Un ejército de «solidarios» crece en Polonia

María Cedrón REDACCIÓN

INTERNACIONAL

Voluntarios polacos ofrecen sopa a los refugiados ucranianos en Dorohusk, en Polonia.
Voluntarios polacos ofrecen sopa a los refugiados ucranianos en Dorohusk, en Polonia. WOJTEK JARGILO

En el Este del país, el principal punto de entrada de refugiados a la UE, se ha decretado hasta el día 15 el grado dos de Alerta Bravo, la que activan para prevenir ataques terroristas o para proteger puntos estratégicos. La población, volcada con los que cruzan, teme los planes que pueda tener Putin para su país. El Gobierno polaco envía medicinas y ambulancias a Ucrania.

02 mar 2022 . Actualizado a las 18:08 h.

Hay muchas formas de alistarse. En Polonia, muchos de los 40.000 ucranianos que llevan viviendo años en este país de la OTAN han emprendido en los últimos días un viaje en sentido inverso al realizado por los 670.000 refugiados que, según ACNUR, habían huido el martes del país atacado por Putin desde que comenzó la invasión. Ellos cruzan la frontera para alistarse y formar parte de las tropas de resistencia al invasor, pero hay otros polacos _ estudiantes, funcionarios, profesores, madres, padres, hijos, hijas… _ que se han alistado para formar parte de ese otro Ejército que se está formando en Polonia, el de las decenas de voluntarios que juntan comida o enseres para toda la gente que está llegando al país. Todos son bien recibidos. Una encuesta publicada hace unos días en ese país del Este europeo decía que un 93 % de los polacos estaban de acuerdo con la entrada de refugiados.

«La ayuda está organizándose cada vez mejor», explica Nora, profesora en la Universidad de Gdansk. La entrada de la institución académica se ha convertido estos días en un almacén improvisado en el que se acumulan bolsas con productos de baño, alimentos, medicinas… muchas medicinas. Porque hace tanto frío por la noche y las colas al otro lado de la frontera son tan largas que la espera acaba por sumar al temor a ser atacados, el riesgo de enfermar. «El martes nos llegó un aviso de que en la frontera estaban pidiendo gente que hablara español, francés o inglés para ayudar a estudiantes de África y Latinoamérica que estaban estudiando en Ucrania y que ahora escapan», explica Nora, mientras envía fotografías hechas por ella misma y por otros voluntarios  que atestiguan la respuesta de los polacos a la emergencia provocada por el que empieza a ser el mayor éxodo de refugiados del siglo XXI.

Y a algunos, los más mayores, lo que está pasando les recuerda en parte el éxodo al que se tuvieron que someter sus padres o abuelos tras la Segunda Guerra Mundial. Según los datos recogidos por Tony Judd en Postguerra, «Stalin y Hitler desarraigaron, trasplantaron, expulsaron, deportaron y dispersaron a unos 30 millones de personas entre los años 1939 y 1943». Pero no hay que olvidar tampoco los desplazados de la guerra de Siria. Según la ONU la guerra en ese país obligó a huir a la mitad de la población que había en el 2011.

La entrada de la Universidad de Gdansk fue habilitada como almacén en el que el ejército de voluntarios civiles acumula comida y útiles para los refugiados
La entrada de la Universidad de Gdansk fue habilitada como almacén en el que el ejército de voluntarios civiles acumula comida y útiles para los refugiados

En Polonia, no solo el vestíbulo de la Universidad se llena de paquetes con ayuda humanitaria recopilados por la sociedad civil. Los maleteros de los coches que se dirigen a la frontera para rescatar a desconocidos también viajan repletos. Se ve en las fotos que envía Nora. Un alumno ha cogido el coche con un amigo y, tras alistarse en ese «Ejército de solidarios» (no mercenarios), «viajaron a un estadio cerca de Lublin, a más de 500 kilómetros de casa, donde recogieron a dos mujeres para llevarlas a Wroclaw (Breslavia), que está a otros 380 kilómetros. Eran una madre y una hija que venían de Jarkov, la ciudad que ahora han asaltado los paracaidistas rusos. Su hijo se quedó en Ucrania para luchar. Después llevaron a otras tres personas desde la frontera a Gdansk, otros 500 kilómetros más», relata Nora.

Pero ese Ejército solidario no deja de avanzar. No descansa: «Otros estudiantes fueron a buscar a la frontera a amigos ucranianos para traerlos a vivir a sus casas. Una de las mujeres que vinieron está embarazada e inmediatamente mis amigas de la Universidad empezaron a buscar ropa de bebé. Hacer esto nos conforta y nos ayuda a vivir estos días de tanta tensión», dice.

Los edificios públicos, las calles, los bares, los restaurantes.... se han llenado de banderas con los colores de Ucrania. Las estaciones de tren del país se han ido llenado además con información en polaco y ucraniano para que la gente que llega sepa cómo buscar ayuda. Los refugiados pueden viajar gratis en el transporte público con solo presentar el pasaporte. «El transbordador Stena Line que viaja a Suecia ofrece llevar gratis a los refugiados que lo necesiten, solamente necesitan hacer una reserva y mostrar el pasaporte. Y todos los refugiados tienen derecho a la misma asistencia médica que los polacos. Algunos han tenido que ser atendidos en clínicas u hospitales. Los niños también van a ir a clase con los niños polacos», cuenta Nora.

«Lo que más necesitan ahora _explica tambien_ son medicamentos, vendas o desinfectantes para llevar a Ucrania»

Aunque las colectas de ropa continúan, la gente ha llevado tanta ropa que por el momento se ha pedido que contengan el abastecimiento. «Lo que más necesitan ahora _explica tambien_ son medicamentos, vendas o desinfectantes para llevar a Ucrania, algo de lo que está encargándose el Gobierno polaco. También mandan ambulancias, equipos médicos... Una parte se lleva a la frontera para los refugiados, otra la van dejando queda en cada ciudad para los que han llegado ya a su destino, otra va a Ucrania. Además, en algunos estadios de fútbol se está donando sangre, aunque nos dicen que por ahora en Ucrania no falta».

Justyna y Roman (en el medio, vestidos de gris y negro) con los amigos de Ucrania que han alojado en su casa en Polonia
Justyna y Roman (en el medio, vestidos de gris y negro) con los amigos de Ucrania que han alojado en su casa en Polonia

Porque aunque Polonia forma parte de la OTAN, un hecho que durante los días posteriores al ataque tranquilizaba a la población, el temor comienza a colarse entre los polacos. Al Este del país, dicen que el martes se había decretado ya el grado dos de Alerta Bravo, el segundo grado de alarma en una escala de cuatro, que se establece cuando hay peligro de actos terroristas. Lo que permite, como explican fuentes de ese país, es un mayor control y protección de la población, los vehículos o los edificios públicos. Entró en vigor el 28 de febrero, a las 23.59 horas para estar vigente, en principio, hasta el 15 de marzo a las 15:59 horas.

No hay duda de que la situación se está haciendo cada vez más tensa: «En algunas escuelas _continúa relatando Nora_ las clases se están haciendo online y han comenzado a preparar las aulas para recibir refugiados», cuenta.

El temor también se aprecia, cuentan otras fuentes que prefieren mantener el anonimato, en que los rusos que viven en Polonia y que, normalmente, se informaban por medios de sus país al desconfiar de las noticias sobre Rusa generadas en Polonia, han comenzado a darse cuenta de lo que realmente lo que escuchaban pudiera no ser tan cierto como pensaban. Está comenzando a darse cuenta, dice esa fuente, de lo que está haciendo Vladimir Putin.

No solo se teme a la guerra en Polonia. «Al Gobierno polaco todo esto le viene bien porque arma de distracción sobre lo que está pasando en el país con el Estado de derecho. Ahora tenían que empezar a pagar la multa de un millón de euros diarios que le impuso el Tribunal de Justicia Europeo por la negativa de Varsovia a cumplir con una sentencia sobre la sala disciplinaria de jueces. Lo que está a pasando va a hacer que eso quede en segundo plano», explican fuentes conocedoras de la política polaca. 

La reorganización del sistema de justicia polaco, cree el Alto Tribunal europeo, podría «usarse para ejercer control político sobre las decisiones judiciales o para ejercer presión sobre los jueces con el fin de influir». Pero ese es solo uno de los frentes que Polonia tiene abiertos con la UE y que, como dijo en su día Euronews, le podrían costar unos 45 millones de euros al mes, que le irían descontando de las ayudas que deberían llegar desde Bruselas a Varsovia. 

Los últimos movimientos en la frontera bielorrusa (según Estados Unidos, parece que a partir del lunes va a enviar tropas para combatir en Ucrania del lado de Putin), también inquietan a la población. «El hecho de que el martes hayan estado por aquí el secretario general de la OTAN, representantes del Triángulo de Weimar (Alemania, Francia y Polonia) y Boris Johnson, también da qué pensar», comentan esas mismas fuentes. El otro temor en Polonia es que Putin quiera convertir el país en otro satélite ruso. Al más puro estilo de Bielorrusia.

No es extraño que los polacos se desvivan por ayudar a los ucranianos. Todavía están muy cercanas las consecuencias de la II Guerra Mundial en el país. No solo quedó destruida Varsovia entonces,

Tres cuartas partes de la vía ferrea quedaron inutilizadas, una granja de cada seis perdió la actividad y la mayor parte de las ciudades no podían funcionar. Solo hay que mirar atrás en la historia.