Kiev vuela sus puentes para impedir la entrada del enemigo

Mikel Ayestaran E. ESPECIAL / COLPISA

INTERNACIONAL

VIACHESLAV RATYNSKYI | REUTERS

Las fuerzas de defensa de la capital han confeccionado una tupida red de filtros para asegurar sus accesos y dilatar la llegada de las tropas invasoras a Kiev

02 mar 2022 . Actualizado a las 20:45 h.

Puesto de control, barricada, puesto de control, barricada, puesto de control. Salir de Kiev rumbo al frente supone superar una serie interminable de filtros que la defensa ucraniana ha ido levantando en los últimos días para intentar asegurar la capital del país. Esta es la vía directa que tiene que recorrer el kilométrico convoy ruso que viene desde Bielorrusia para asaltar Kiev, pero el camino es cada vez más complicado porque, además de las medidas de defensa, el Ejército ucraniano ha volado el puente de la pequeña localidad de Romanov, paso clave para acceder a la gran urbe. La oposición armada, según las fuerzas locales, sería el motivo que dilata la llegada del enemigo.

Con el convoy referido situado a quince kilómetros de la capital, decidieron «destruir el viaducto para dificultar el paso del enemigo. Fue una voladura controlada y de esta manera cerramos la vía principal de acceso desde el norte», explica Alexander, uno de los oficiales del Ejército ucraniano responsable de la protección de este lugar tan sensible.

Un grupo de soldados prepara allí sus pertrechos para dirigirse al frente. El moderno puente es ahora un amasijo de hierros y cascotes de cemento. En su lugar, una tubería con una barandilla con los colores amarillo y azul de la enseña nacional sirve como única forma de paso y hay que hacer equilibrio, para cruzar el río sin caerse. «¡Fucking russians!», grita uno de los jóvenes uniformados antes de bajar hasta el cauce y comenzar a caminar por el estrecho tubo. Hay una furgoneta clavada boca abajo en mitad del cauce del Irpin, el afluente del Dnipro que ahora será mucho más complicado de superar para los rusos.

Cada detonación de la artillería provoca un susto que te hace automáticamente bajar la cabeza. Los soldados se ríen. Ellos ya están acostumbrados y no se inmutan. «Somos nosotros. Este es el sonido de nuestra artillería enviando 'regalos' a los rusos», dicen. Cuando se les pregunta la distancia a la que está el enemigo, responden con evasivas. No quieren dar esa información, pero los preparativos y las detonaciones en este punto invitan a pensar en que no muy larga, no más de 30 kilómetros, según los vecinos que atraviesan el nuevo paso improvisado.

De orilla a orilla sobre un tubo

Una vez que han cruzado los soldados prosigue un goteo constante de civiles. Algunos como Nadia pasan de una orilla a la otra para hacer la compra en el supermercado y luego vuelven a casa. Antes podían hacerlo cómodamente en coche. Ahora hay que ser equilibrista y es mejor tener ayuda, sobre todo si se va con carga, para tener éxito. «Atacan casas de civiles, no respetan nada, ¿por qué vienen a Ucrania? ¡Que se vayan a Rusia de vuelta!», pide a gritos Nadia, quien debido a su avanzada edad tiene serios problemas para cruzar. Los militares están en la parte superior. Abajo, en el cauce del río, quienes se encargan de ayudar a quienes cruzan son voluntarios de las unidades de Defensa Territorial, omnipresentes en todo el país desde que estalló el conflicto.

«Están cerca, muy cerca y además usan aviones. Es increíble que esto suceda en plena siglo XXI», lamenta Nikolai, que viene desde Irpin, localidad a 47 kilómetros de la capital y uno de los últimos lugares castigados por los rusos. Lleva su bicicleta y, tras superar el trance de la tubería-puente como si fuera una prueba de ciclocrós con la montura al hombro, retoma su rumbo hacia Kiev pedaleando. En la capital las gasolineras están cerradas, no queda combustible y se ha cortado el suministro. También escasean los coches, ha desaparecido el transporte público y ahora es una furgoneta de la Policía la que acude de vez en cuando hasta este puente a recoger a civiles que escapan de la zona y buscan llegar al centro de la urbe.

A las explosiones, la imagen apocalíptica del elegante puente de cuatro carriles reventado y lo caudaloso del río hay que sumar la nieve. Algunas familias llevan maletas y se van de esta zona con presencia rusa para una temporada. Los que se van y los que se quedan comparten un mismo saludo cada vez que se cruzan con un soldado. Levantan el puño derecho y gritan, con orgullo: «¡Slava Ukraini!» (Gloria a Ucrania).