Portugal se enfrenta al riesgo de que nada cambie tras las elecciones del 30 de enero

M. Marín LISBOA / EFE

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El primer ministro portugués, António Costa
El primer ministro portugués, António Costa JOHANNA GERON / POOL

Las encuestas apuntan a la necesidad de pactos para gobernar

02 ene 2022 . Actualizado a las 09:51 h.

Portugal vuelve a las urnas. Dos años después de las legislativas que dieron la segunda victoria al socialista António Costa, el país vota el 30 de enero en unas elecciones adelantadas que, según los sondeos, no concederán mayorías absolutas. Según el último, publicado el pasado día 30, la principal fuerza de la oposición, el Partido Social Demócrata (PDS), sigue recortando diferencias respecto al Partido Socialista (PS) que gobierna Portugal y estaría a 7 puntos porcentuales. La derecha lusa escala, con respecto a las encuestas de noviembre, cinco puntos hasta el 31 % de los votos, frente al 38 % del PS, que en noviembre, según el mismo sondeo, tenía el 40 %.

La incertidumbre provocada por la crisis política que estalló en la recta final del año amenaza a la recuperación, de ahí la trascendencia de unos comicios que el propio Costa considera los «más importantes» de la historia reciente.

Más de 10,8 millones de portugueses están convocados a unas elecciones que deberían arrojar una mayoría estable para conducir la recuperación tras la pandemia, aunque todas las proyecciones coinciden en que el ganador tendrá que pactar. «Las mayorías absolutas son bastante difíciles porque la tendencia en los últimos tiempos en Portugal ha sido hacia la fragmentación», estima la politóloga Marina Costa Lobo.

El adelanto electoral sorprendió a Portugal cuando se sacudía de la crisis del coronavirus y miraba con cierto optimismo sus cifras macro. Costa ganó en el 2019 y se dispuso a gobernar en minoría mediante pactos con la izquierda, dejando atrás el «matrimonio» con el Bloco de Esquerdas y los comunistas que le llevó al poder en el 2015, la popular geringonça.

Superada la etapa crítica de la pandemia, el desencuentro entre los socios se acentuó y los socialistas se quedaron solos en la defensa del Presupuesto para el 2022, marco de millonarios fondos europeos para la recuperación. El presidente luso, Marcelo Rebelo de Sousa, no dudó entonces en recurrir al adelanto electoral para atajar una inestabilidad política que amenazaba a la economía. Hasta en ocho ocasiones ha utilizado Portugal esta fórmula en sucesivas crisis.

Inflexión en las municipales

Las diferencias entre los socialistas y sus socios se tradujeron en un divorcio tras las municipales del pasado septiembre. El detonante fue el avance de la derecha y su inesperado triunfo en Lisboa tras 14 años de gestión socialista: Carlos Moedas se impuso a un desgastado Fernando Medina, que perdió en el camino 25.000 votos.

Fue una derrota socialista más que una victoria conservadora, pero cambió el mapa político y la percepción de los partidos.

El «efecto Lisboa» sacudió como un huracán a Portugal. El PSD, líder de la oposición, ganó terreno en centros urbanos y recuperó la esperanza de volver al poder en el Gobierno central.

Sumido en una recurrente crisis interna, el PSD aceleró unas primarias que consolidaron a su líder, Rui Rio, pero evidenciaron la profunda división del partido y sus problemas para definir una estrategia electoral clara.

También la izquierda minoritaria debe perfilar su hoja de ruta para estos comicios. La geringonça ha pasado factura al Bloco y los comunistas en las urnas.

El descontento crece en las filas del PCP, el partido comunista más ortodoxo de occidente —acaba de votar contra la eutanasia—, que mantiene un pie en la calle por sus lazos con los sindicatos y posterga su propia renovación interna, con un candidato —Jerónimo de Sousa— de 74 años. En el Bloco, la sangría de votos es aún mayor: fue adelantado por la ultraderecha en las municipales. De los resultados del día 30 depende su futuro.