Guerra en Ucrania: «Muchos polacos van a la frontera para recoger refugiados y alojarlos en casa»

m. cedrón | B. Thevenin REDACCIÓN / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Polonia recuerda su pasado y desborda solidaridad con los que huyen de Putin

28 feb 2022 . Actualizado a las 14:47 h.

«Hoy —por este domingo— nos avisaron de que la gente necesita aspirinas, Apap (la marca polaca del paracetamol) y remedios parecidos para los niños. Muchos se han resfriado al tener que esperar durante horas para poder pasar la frontera. De noche, tenemos temperaturas de cerca de cero grados». Nora vive en Gdansk, una ciudad portuaria del Báltico, famosa por ser la urbe en la que se libraron las primeras batallas de la Segunda Guerra Mundial y por albergar los populares astilleros Lenin, donde se fundó en 1980 el sindicato Solidaridad que encabezó las protestas anticomunistas durante la era soviética. Nora es polaca y, como el resto de sus vecinos, está batiéndose el cobre por ayudar a los refugiados que están cruzando la frontera desde que Vladimir Putin ordenó invadir Ucrania. «Juntamos dinero, ropa, medicinas, comida para ayudar. Muchas gente va hasta la frontera para llevarse refugiados a sus casas», cuenta.

Los datos que manejaba ayer el alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) contabilizaban ya más de 368.000 personas procedentes de un país de 41 millones de habitantes, en base a las cifras facilitadas por las autoridades ucranianas.

No extraña la «gran solidaridad» que están teniendo los polacos con los refugiados por la guerra de Ucrania. Basta con repasar la historia para entenderlo. «Muchas familias polacas —cuenta Nora—vivían en Ucrania antes de 1939, entre ellas la de mi esposo que tenía propiedades cerca de Lviv (Leópolis)». Esta ciudad, ubicada a 540 kilómetros de Kiev y a unos 70 de la frontera polaca, se convirtió en los últimos años en uno de los destinos turísticos más populares de Ucrania. Ahora está aglutinando a cientos de ucranianos que llegan hasta ahí desde el este. Solo para estar un poco más cerca de la frontera.

Una niña cruza su mirada con la de un soldado polaco en la estación de Przemyl. Bruno Thevenin  e. la voz
Una niña cruza su mirada con la de un soldado polaco en la estación de Przemyl. Bruno Thevenin e. la voz BRUNO THEVENIN | E. La Voz

La gran mayoría avanzan desde ahí hasta la frontera, en Medyka, que cruzan a pie después de estar esperando horas. La mayoría son mujeres y niños. «Los hombres entre 18 y 60 años no pueden salir de Ucrania, tiene que luchar y lo hacen porque quieren defender su país. Aquí viven y trabajan ucranianos, pero algunos han decidido volver para alistarse en las fuerzas de defensa», explica esta mujer que, según las noticias que les llegan de Ucrania, dice que parece que «los rusos se encontraron una resistencia que no esperaban».

El paso de Medyka

En el paso fronterizo de Medyka la gente avanza en las dos direcciones. Las miradas de los ucranianos que avanzan hacia Kiev para combatir se cruzan con las de las mujeres y niños que escapan de la guerra. Les basta pasar a Polonia para recibir ropa, comida... El sábado, muchos vecinos de la ciudad polaca de Chelm aguardaron durante horas la llegada del tren procedente de Kiev para, en su breve parada, entregar alimentos y medicinas a los 300 pasajeros que viajaban en él.

Mientras, los refugiados continúan llegando a Przemyl, la localidad polaca más cercana a la frontera de Ucrania. Recorrer los 97,2 kilómetros que la separan de Lviv se hacen largos, muy largos, para quien ha tenido que dejar su casa prácticamente con lo puesto. Pero la gente llega hasta ahí de todas partes. El sábado llegó un tren con unas 100 mujeres y niños procedentes de Odesa. En la estación les aguardaba un montón de gente. Voluntarios que les ofrecían comida y mantas, familiares, pero también personas anónimas que se prestaban para alojarlos en sus casas. Los que no tenían coche o cómo conseguirlo, aguardaban en la estación, donde se ha habilitado un espacio para que puedan descansar y aguardar un medio en el que poder desplazarse. Un poco más al norte, en Mylny, han habilitado también un pabellón para que la gente pueda reunirse con sus familiares o para que esperen a ser trasladados a un lugar más protegido. Algunos se quedarán en Polonia. Otros piensan ir a Alemania, Praga... El éxodo solo acaba de comenzar.