El niño prodigio de la derecha tropieza otra vez

J. Kush / Efe VIENA

INTERNACIONAL

Sebastian Kurz dimitió el pasado sábado por un escándalo de corrupción.
Sebastian Kurz dimitió el pasado sábado por un escándalo de corrupción. LISI NIESNER | Reuters

11 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Sebastian Kurz es sin duda el niño prodigio de los conservadores austríacos, tras haber sido secretario de Estado con solo 23 años, ministro de Exteriores con 27 y canciller federal con solo 31 años. Ahora, con 35, y tras su dimisión en medio de acusaciones de corrupción, es también el doble excanciller federal más joven en la historia de Austria. Pero Kurz no deja el poder, sino que sigue como líder del partido popular ÖVP, una formación que ha participado en todos los gobiernos desde 1986, justo el año en el que él mismo nació. Además, será el nuevo portavoz parlamentario del partido, con lo que estará involucrado en todas decisiones que tome el designado canciller, el hasta ahora ministro de Exteriores, Alexander Schallenberg.

Y todo ello será solo de forma temporal. Hasta que la Justicia haya esclarecido las acusaciones en su contra y contra nueve de sus más estrechos colaboradores. Pero este proceso puede durar años y el posible desgaste político es difícil de predecir.

Si bien todas las encuestas indican que un tercio del electorado lo apoya de forma incondicional, como una especie de «mesías», Kurz es, al mismo tiempo, el personaje más rechazado por el resto del espectro político. En el 2017 hizo estallar la coalición del ÖVP con el partido socialdemócrata SPÖ, y dos años más tarde forzó la salida del Gobierno del ultraderechista FPÖ tras otro escándalo de corrupción y él mismo fue tumbado por una moción de censura. Pero tras cada ruptura, Kurz salió ganando en las urnas: en el 2017 triunfó con el 31,5 % y en el 2019 con el 37,5 %.

No quieren gobernar con él

Por eso, desde la socialdemocracia, pasando por los liberales hasta los ultranacionalistas, ningún partido opositor quiere gobernar con él. También los ecologistas, su actual socio de Gobierno, dejaron de aceptarlo como canciller y forzaron su salida del Ejecutivo para mantener con vida una coalición que formaron con el ÖVP en enero del 2020.

Pero desde el punto de vista democristiano, todo lo que toca Kurz lo convierte en oro para su partido que, hasta su llegada al poder en el 2017, estaba en las encuestas por debajo del 20 %. Unos sondeos que en parte fueron supuestamente manipulados a partir del 2016 por asesores de Kurz para mejorar su posición frente al entonces líder del partido, Reinhold Mitterlehner.

Tras destituirlo, el nuevo joven líder conservador anunció una nueva forma de gobernar y de hacer política. Sin embargo, sus críticos destacan que este «nuevo estilo» consiste en un sofisticado sistema de máximo control de la comunicación, con decenas de nuevos empleados de relaciones públicas en la Cancillería.

Al mismo tiempo, fueron apartados todos los exponentes del «ÖVP clásico», para reemplazarlos con gente joven leal a Kurz. Así se explica que todos los barones regionales del partido y todos los ministros declararon su apoyo incondicional a Kurz. La opción de otras elecciones anticipadas, en medio de investigaciones de corrupción, le pareció incluso a Kurz una apuesta demasiado arriesgada. Así, los democristianos y verdes seguirán gobernando y habrá que ver si Schallenberg se emancipa de su jefe o si el «sistema Kurz», continúa sin cambios.