Serhiy Mulyk, ucraniano en A Coruña: «Mi suegro está en el Donetsk, él es prorruso y ahora no hablamos»

Caterina Devesa REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Serhiy Mulyk, ucraniano residente en A Coruña, durante una concentración contra la guerra en María Pita
Serhiy Mulyk, ucraniano residente en A Coruña, durante una concentración contra la guerra en María Pita ANGEL MANSO

Lleva desde los once años en la ciudad herculina, pero parte de su familia sigue en su país natal: «Desde que empezó la guerra todos los días son iguales. Casi no duermo y vivo pegado al móvil»

15 mar 2022 . Actualizado a las 17:33 h.

Se siente un coruñés más, ya que lleva desde los once años en la ciudad herculina, pero tiene claro que su patria es Ucrania: «En septiembre hará 19 años que estoy aquí, pero siempre que he podido he viajado para visitar a mis familiares y amigos. Tengo familia por todo el país, pero muchos están en Jersón, en donde nosotros todavía conservamos un piso que teníamos pensado vender, pero ahora ya no podremos», indica Serhiy Mulyk.

Desde que Rusia invadió Ucrania su vida ha cambiado: «Antes íbamos a tomar algo con los amigos o a cenar, pero desde que empezó esto todos los días son iguales. Me acuesto con el móvil en la mano y me despierto con él. Casi no duermo y vivo pegado a él para seguir todas las noticias de lo que ocurre. Estoy en muchos grupos de redes sociales para mantenerme al tanto y saber si mi familia está bien. Estoy tenso todo el rato».

«Les dijeron: 'si queréis comer tenéis que ir al convoy ruso'»

Parte de sus seres queridos están en Jersón, ciudad asediada por las tropas rusas y en la que la situación es muy tensa. «Los primeros misiles rusos cayeron cerca de la que fue mi escuela. Es una locura. Ahora la gente no puede salir ni entrar. Los rusos no dejan y la gente que puede se mueve a pueblos próximos a buscar alimentos, sobre todo verduras y hortalizas, que es lo que hay, y repartir entre la gente. Los militares ofrecen comida a la población, pero la entregan con bolsas con su bandera y los graban para luego sacarlo en sus noticias como propaganda. Tienen a la gente engañada. Además, uno de mis mejores amigos me contó que el otro día llegaron con pollo y huevos, y se lo quitaron los militares. Les dijeron: 'si queréis comer tenéis que ir al convoy ruso'».

Entre los que apoyan a Putin está el propio suegro de Serhiy. «Vive en Makiivka, una ciudad industrial situada en el este de Ucrania, en Donetsk. Yo no me hablo con él, pero mi pareja sí. Es su única familia porque los demás murieron en la guerra del Dombás. Ella ve lo que está pasando, pero no le puede decir nada a él porque sabe que no le puede convencer». Porque para Serhiy el principal problema de la guerra es la desinformación a la que Rusia está sometiendo a su población: «No funciona ni Tik tok, ni Facebook ni Twitter y no se pueden informar. La información es un arma muy importante». Aunque reconoce la valentía de los rusos que han tenido el valor de salir a la calle a clamar contra la invasión de su gobierno, el ucraniano señala que el conflicto también lo ha distanciado de sus amigos de Rusia en Galicia. «Ya no me llevo con ellos. Me dicen que me apoyan, pero que no pueden hacer nada porque tienen miedo de que luego si vuelven les pase algo o la gente les diga que Europa les lavó el cerebro. Sé que es difícil, pero tendrían que contar la verdad a su gente y publicar los vídeos de la realidad de lo que está pasando».

Sobre esa realidad de la guerra, explica que en Jersón han sido pocos los que han salido del país. «Mi mejor amigo tiene una hija de seis meses. Le dijo a su mujer que se fuera con ella, pero no quiso porque si se va no sabe si lo va a volver a ver. Eso ha pasado con muchas familias. Dicen que es su tierra y no la van a abandonar. Yo lo entiendo». Sobre los voluntarios en la guerra, indica que conoce ucranianos que han vuelto a su país natal para luchar, pero que él considera que así poco ayudaría: «No sé coger un arma ni nada. Colaboro desde aquí con la tienda CHILSA77, de la calle Barcelona, recogiendo ayuda humanitaria para enviar». Además, trata de colaborar con los refugiados que llegan a A Coruña. «El domingo, en la concentración en María Pita, pude conocer a algunos. Es horrible. Te dicen que han tenido que dejar todo por lo que han luchado todos estos años. Su casa, su vida». Sobre los corredores humanitarios, señala que la población no se fía del ejército ruso: «Los usan como escudos humanos. Están jugando con las vidas de inocentes».

Además de en Jersón, tiene familiares en otras urbes. «Están mis tíos por parte de madre, que vivían en Leópolis. Él fue piloto del ejército, pero por salud ya no puede pilotar, ya que tuvo un ictus el año pasado. Tenían una casa en Irpín que está destruida y él está en Kiev. No puede combatir, pero ayuda en todo lo que puede al ejército. Él se quedó, pero sacó a su hija y a sus nietos a Polonia». Para Serhiy el conflicto ha conseguido la unión de todo el país. «La respuesta del presidente ha sido estupenda y ha logrado unir a todos.Por ejemplo, tengo amigos de Mariúpol que entre gente de la misma ciudad no se hablaban porque algunos eran prorrusos y ahora se han dado cuenta de quién era Putin. Mucha gente está abriendo los ojos ahora, pero ya es tarde». Porque para él el conflicto solo acabará con la victoria de Ucrania: «Nosotros no podemos bajar las armas. Si lo hacemos perderemos todo, nuestras tierras y nuestra historia». 

Sobre la duración de la guerra, se muestra optimista: «Acabará pronto, las últimas sanciones contra multimillonarios rusos van a frenar a Putin. El problema es que el conflicto ha hecho mucho daño y las siguientes generaciones de ucranianos van a odiar a Rusia».