Los diferentes lobis comenzaron este miércoles a presionar a los miembros del Congreso de EE.UU. para que transmitan a la Casa Blanca los riesgos que comportaría para la economía estadounidense aplicar un catálogo de castigos diseñado con el estómago. Los anuncios hechos por la Administración Biden apuntan a bloquear vínculos comerciales con Moscú, cerrar el paso a las exportaciones e importaciones tecnológicas, prohibir las operaciones con dólares en la banca rusa y, en general, llevar al país a una especie de limbo financiero respecto al resto del mundo.
Para los consorcios, la envergadura de las sanciones podría provocar un efecto bumerán sobre el tejido empresarial de EE.UU., que hace un par de años ya mantenía un volumen de negocio superior a 35.000 millones de dólares con Rusia en el comercio de bienes y servicios.
Más allá de los despliegues militares, lo que puede marcar el devenir del conflicto son las sanciones. Y a ese terreno parecen trasladarse ahora los mandatarios de las dos potencias. Putin celebró una reunión telemática «privada» con algunas de las principales empresas italianas para discutir sobre «cooperación comercial y de inversión», así como para analizar fórmulas de «expansión» de las relaciones económicas entre las compañías de ambos países. Lo hizo el mismo día que el Gobierno de Mario Draghi declaró su apoyo total a la OTAN y pidió a las compañías con capital público que no participen en reuniones con el Gobierno ruso.
Nuevas vías de abastecimiento de gas
Y mientras, el presidente Biden se ha embarcado en una ronda de contactos con los líderes de los principales países energéticos con el fin de buscar nuevas vías de abastecimiento en caso de que la crisis ucraniana empeore y Moscú corte el gas. La iniciativa se ve cómo una manera de tranquilizar a Europa, que depende en un 40% de las reservas rusas, y a la gran industria. El presidente recibirá el próximo día 31 al emir de Catar, Tamim bin Hamad al Zani, en la Casa Blanca. Y como en el caso ruso, los dos dirigentes hablarán de suministro energético, pero también de futuras inversiones y la «promoción de la seguridad y la prosperidad en el Golfo y en Oriente Próximo», según ha anunciado Washington.
Lo que por un lado puede parecer positivo al distraer el enfoque bélico trasladando el pulso a una carrera por atraerse al mayor número posible de socios económicos, por otro puede significar el advenimiento de un futuro sombrío. Rusia ya ha demostrado su superioridad militar ante Ucrania y a Putin le resultaría más fácil una desescalada voluntaria una vez que ha hecho esa exhibición para que no parezca que cede ante unas sanciones que, además, van dirigidas contra su propia persona.
«Limitar el daño potencial»
Entre los que presionan ahora en Washington destaca el grupo que reúne a gigantes energéticos como General Electric y Chevron, además de otras compañías que trabajan con Rusia. El Instituto Americano del Petróleo, la organización de cabildeo más grande de EE UU. que reúne a los perforadores de petróleo y gas, ya ha discutido las posibles sanciones con las oficinas del Congreso. Y según uno de sus portavoces, «han de ser lo más específicas posible para limitar el daño potencial a la competitividad de las empresas estadounidenses».
Las sanciones a la exportación generalmente se implementan gradualmente, lo que les da a las empresas tiempo para liquidar sus negocios existentes o garantizar la llegada de las entregas, dijo William Reinsch, ex alto funcionario del Departamento de Comercio de EE UU. Pero en este caso, es probable que se apliquen repentinamente, en medio de una crisis, lo que hace que sea más difícil asegurar un período de «relajación», dijo.
El precedente de Crimea
Las compañías petroleras ya sintieron las consecuencias de las sanciones de Estados Unidos a algunas de las operaciones de perforación más costosas de Rusia durante años después de que Putin invadiera Crimea en 2014. Aquellas medidas obligaron a Exxon Mobil a abandonar el Ártico ruso y pusieron fin a la colaboración de la empresa con la petrolera estatal rusa Rosneft, con la que firmó un acuerdo de 3200 millones de dólares en 2011 para desarrollar la región.
Exxon argumentó que las sanciones, que retrasaron el trabajo en un importante descubrimiento en el Mar de Kara sobre el Círculo Polar Ártico, penalizaron injustamente a las empresas estadounidenses y permitieron que empresas extranjeras operaran en el país, uno de los mayores productores de petróleo del mundo. Las sanciones del 2014 afectaron a los objetivos más fáciles en los proyectos de exploración de petróleo y gas de alta tecnología de Rusia.
En todo caso, el país que dirige con mano firme Putin sigue siendo el quinto mercado de exportación para la UE, con 81.500 millones de euros (92.000 millones de dólares) de enero a noviembre del 2021. Además, es el tercer proveedor del continente europeo, por detrás de China y Estados Unidos, según los últimos datos de Eurostat, con 142.000 millones de euros (160.300 millones de dólares) de mercancías en los once primeros meses del año pasado.
Jesús carballo
A la «total unanimidad» reflejada por parte de los aliados para afrontar una posible invasión rusa de Ucrania , Europa difiere de Estados Unidos sobre la estrategia a seguir. Dentro del club comunitario también hay diferencias entre los socios a la hora de posicionarse para abordar la crisis, enviar armas, aportar tropas o incluso tomar parte en el conflicto.
La Unión Europea no esconde su apuesta por agotar la vía diplomática, con Alemania y Francia a la cabeza, como tampoco la firme unidad de los aliados ante una agresión rusa a Ucrania. «Si se produce, habrá que castigar a Rusia» , señaló el presidente Emmanuel Macron. Pese a ese sentimiento de unidad, el canciller Olaf Scholz descartó «por razones históricas» que Alemania suministre armas ofensivas a Ucrania. Letonia, Lituania y Estonia, en cambio, no han dudado en trasladar armamento a Kiev, con permiso de Washington.
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