La democracia de EE.UU. sigue sin cerrar la herida abierta por el asalto al Capitolio

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Seguidores de Trump, entre ellos el chamán de QAnon, el 6 de enero del 2021 en el Capitolio.
Seguidores de Trump, entre ellos el chamán de QAnon, el 6 de enero del 2021 en el Capitolio. JIM LO SCALZO | Efe

Un año después, se estrecha el cerco a Trump, pese a la negativa de los republicanos a implicarlo

14 ene 2022 . Actualizado a las 11:00 h.

Un año después de la irrupción de una turba de simpatizantes de Donald Trump en el corazón de la democracia de EE.UU., el Capitolio, con el objetivo de boicotear la certificación del triunfo de Joe Biden en las presidenciales, la brecha se ha ahondado entre demócratas y republicanos, con estos últimos negándose a reconocer la complicidad del expresidente en el asalto, conscientes de que sus aspiraciones de volver a la Casa Blanca pasan de nuevo por él. El fiscal general de EE.UU., Merrick Garland, pronunció este miércoles un discurso solemne para recalcar el «compromiso inquebrantable del Departamento de Justicia de defender a los estadounidenses y la democracia de la violencia y las amenazas de violencia». Es el momento. Millones de estadounidenses consideran en las encuestas que todavía hoy la democracia «está en peligro» y las autoridades federales no descartan que, tras el precedente de hace un año, se haya destapado la caja de Pandora de la violencia ideológica.

Con motivo del aniversario del asalto, que terminó con cinco muertos y cerca de 140 agentes heridos, la Cámara de Representantes, de mayoría demócrata, ha organizado para este jueves una serie de actos conmemorativos, entre ellos una vigilia y un minuto de silencio, seguidos de un encuentro con historiadores en el que se «preservará la narrativa» de lo ocurrido y el relato de varios congresistas sobre cómo vivieron aquellas horas.

Además, Biden y la vicepresidenta Kamala Harris pronunciarán sendos discursos desde el Capitolio. «El presidente hablará sobre la verdad de lo que ocurrió, no las mentiras que algunos han difundido desde entonces, y el peligro que ha supuesto para la legalidad y para nuestro sistema de Gobierno democrático», recalcó la noche del martes la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki. 

Trump cancela su discurso

Trump optó este miércoles por cancelar la rueda de prensa que tenía previsto ofrecer desde su residencia de Mar-a-Lago (Florida). Como argumento para anularla lanzó en un comunicado una nueva diatriba sobre el fraude electoral: «A la luz de la total parcialidad y deshonestidad del comité de demócratas no electo del 6 de enero, dos republicanos fallidos y los medios de comunicación falsos, cancelo la conferencia de prensa en Mar-a-Lago». En su lugar, el expresidente anunció un mitin el próximo día 15 en Arizona, en el que abordará «muchos de esos temas importantes».

Mientras los demócratas se afanan en recopilar pruebas que evidencien al menos las nulas intenciones de Trump de poner freno a unas protestas violentas que él mismo jaleó momentos antes, durante un discurso incendiario, los republicanos, salvo unos pocos caídos en desgracia, optan por centrar el debate en las infundadas acusaciones de fraude electoral para justificar lo ocurrido aquel 6 de enero del 2021.

Pese a las maniobras republicanas y del círculo más cercano al presidente —algo que ya les ha costado una acusación de desacato al exasesor Steve Bannon y al que fuera jefe de gabinete Mark Meadows— , cada vez se estrecha más el cerco sobre Donald Trump. En vísperas del aniversario, la comisión que investiga los hechos, con presencia de algunos republicanos como la repudiada Liz Cheney, está a la espera de conocer si finalmente el Tribunal Supremo de EE.UU. bloqueará a petición de Trump el acceso a las 700 páginas de archivos de registros y actividades de aquel día en la Casa Blanca, que revelarían qué papel jugó exactamente el presidente saliente. Hace dos días, Cheney desveló que Ivanka Trump suplicó a su padre en «al menos dos ocasiones» que interviniera para detener el asalto.

La comisión, que espera tener listas sus conclusiones finales antes de las elecciones legislativas de noviembre, espera iniciar una fase más pública del proceso, con la difusión a través de los medios de las comparecencias, entre las cuales no descartan que estén las del propio Trump y las de su vicepresidente Mike Pence.

Más de 700 acusados y una treintena de encarcelados

En el último año, la Justicia de EE.UU. ha presentado cargos contra 725 personas por delitos que van desde atacar físicamente a policías, pasando por destruir propiedades del Gobierno hasta entrar en un edificio de acceso restringido, a la vez que investigaba la implicación en el caso de milicias de extrema derecha como Proud Boys y Oath Keepers.

Hay detenidos de casi cada uno de los cincuenta estados que conforman EE.UU. La principal acusación que han presentado los fiscales es la de entrada ilegal en un lugar restringido contra unas 640 personas; mientras que hay otras 225 imputadas por agresión o resistencia a la autoridad.

Hasta ahora, unas 165 personas se han declarado culpables de al menos alguno de los cargos, mientras que 70 ya han sido condenadas, de las cuales 31 están en prisión. La mayor condena dictada hasta la fecha recayó sobre Robert Scott Palmer, que pasará cinco años y tres meses entre rejas por agredir a varios agentes con un extintor. El operador de grúa en una fábrica de acero en Tampa (Florida) Paul Hodgkins tuvo el dudoso privilegio de ser el primer sentenciado por agredir a policías: ocho meses en una prisión federal y dos años de libertad condicional. Pero el condenado más mediático es Jacob Chansley, el hombre ataviado con unos cuernos y una piel de bisonte que, tras auparse al atril del Senado, tuvo tiempo para dejar una amenaza al exvicepresidente Pence. Conocido como el chamán de QAnon, purga 41 meses de prisión. En realidad, es un actor que perteneció hace años al Ejército. Como él, casi un centenar de arrestados son veteranos o eran militares o policías en activo.

El próximo en ser llamado a declarar ante la comisión parlamentaria de investigación es el presentador de la cadena Fox News Sean Hannity porque sospechan que tuvo «conocimiento previo sobre los planes» de Trump para aquel 6 de enero. El comité tiene en su poder «docenas» de mensajes que Hannity intercambió con el entonces jefe de gabinete Mark Meadows, en los que el presentador rechaza el plan para desafiar la certificación de la victoria de Biden y urge a Trump a pedirle a la gente que abandone el Capitolio.

La sociedad continúa dividida sobre el papel del presidente saliente en el motín

Un año después de lo ocurrido, la sociedad estadounidense sigue profundamente dividida en relación a lo ocurrido y al grado de responsabilidad de Trump, con más del 70 % de los votantes republicanos asegurando que si el expresidente tuvo algo que ver en aquel episodio fue en pequeña medida, frente al 92 % de los demócratas que le achacan toda la responsabilidad.

Según esta encuesta realizada por The Washington Post y la Universidad de Maryland, el 62 % de los votantes republicanos sostienen que hay evidencias de que se produjo fraude electoral y cuatro de cada diez afirman que la violencia contra el Gobierno está justificada.

La justificación

Donald Trump, que incluso ha arremetido de manera furibunda contra aquellos compañeros de partido que no han dado pábulo a sus teorías de la conspiración, ha justificado lo ocurrido en el Capitolio como un acto contra la «insurrección» que se produjo en las elecciones del 3 de noviembre, una estrategia que se espera que sea la utilizada por los republicanos tanto en los comicios de este año como durante la campaña para las presidenciales del 2024.

«Nuestro partido tiene que elegir. Podemos ser leales a Donald Trump o podemos ser leales a la Constitución, pero no podemos serlo a ambos y ahora mismo hay demasiados republicanos que están tratando de ayudar al expresidente», dijo Liz Cheney, vicepresidenta de la comisión que investiga el asalto y una de las dos personas republicanas presentes en ella. A pesar de las palabras de Cheney y otros congresistas republicanos, la mayoría del partido ha tratado de restar importancia a lo ocurrido y algunos, como el líder de la minoría en el Cámara, Kevin McCarthy, si bien se muestran a favor de que caiga todo el peso de la ley sobre los insurrectos, no solo han pasado siempre por alto cualquier implicación del expresidente, sino que también han acusado a los demócratas de utilizar lo ocurrido «para dividir aún más» a la sociedad estadounidense.