Kiev se asoma a la normalidad bajo el fantasma de las bombas

ZIGOR ALDAMA KIEV / COLPISA

INTERNACIONAL

Dos hombres circulan en bicicleta junto a vallas antitanques amontonadas en la cuneta de una calle de Kiev
Dos hombres circulan en bicicleta junto a vallas antitanques amontonadas en la cuneta de una calle de Kiev OLEG PETRASYUK | EFE

Comercios y negocios de hostelería retoman poco a poco la actividad mientras algunos refugiados vuelven a la capital

18 abr 2022 . Actualizado a las 20:19 h.

El Gobierno de Ucrania emitió una alerta para Kiev a las 22.28. «Busque cobijo inmediatamente». Las alertas llegan a los teléfonos móviles de los ciudadanos de la capital ucraniana de forma constante. Y luego suenan las sirenas antiaéreas. Después de una semana de cierta relajación tras la retirada de las tropas rusas hacia la región oriental del Dombás, los bombardeos se han recrudecido durante las últimas jornadas. Vladimir Putin prometió represalias por el hundimiento del buque estrella del mar Negro, el Moskva, y está cumpliendo su promesa: el viernes destruyó una fábrica de armamento y el sábado atacó el distrito de Darnitski. Y la madrugada del domingo se produjeron algunos tiroteos en un distrito del oeste. «Fueron nuestros soldados, que descubrieron un dron ruso y trataron de derribarlo», cuenta Anastasiya Tarashchuk, una joven estudiante de Filología Hispánica que vive cerca. «Vete a saber qué están tramando los invasores», añade con cierta preocupación. No es para menos. Varios misiles han caído en los alrededores desde que se inició la guerra.

No obstante, los kievitas ya se han acostumbrado a esta situación. «Al principio corríamos al sótano cuando daban la alarma, pero ya no le prestamos mucha atención», reconoce Nadia, una joven del centro. La ciudad busca retomar la normalidad. Muchos habitantes han regresado desde Polonia y Hungría, a pesar de que el alcalde de la ciudad ha recomendado esperar a que la situación se calme, y algunos comercios retoman poco a poco su actividad. Aún son pocos, pero cada día se suman algunos. Sobre todo locales de hostelería: desde restaurantes, hasta cafés y bares. «No es fácil, porque el toque de queda a las nueve de la noche nos obliga a cerrar a las seis de la tarde», comenta la regente de Takava, una cafetería de moda cercana al río Dniéper. «Por lo menos, parece que la vida vuelve. Hemos abierto hace unos días y lo necesitamos porque el negocio ha caído en picado», comenta Anastasia, responsable de un restaurante italiano que, durante la primera fase de la invasión, alimentó de forma gratuita a las tropas ucranianas. Aún ahora, los soldados comen sin pagar. Pero los uniformes cada vez se mezclan más con la ropa de los civiles. A pesar de los problemas de suministro con algunos ingredientes, los clientes comienzan a llegar. Eso sí, apenas llenan un 10 % de las mesas. «La gente aún tiene miedo», analiza Anastasia.

Difícil desplazarse

Aún no es fácil moverse por la capital. La destrucción de varios puentes ha provocado que se sufran atascos de hasta cuatro horas para acceder a Kiev, una situación que se agrava por la prioridad que reciben vehículos militares, policiales y ambulancias, que son muy abundantes. Además, las carreteras están aún repletas de controles, barricadas de sacos terreros que ralentizan el tráfico y defensas checas, esos asteriscos metálicos que se van retirando paulatinamente. Las dejan en las cunetas, no vaya a ser que vuelvan a ser necesarias. Incluso las estatuas y los monumentos más significativos están protegidos de todas las maneras imaginables para evitar que los militares rusos los destrocen.

Para complicar más las cosas, las pocas gasolineras que siguen en pie —Rusia ha destruido muchas— y están abiertas limitan la venta a 30 litros por vehículo y día. Y muchas quedan vacías a primera hora de la mañana. Es una coyuntura que dificulta la reapertura de empresas como la de Sasha, especialista en la construcción de tejados. «Estoy sin trabajo y sin ingresos desde que comenzó la invasión. Al menos a mí no me falta de nada, pero hay otros que lo están pasando mal. Y cuanto más se alargue la situación, más gente se desesperará».

Las expectativas económicas no son halagüeñas para Ucrania, por eso reactivar la actividad del principal centro comercial del país es indispensable. También lo es asegurar las vías de comunicación con los países vecinos, un asunto clave para poder retomar la exportación de elementos vitales como el aceite de girasol, del que Ucrania es el principal productor mundial.