La masacre rusa en Bucha estremece al mundo

Mikel ayestarán / R. P. BUCHA / COLPISA, LA VOZ

INTERNACIONAL

Muchos de los cuerpos que yacen en las calles de Bucha  tienen las manos atadas a la espalda y un tiro en la sien.
Muchos de los cuerpos que yacen en las calles de Bucha tienen las manos atadas a la espalda y un tiro en la sien. ZOHRA BENSEMRA | Reuters

La UE y EE.UU. califica lo ocurrido de crímenes de guerra y promete más sanciones a Moscú

04 abr 2022 . Actualizado a las 00:03 h.

«Auténtico genocidio». «Puñetazo en el estómago». «Imágenes insoportables». «Horrores indescriptibles». «Crueldad, muerte, horror». «Peor que el Estado Islámico». Son algunas de las reacciones de los dirigentes de Ucrania, Europa y Estados Unidos que dan cuenta de la indignación ante la dimensión de la masacre de civiles en Bucha, epicentro de la barbarie que deja la retirada del invasor ruso de los suburbios de Kiev.

Moscú niega toda responsabilidad de sus tropas. Las imágenes que muestran docenas de civiles asesinados —muchos con las manos atadas a la espalda y con un tiro en la sien— que yacen en las calles de Bucha «son solo una provocación». Es decir, un montaje de los ucranianos.

No opinan lo mismo dirigentes europeos como Emmanuel Macron, Pedro Sánchez y Olaf Scholz, y el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, que exigen verificar esos crímenes de guerra y que las autoridades rusas respondan por ellos. A las condenas de la UE y EE.UU. se suma la promesa de un recrudecimiento de las sanciones contra Rusia. Desde Berlín, el ministro de Finanzas alemán, el liberal Christian Lindner, anunció que convocará este lunes a los aliados europeos para discutir más sanciones en respuesta a la matanza. Sería el quinto paquete de castigo.

Poco antes, el ministro ucraniano de Exteriores, Dmitro Kuleba, exigía sanciones devastadoras del G7 y proponía un embargo a Rusia sobre el petróleo, gas y carbón, el cierre de puertos a sus barcos y la desconexión de los bancos del mecanismo de intercambio financiero Swift.

«Esto es un genocidio, la eliminación de toda una nación y todo un pueblo», dijo el presidente Volodímir Zelenski a la cadena estadounidense CBS. El Gobierno ya ha enviado a la Corte Penal Internacional la solicitud para que destinen una misión a Bucha para recabar pruebas de posibles crímenes de guerra. «Ejecutaron a civiles por ira y solo porque querían matar. Rusia es peor que el ISIS [siglas del Estado Islámico], punto», afirmó Kuleba a una emisora británica. 

Paseo apocalíptico

Ladridos de perros abandonados. Niebla y nieve. La entrada a Bucha desde Irpín es un paseo apocalíptico por barrios arrasados en los violentos combates. Cruzada la vía que separa ambas localidades, el primer cuerpo tirado en el suelo anuncia la llegada a una Bucha convertida en una especie de ciudad de los muertos. Desde la liberación de esta localidad del norte de Kiev, los servicios de rescate retiran los cadáveres de las calles y casas, muchos de ellos con muestras claras de haber sido ejecutados.

El frío helador hace que apenas se perciba el hedor de los cuerpos que llevan días a la intemperie. La fiscal general ucraniana, Irina Venediktova, informó de que se han contabilizado 410 cadáveres en las zonas recuperadas en la región de Kiev. La mayoría de estos cuerpos se han recogido de las calles de Bucha. El cielo está gris, pero libre de explosiones desde el repliegue ordenado por Moscú.

Aquí la guerra de verdad empezó el 27 de febrero, cuando Rusia sufrió la primera gran emboscada de los drones de Ucrania. «Los tanques avanzaban por nuestra calle, mi hijo contó más de setenta. Se dirigían a Irpín cuando comenzó el ataque de nuestras fuerzas», recuerda Larisa en medio del cementerio de chatarra en el que se ha convertido su casa y su calle junto a la estación. Esta mujer de 72 años recogió de su cocina pedazos de los cuerpos mutilados de los soldados enemigos. Una semana después aparecieron por el lugar «unos militares vestidos de negro para recuperar el material que podía reutilizarse y nos quitaron los teléfonos, por lo que nos dejaron incomunicados. Nos dijeron que éramos afortunados con ellos porque otros solían disparar a los hombres en las piernas».

De la estación al centro de la localidad son apenas unos minutos en coche. Allí se reúnen en busca de ayuda los civiles que se han quedado estas seis semanas de guerra en Bucha. No hay gas, no hay electricidad, no hay comida, pero hay «miedo a que vuelvan, pueden hacerlo en cualquier momento. En nuestro barrio no podíamos salir ni a bajar la basura. Había rusos por todas partes y nos amenazaron con abrir fuego si nos asomábamos por la calle», dice Volodimir, que espera a que se abran las puertas de este centro médico reconvertido en improvisado punto de reparto de ayuda.

«Mi mujer es inválida y no hemos podido bajar al refugio en ningún momento, hemos estado siempre juntos en nuestro cuarto piso. La temperatura en nuestra casa es de 8 grados, pero somos afortunados porque los cristales están intactos», comenta este hombre de 75 años.

Otro vecino, también llamado Volodimir, de 63 años, ya ha recogido la caja con latas de conserva, aceite, café y azúcar que le han dado y trata de colocarla en la parrilla de su bicicleta. «Encuentro un poco humillante tener que recurrir a la caridad, pero no hay otra opción. En estas semanas en nuestra calle al menos no hemos tenidos cadáveres tirados en la acera. Sabemos que nuestro vecino Andrey murió, pero desconocemos el motivo», señala antes de partir de vuelta a las calles, dejando atrás el centro de reparto donde la tensión crece por momentos y algunos vecinos gritan desesperados para que les den una ayuda lo antes posible. 

Los muertos tienen nombre y apellido. Son los vecinos, familiares y amigos de estos supervivientes que despiertan de una pesadilla de seis semanas. Un mal sueño que empezó en la cercana calle próxima a la estación en la que Larisa y su hijo siguen dando explicaciones a quien pasa por su casa sobre lo sucedido. La verja que cercaba la dacha desapareció con las explosiones y ahora los tanques calcinados conectan directamente con su cocina.

«El viernes sacaron de una vivienda próxima el cuerpo de nuestro vecino, un hombre de 45 años. Pensábamos que se había marchado a Kiev, pero resulta que no. Su cuerpo se lo estaban comiendo las ratas. Cuando salieron los rusos vino un camión que recogía cuerpos y se llevó también el de un ciclista a quien habían disparado», narra Larisa de forma automática.

Habla y gesticula sin cesar, señala a un lado a otro, mira al cielo y de pronto, cuando un soldado retira un pedazo de cañón y al caer suena un bun, Larisa grita y se lleva las manos a la cabeza. Imposible ponerse en su lugar, sentir lo que ha pasado en las últimas sus semanas. El horror de Larisa es el horror que hora tras horas se desvela en Bucha y en el resto de localidades liberadas en los últimos días. Es el horror de una guerra entre países vecinos en la que no hay líneas rojas.

cuerpo ruso en bucha
cuerpo ruso en bucha GLEB GARANICH | Reuters

Moscú olvida a los suyos

Mientras Zelenski entregaba este domingo medallas al valor a los militares heridos en un hospital militar en Kiev, Moscú prosigue con su táctica de abandonar en el campo de batalla a sus hombres.

El norte de la capital se ha convertido en un cementerio de soldados rusos, cuyos cuerpos siguen tirados en calles, bosques y trincheras. Tanques y blindados rusos destrozados por el fuego ucraniano son la imagen de la derrota estratégica sufrida por Moscú a las puertas de Kiev. El Kremlin fracasó en su intento de llevar a cabo una operación relámpago sobre la capital y el presidente Vladimir Putin se quedó así sin el golpe de efecto que buscaba para acabar con el Gobierno de Volodímir Zelenski.