Viktoria, la madre de Bohdan, uno de los ejecutados, dijo a Human Rights Watch: «Se llevaron a mi hijo, Bohdan, de 29 años, ya mi cuñado, Sasha, de 39». Viktoria salió del refugio en el que estaba y corrió a la calle para preguntar a los soldados rusos en el puesto de control qué había pasado. «Nos dijeron que no nos preocupáramos, que los asustarían un poco y luego los dejarían ir», dijo. Y añadió: «Nos alejamos unos 50 metros… y escuchamos disparos». Al día siguiente ella y su hermana fueron a esa misma zona y vieron los cuerpos de los seis hombres tirados allí. Tenían disparos en la cabeza y las manos atadas a sus espaldas. « Miré el cuerpo de mi hijo, sus bolsillos estaban vacíos, no tenía su teléfono, ni llaves ni documentos», contó esta madre. Viktoria pidió permiso a los soldados en el puesto de control para recoger los cuerpos, pero estos se negaron. Los intensos bombardeos continuaron los días siguientes.
El 7 de marzo, dijo Viktoria, volvieron a pedir permiso a los soldados para recoger los cuerpos: «En el control nos dijeron que fuéramos al cementerio, que nos iban a traer los cuerpos… Todos [todos los vecinos] vinieron, como 75 personas... Los enterramos a todos el mismo día, en tumbas separadas». Los soldados, además de perpetrar esta matanza, también se llevaron toda la leña de los aldeanos, sin dejarles nada para cocinar o calentar sus casas, tal y como informa la oenegé.