Una caboverdiana acoge en Arteixo a una familia de cinco ucranianos

Tamara Rivas / Ana Villagrasa A CORUÑA

INTERNACIONAL

Ana Villagrasa

El mismo día en el que María Lopes ofreció su ayuda, recibió la llamada de que un matrimonio con tres hijos que había huido de la guerra en Ucrania necesitaba alojamiento. Pasó de tener un piso para ella sola a una única habitación con baño. Pero está «encantada»

08 mar 2022 . Actualizado a las 15:06 h.

No lo dudó. Su espíritu solidario se impuso sin batalla. María Lopes vivía hasta el jueves sola y tranquila en un piso de Meicende, en Arteixo, donde ahora residen otras cinco personas más, los miembros de una familia de Ucrania que huyó desde Jersón del horror de la guerra. Eugenio metió en su coche a su mujer, Verónica, y sus hijos, Catia, Luza y Solomia, de 11, 10 y 2 años, y condujo su propio coche sin descanso y sin mirar atrás hasta A Coruña, donde conocía a otra familia de su país que llevaba tres años viviendo aquí. Su situación familiar les impidió acogerlos.

En ese momento sus vidas se cruzaron con la de María más que por casualidad, por la generosidad innata de esta caboverdiana. El jueves por la mañana se fue con unas amigas hasta la tienda Chilsa77 de la calle Barcelona, uno de los puntos que hay en la ciudad desde los que se está prestando ayuda a las víctimas de la guerra en Ucrania, para llevar algunos productos y así poner su granito de arena. Se ofreció «a todo en lo que pueda ayudar» y esa misma tarde recibió la llamada de que había una familia de cinco personas que necesitaba alojamiento. Reconoce que se lo pensó «un poco», pero se puso manos a la obra para poder adaptar en unas horas su vivienda y reconvertirla en un lugar que esa familia sintiese como un hogar.

Dividió el inmueble en dos zonas, «para que tengan su propia intimidad» y pasó de disponer de todo un piso a una sola habitación con baño. «De tener una casa vacía para mi sola, ahora tengo mi miniapartamento, que es lo que se lleva», comentó con cierto humor en el programa Voces de A Coruña, de Radio Voz. «Son tranquilos, educados y respetuosos. Estoy encantada», comenta, pero incluso si la convivencia no hubiese funcionado tenía previsto un «plan B». María estaba dispuesta a irse a casa de su hijo y que la familia ucraniana siguiese en su casa adaptándose a una nueva vida lejos de la crueldad que está arrasando su país.

Su vivienda tenía «lo justo» para una persona sola. «¡Hasta tuvimos que traer sillas plegables porque no tenía para tantos!», dice con una sonrisa. Recurrió a Wallapop para hacerse con algún mueble, camas incluidas, y reorganizar el espacio. Lo que hasta hace unos días era un salón es ahora la habitación del matrimonio y el lugar donde comen en familia. El niño tiene otra habitación para él y las niñas comparten otra estancia. «Una vecina nos bajó una cuna y ahora las hermanas duermen juntas», explica. Comparten la cocina, donde la comida que les donaron desde Chilsa77 todavía está sin terminar de organizar, y también el cuarto de la lavadora. La comunicación entre ellos es complicada. No hablan español, ni inglés. Solo ucraniano. Pero el traductor de Google y la solidaridad de María les ha permitido derribar cualquier tipo de barrera y empezar a mirar hacia el futuro con algo de esperanza.