La Voz
«El dolor es tan grande. Ahora estoy totalmente sola... Mi hijo era joven, 27 años. Quería seguir con vida», llora Iryna Kostenko sosteniendo un marco con la foto de su hijo, que yace en el jardín de su casa de Bucha bajo una alfombra y un palé de madera. Un equipo de la BBC acompaña a la mujer hacia el cadáver de su hijo, al que llevó allí en una carretilla. «Lo envolví en una alfombra para protegerlo de los perros callejeros, no hay ataúd», dice con la cara encogida por la pena. El 10 de marzo, Oleksi iba a trabajar en el taller cuando fue abatido por soldados rusos. «Lo mataron y se fueron, los quiero muertos, quiero que sus hijos estén tirados en el suelo como está el mío», ruge contra los asesinos de su único hijo.