ese momento que el control de este territorio africano pasaba a estar en manos de su propio país como colonia belga. Un trasvase de poderes dentro de la misma nación que duraría 52 años más, hasta que en 1960, los congoleños pudieron al final obtener su independencia.

Un siglo después, Bélgica ha avanzado en el complejo proceso de mirar al pasado con otros ojos, al que se ha sumado hasta el rey Felipe, pariente de Leopoldo II, quien en el 2020 reconoció por primera vez la «violencia y crueldad» ejercidas en tierras africanas durante el reinado de Leopoldo II, en una carta enviada al primer ministro de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi, por el sesenta aniversario de la independencia de los congoleños. Pero, pese a cualquier atisbo de perdón, la capital belga cuenta con varias figuras de origen colonialista a lo largo y ancho de sus calles que han generado mucho debate en los últimos tiempos, y sobre todo a raíz de las manifestaciones contra el racismo que se produjeron a nivel mundial bajo el lema Black Lives Matter.

Sin ir más lejos, hablando de Leopoldo II, un grupo de historiadores, arquitectos y otros especialistas, contratados por el gobierno regional de Bruselas, estudian la posibilidad de fundir y convertir una estatua situada en el centro de la capital comunitaria que además lleva su nombre y en la que se distingue al monarca sobre un caballo, en un monumento a las millones de víctimas del colonialismo que murieron durante su brutal gobierno en el Congo belga. De todas formas, los expertos también sugieren una segunda opción para este bronce del que fuera rey de Bélgica, y es la de crear un parque de estatuas al aire libre para albergar la obra, junto con otros controvertidos monumentos a figuras del pasado colonial.

Restos del pasado colonial belga diseminados por el espacio público de la comuna bruselense de Etterbeek, en la que están ubicadas las sedes de las instituciones de la Unión Europea y donde, junto a una rotonda, descansa desde hace 60 años otra estatua de bronce que recibe el nombre de Tirador con arco, un negro congoleño en taparrabos que apunta al vacío con un arco. Una obra de Arthur Dupagne (1985-1961), un escultor que trabajó durante ocho años como ingeniero en una mina de diamantes en el Congo belga, donde se interesó por la etnia chokwe.

Y como ocurre con estas dos figuras tan representativas y llamativas, en los tiempos que corren hablamos en menor medida de nombres de calles como la rúa Baron-Dhanis, en honor al vicegobernador del Congo; Général Fivé, quien fuera inspector del Estado belga en la antigua colonia; la calle de los Padres Blancos, tributo a los misioneros en África, o la plaza de Léopoldville, nombre de Kinshasa entre 1881 y 1960, cuando la excolonia conocida hoy como República Democrática del Congo obtuvo su independencia. Una decisión, la de mantener o modificar el urbanismo belga, que depende ahora del Gobierno federal del país, que espera dar una respuesta a estas iniciativas en septiembre.

?