Durante todos estos años sus políticas han ido mutando y adaptándose a los tiempos. Empezó como defensora de la energía nuclear y decretó el apagón tras el desastre de Fukushima. Se mostraba en contra de las cuotas obligatorias para mujeres en consejos de administración y acabó cediendo y hasta considerándose feminista. Enarbolaba la bandera de austeridad y acabó endeudándose para hacer frente a la pandemia. Hay poca ideología en sus políticas, mucha sobriedad y un elevado grado de pragmatismo.
También ha cosechado críticas por su inacción en determinados momentos, o por no haber emprendido las reformas en innovación y digitalización para colocar a Alemania a la vanguardia. En su despedida militar la semana pasada, Merkel dejó una frase que resume su visión de la política. «Quisiera animarles a seguir viendo el mundo a través de los ojos de los otros. A tener en cuenta las perspectivas opuestas y no siempre cómodas de quien tenemos enfrente, y a trabajar por el equilibrio entre los distintos intereses». El futuro dirá si habrá más políticos que quieran ser como Merkel.