Rusia juega con fuego en los Balcanes

Ivana Stradner

INTERNACIONAL

María Pedreda

Putin quiere restablecer a Moscú como intermediario en el poder mundial

02 ene 2022 . Actualizado a las 09:51 h.

Este año se celebra el 30.º aniversario del inicio de las guerras yugoslavas, el conflicto más sangriento de Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Pese a que los Estados de los Balcanes se convirtieron en Gobiernos democráticos y se integraron en la OTAN y en la Unión Europea justo después de las guerras, la actitud de Occidente ha contribuido a su deterioro en los últimos años. Ahora el presidente de Rusia, Vladimir Putin, está aprovechando su oportunidad de utilizar los antiguos estados de Yugoslavia como el próximo campo de batalla para debilitar a la OTAN y a la UE.

Los esfuerzos de Putin para llevar los Balcanes al borde del abismo forman parte de su misión para restablecer a Rusia como un intermediario en el poder mundial. Similar a la estrategia del Kremlin en el Cáucaso, el objetivo de Rusia es aumentar las tensiones para posicionarse como único mediador y garante de seguridad. Y demostrar que ni la OTAN ni la UE ni sus miembros son socios creíbles para ninguno de los países de los Balcanes. Mientras Moscú continúa con su despliegue militar cerca de la frontera con Ucrania, su campaña de influencia en los Balcanes supone otro desafío más para Occidente. La estrategia de Putin es desconcertante. Los analistas ven los Balcanes como un remanso geopolítico y no entienden qué podría ganar Rusia con su intervención.

Rusia ve esa zona como el punto débil de Europa: su creciente influencia en la zona amenaza con permitirle situar activos militares estratégicos cerca de una base importante de EE.UU. y le garantiza el acceso al mar Adriático. El principal objetivo de Putin es equilibrar la balanza de poder en Europa con la ventaja de Moscú, y los Balcanes forman parte de esa estrategia. Han presentado operaciones de información para alentar protestas, además de asentar los acuerdos de armas, integrarse en la infraestructura energética y aprovecharse de los lazos culturales entre la iglesia ortodoxa.

La respuesta débil de la UE ha ayudado a Rusia. Después de miles de años y de billones de euros invertidos en la integración de los Balcanes en la UE, ese esfuerzo se ha estancado. La Unión no se ha expandido desde la absorción de Croacia en el 2013, y pese a las promesas de adhesión de los «seis Balcanes occidentales» (Albania, Bosnia, Kosovo, Montenegro, Macedonia del Norte y Serbia), las conversaciones se han parado.

Durante la última crisis de los Balcanes en los noventa Rusia era demasiado débil como para intervenir. Se limitó a mantener la paz después de la guerra de Kosovo en 1999, de la que se retiró en el 2003. Pero no hay duda alguna de que incluso entonces el Gobierno ruso vio en la expansión de la OTAN en Europa del Este una amenaza para su seguridad nacional. Ahora, con una Rusia mucho más fuerte económica y militarmente, el Kremlin ve la oportunidad de revertir el avance de la OTAN en los antiguos estados yugoslavos. Occidente estaba dormida la última vez que estalló la guerra en los Balcanes, pero esta vez hay demasiado en juego como para ignorarlo.

Moscú se ha aprovechado de la corrupción de los países de los Balcanes para avanzar en sus objetivos. Cuando los antiguos estados yugoslavos pasaron del socialismo al mercado libre después de los noventa, la cleptocracia y la privatización ilegal echaron raíces. Y Putin lo está utilizando para abrir brechas económicas, étnicas y religiosas en los Balcanes al cooptar a los líderes de la región.

Serbia actúa como un jugador clave en la apuesta del Kremlin en los Balcanes. Tanto el Gobierno como la iglesia mantienen su lealtad con Moscú, respaldada por siglos de lazos religiosos y culturales, así como por el aislamiento de Serbia y Rusia de las potencias occidentales. El presidente serbio, Aleksandar Vucic, tiene más intereses inmediatos en el plan de Rusia, pues el caos que se produciría en la región le permitiría posicionarse como una figura de estabilidad en la campaña de reelección del 2022. Para asegurar que las elecciones jueguen en su favor, Serbia y Rusia se han comprometido a combatir las protestas masivas y las «revoluciones de color» que llegan desde Occidente. Rusia corresponde a la lealtad serbia con un generoso apoyo a su Ejército. Desde el 2018, su presupuesto en defensa casi se ha duplicado.

Moscú ha amenazado a los países de los Balcanes que han intentado afianzar relaciones con Occidente. En el 2018 intentó evitar un referendo en Macedonia del Norte para formar parte de la OTAN y su embajador declaró al país un «objetivo legítimo» si las tensiones entre la organización y Rusia aumentaran (el país se convirtió en miembro en el 2020).

Los polvorines de los Balcanes son Kosovo y Bosnia y Herzegovina. Aunque más del 90 % de la población de Kosovo es de etnia albanesa, Serbia ve el país como un lugar que guarda algunos de los sitios más sagrados de la iglesia ortodoxa serbia. Moscú ha dejado claro que el reconocimiento diplomático de la ONU de la independencia de Kosovo de Serbia será imposible sin su aprobación. A menudo Putin se refiere a Kosovo para justificar la anexión de Crimea por parte de Rusia, argumentando que el reconocimiento de Occidente de la secesión del país de Serbia ha creado un precedente que legitima la declaración unilateral de independencia de otros territorios.

En Bosnia y Herzegovina, el acuerdo de paz de Dayton que puso fin a la guerra en 1995 está en crisis. El país continúa bajo las divisiones entre las comunidades bosnias, serbias y croatas, que Rusia ha aprovechado en su beneficio. En marzo Rusia amenazó con tomar represalias si Bosnia se unía a la OTAN. Mientras, el miembro serbio de la presidencia tripartita de Bosnia, Milorad Dodik, amenazó también con que la República de Srpska se separará de Bosnia. En diciembre su Asamblea Nacional votó a favor para que los serbios de Bosnia se retirasen de las instituciones.

La estabilidad de la UE y de la OTAN está en juego

Ya es hora de que las potencias de Occidente se den cuenta de la amenaza que supone para sus intereses los planes de Rusia en los Balcanes. La OTAN debe volver a centrarse en la región y priorizar la reducción de las tensiones. Debe enviar a su equipo de apoyo a los Balcanes, como hizo en Montenegro en el 2019, para combatir la campaña de desinformación de Rusia y otras operaciones de información. Y sus miembros deberían organizarse para contrarrestar la interferencia rusa en Bosnia, desplegando misiones de paz en los lugares estratégicos.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firmó en junio una orden por la que sancionaría a quienes amenazasen la estabilidad en los Balcanes.

Pero, sobre todo, la OTAN debería acelerar el proceso de adhesión de Bosnia y Kosovo. Esa operación aumentaría el coste que supondría para el Kremlin sus operaciones en los Balcanes.

Como sucedió al inicio de las guerras yugoslavas o en el período previo a la Primera Guerra Mundial, puede resultar complicado convencer al mundo de la importancia de los Balcanes. En los noventa, los países de Europa fallaron en su respuesta a la crisis y EE.UU. se vio obligado a intervenir. Sin embargo, esta vez es poco probable que lo haga. Por lo que la carga caerá totalmente sobre la UE.

Nada menos que la estabilidad de Europa y la vitalidad de la Unión Europea y de la OTAN están en juego.

Ivana Stradner es miembro de Jeane Kirkpatrick en el American Enterprise Institute, donde su investigación se centra en el derecho internacional y la seguridad. ©2021 Council on Foreign Relations, publisher of Foreign Affairs. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por S. Pérez.