El periplo de los refugiados hasta la frontera: «Intentamos quedarnos»

Caterina Devesa LA VOZ EN POLONIA

INTERNACIONAL

Caterina Devesa

Tres ciudades diferentes en dos semanas antes de escapar de la guerra

31 mar 2022 . Actualizado a las 20:54 h.

Los 24 ucranianos que viajan a Galicia con los voluntarios del Banco de Alimentos Rías Altas (Balrial) lo hacen con apenas equipaje y llenos de incertidumbre. A los 3.400 kilómetros de viaje desde Rzeszów hasta A Coruña, los refugiados suman los recorridos hasta alcanzar la frontera polaca. «El 8 de marzo nos fuimos de Kiev. Primero intentamos quedarnos en Vinnytsia, a cuatro horas de la capital. Después nos movimos a Ternópil, y más tarde a Úzhgorod, en la frontera con Eslovaquia y cerca de la de Hungría. Era muy difícil encontrar dónde vivir. Hay mucha gente que no se quiere ir de Ucrania e intenta quedarse, nosotras también lo intentamos», indica Anna Kyrychock, de 44 años y natural de Debaltsevo, en la región del Donetsk.

La mujer viaja con su hijo Stephan, de 5 años, y su hermana, Kateryna, de 31. «Mi pareja es fotoperiodista y sigue en Ucrania. Para él es imposible salir y por eso para mí fue muy duro tomar la decisión de irnos. Decidí hacerlo cuando nos dijeron que había la opción de ir a España y quedarnos en viviendas de acogida. Justo este año habíamos soñado con viajar allí para conocer la cultura española. Ahora, aunque no del modo en que queríamos, finalmente podemos ir».

La segunda guerra para muchos

Lamentablemente, no es la primera vez que Anna y su hermana huyen del horror: «Yo viví en Donetsk hasta el 2014, cuando empezó la guerra del Dombás. En ese momento me fui de viaje a Asia y mi hermana vino conmigo. Creíamos que la guerra terminaría pronto y ya van más de ocho años. Volvimos a Ucrania en el 2016 y nos establecimos en Kiev, aunque nuestros padres siguen en Donetsk». En la capital ucraniana las dos hermanas hicieron su vida: «Yo soy psicóloga y profesora de inglés y francés, y mi hermana trabajaba en ventas, primero como jefa de tienda y después en el departamento de recursos humanos».

Ahora, no saben qué será de ellas ni del pequeño Estefan: «Estuvimos dos semanas buscando opciones para quedarnos en Ucrania. Ese tiempo estuve ayudando a niños y adultos como psicóloga. La gente no quiere abandonar su país, pero les digo que ahora solo deben pensar en seguir vivos», dice Anna, que tiene claro que si puede, regresará a Ucrania cuando la guerra termine. «Me gusta pensar que el tiempo pasará rápido y tendremos la posibilidad de volver, pero ahora mismo lo único que importa es vivir». De lo que no tiene dudas es de que aunque esté fuera luchará por «salvar nuestra cultura».

Diplomas para los voluntarios que recogen a los ucranianos en Rzeszów 

En medio del drama humanitario que supone que cientos de familias abandonen cada día Ucrania para mantenerse a salvo, la Fundación Caritativa Kolo, que se encarga del traslado de personas desde Truskavets y Leópolis hasta la pequeña ciudad de Rzeszów, en Polonia, sacan tiempo para agradecer a los voluntarios su labor con la entrega de un diploma.

El conductor de cada autobús que cruza la frontera polaca es el encargado de dar los titulillos con los que la entidad social acredita la labor de los que acuden hasta allí para recoger a los ucranianos y trasladarlos a sus casas de acogida en diferentes países. «Certificado de agradecimiento y apreciación por su activa participación personal y valiosa contribución al movimiento de voluntarios y a civiles ucranianos que han sufrido la agresión rusa en Ucrania», reza el papel que recibieron los nueve voluntarios del Banco de Alimentos Rías Altas, que se sorprendieron por el detalle: «Los vamos a enmarcar y poner en las oficinas de Balrial», dice ilusionada Conchy Rey, presidenta de la oenegé. Además de los de ellos, la entidad recibió otros dos «para otros dos conductores que vinieron el día anterior a por gente», explicó el conductor a los voluntarios.