Francesco, de 21 años, partió de Gorizia, al norte del país, junto a su amigo Giuseppe para tratar de recoger a su chica, Ilona y su familia, de la provincia de Kiev: «Todavía no ha podido llegar»
03 mar 2022 . Actualizado a las 14:34 h.
Ni en las mejores producciones de Netflix. Porque la historia de Francesco Lipari, siciliano de 21 años, supera la de cualquier ficción. El suyo es un relato de amor y valentía digno de una novela. Conoció a su novia, Ilona Stepanyshyna, natural de Obujov, en la provincia de Kiev, durante su Erasmus en Vilna, Lituania, el año del inicio de la pandemia del covid, el 2020. Los que han vivido la experiencia saben que es única y que en ella se crean lazos para toda la vida. La prueba es la del italiano que partió junto a su buen amigo, Giuseppe Magnani, de 24 años y de Cerdeña, hasta Rumanía el sábado a mediodía con el fin de sacar de Ucrania a Ilona y su familia. Objetivo que, de momento, no han logrado, aunque se muestran positivos.
Los dos chicos, estudiantes en la universidad Gorizia «después de Venecia, en la frontera con Eslovenia», explica Francesco para ubicar la ciudad, condujeron 15 horas en coche para llegar a Sibiu, en Transilvania, en la región central del país rumano. Lo hicieron con la esperanza de encontrarse allí con la joven ucraniana, que huyó de su ciudad con su madre y su hermana pequeña. «Se fueron a una pueblo, en el suroeste de Ucrania, en el que vive su abuela. La gente tiene mucho miedo y no quiere salir de casa. Además, muchos huyeron, pero son pocos. Son un millón para un país que tiene más de 44 millones de habitantes», apunta Francesco, que indica: «la mayoría son mujeres y niños, pero los ancianos no pueden salir. Mi novia está en el pueblo de su abuela intentando ayudar a la gente mayor». Asimismo, al miedo se une la falta de gasolina para poder emprender la huida. «No hay apenas petróleo y muchos puentes han sido tomados por los rusos o por los ucranianos para evitar que avance el ejército de Rusia. Es muy complicado moverse y la gente tiene mucho miedo».
De momento, Francesco y Giuseppe, que estudian Relaciones Diplomáticas y Politología, «algo que es muy necesario en este conflicto», apuntan, se hospedan en la casa de otra amiga que conocieron en el Erasmus en Sibiu, Romanía. Para llegar allí partieron el viaje a bordo del «Rover de Francesco». «Fuimos de Gorizia a Eslovenia, después a Hungría, por Budapest, hasta entrar en Rumanía. Hicimos unas siete horas, paramos, y luego el resto». Sobre la situación en Rumanía, explican que son muchos los ucranianos que intentan salir por ahí del país en guerra. «Hay como 300.000 personas que intentan llegar al borde fronterizo. Cruzar la frontera puede llevarles tres días», dicen. En cuanto a los rumanos, destacan su hospitalidad: «La gente de aquí es súper buena y están ayudando mucho a todos los ucranianos».