La Casa Blanca pensaba que Biden llegaba al encuentro virtual en posición de fuerza gracias a la ley de infraestructura que acababa de firmar, porque por primera vez en dos décadas EE.UU. invierte más que China en la modernización de su propio país. Sin embargo, Biden llega con un bajo índice de popularidad y la perspectiva de perder el Congreso en las elecciones de medio mandato, mientras que Xi acaba de recibir el espaldarazo del Partido Comunista para un tercer turno en el poder.
El pulso estaba altamente coreografiado, no solo en las pantallas de la sala por las que aparecía Xi, con su taza de té, sino hasta en el intermedio que tomaron las partes, decididas a hacer buena la previsión de que hablarían durante más de tres horas. El resultado, más allá de los comunicados de buenas intenciones, tendrá que trasladarse en los próximos meses a áreas de cooperación tan conflictivas como Taiwán, que se ha convertido en el eje estratégico de EE.UU. para influir en la región de Asia Pacífico.