Los olvidados de España en Afganistán

Mikel Ayestaran AFGANISTÁN/ ENVIADO ESPECIAL COLPISA

INTERNACIONAL

Mohamed Sadiq Atif, en la casa de Kabul donde vive con sus hijos.
Mohamed Sadiq Atif, en la casa de Kabul donde vive con sus hijos. MIKEL AYESTARÁN

Los colaboradores de la Agencia de Cooperación y Desarrollo (AECID) se quedaron en tierra tras la caótica evacuación y viven aterrorizados a la espera de una llamada salvadora

10 sep 2021 . Actualizado a las 11:58 h.

«Nos piden calma, pero no es fácil tener calma con los talibanes en las calles. Hemos recibido amenazas de muerte y tenemos que irnos lo antes posible», suplica Mohamed Sadiq Atif mientras muestra el último mensaje recibido en su teléfono móvil. Es uno de los cientos de afganos que colaboraron con España y que se quedaron en tierra tras la caótica evacuación que las fuerzas internacionales pusieron en marcha tras la toma de Kabul por parte de los islamistas.

La comunicación es siempre por WhatsApp o correo electrónico y el último contacto es del 26 de agosto, día en el que se produjo la brutal explosión en la puerta de Abbey del aeropuerto internacional. Al menos 183 personas murieron tras este atentado suicida del brazo local del grupo yihadista Estado Islámico. «Desde entonces nada. Seguimos a la espera de una llamada salvadora. Espero que no se hayan olvidado de nosotros», lamenta este profesional del sector agrícola de Qala-i-Nao, que trabajó de 2009 a 2013 con la Agencia Española de Cooperación y Desarrollo (AECID) en Badghis, la que fuera «provincia española».

Mohamed Sadiq Atif, en la casa de Kabul donde vive con sus hijos.
Mohamed Sadiq Atif, en la casa de Kabul donde vive con sus hijos. MIKEL AYESTARÁN

Tras la llegada de los islamistas a Qala-i-Nao, Mohamed, sus dos mujeres y nueve hijos viajaron hasta Kabul lo más rápido que pudieron.

Sus nombres figuraban en las listas de la evacuación, pero nunca superaron los controles. «Pasamos tres noches en el aeropuerto, hasta que decidimos irnos de allí porque era muy peligroso», recuerda Mohamed, que ahora vive con toda la familia en un pequeño apartamento del centro de la capital.

La mayor parte de familias que colaboraron con España y huyeron con él de Badghis también se quedaron en tierra y ahora, cansadas de esperar la llamada, han decidido volver a Herat, al oeste del país.

«Hasta el momento han salido 36 familias de trabajadores de AECID, aproximadamente unas 175 personas, pero quedan 150 familias en Afganistán, unas 800 personas. Nuestro objetivo es conseguir que salgan de allí lo antes posible y el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, se ha comprometido a que esto sea así», comenta Ignacio Alvaro, un antiguo trabajador de AECID en Qala-i-Nao y Kabul, que junto a otros excompañeros trata de ayudar a quienes fueron sus colaboradores. Las Fuerzas Armadas españolas lograron evacuar a 1.900 cooperantes afganos y familiares, de España y de otros países, de la Unión Europea, de la ONU, de la OTAN y el personal de la embajada española. Un gran esfuerzo en tan poco tiempo, pero insuficiente, como le ha ocurrido al resto de países. Mohamed no puede volver a Qala-i-Nao «porque nuestra vida corre peligro.

Los talibanes nos llamaron para pedirnos que volviéramos, pero no se puede confiar en ellos. No van a perdonar a quienes trabajamos con sus enemigos». Su delito fue colaborar en la formación de agricultores, dar clases en escuelas, apoyar programas para la integración de la mujer en el mundo laboral. «El trabajo humanitario de España fue un éxito, pero en apenas unos días todo ha quedado destruido, las escuelas cerradas y las mujeres vuelven a estar encerradas en casa», comenta con impotencia.

Sus hijos le rodean, apenas salen del cuarto en el que viven y juegan en un pequeño patio cubierto de hojas de parra. Están aterrorizados.

Escondidos en un piso En otra zona de Kabul, alejada del centro, el doctor Mohamed Zahir, su esposa y dos hijos comparten el mismo terror que la familia de Mohamed.

Este médico de 40 años trabajó con la AECID de 2006 a 2009 como supervisor de hospitales. Fueron siete años de intensa labor en toda la provincia de Badghis, en los que «llegamos a poner en marcha siete clínicas», recuerda no nostalgia. Cuando llegó el Emirato no dudó en solicitar la evacuación, vendió su piso en Kabul y se fue al aeropuerto, pero desde el primer momento «me llamó la atención que la mayor parte de trabajadores de AECID nunca subían a los aviones».

Piensa que España trabaja para resolver la situación lo antes posible y sueña con seguir como médico, pero hasta que llegue ese momento él y los suyos viven escondidos en un piso de alquiler. «Salimos lo imprescindible de casa porque no te puedes fiar de los talibanes. Les conozco bien porque acabé mis estudios durante el primer Emirato. No puedes confiar en su palabra», advierte.

En su caso, el último mensaje desde España lo recibió un poco antes del atentado en el aeropuerto. «Me pedían calma y decían que estaban haciendo todo lo posible para evacuarnos. Creo en su palabra, pero pasan las semanas y seguimos aquí, bajo el control de los talibanes. Así es difícil tener calma, ¿por qué no hacen algo ya?», se pregunta sin poder ocultar los nervios.

 Las cuatro horas infernales de dos periodistas Kabul

Taqi, fotógrafo, y Nematullah, cámara de vídeo, cubrían el miércoles una manifestación ante una comisaría Kabul para el periódico 'Etilaat Roz' (El día de la información), pero su presencia no gustó a los talibanes, que los detuvieron durante cuatro horas y les sometieron una brutal paliza.

Este jueves mostraron los daños que sufrieron en sus cuerpos, con hematomas tan grandes que cubren toda la parte baja de la espalda -en uno de ellos-, el hombro completo -en otro- y los muslos -en ambos casos-.

«Detenían a todos los que grababan, tomaban los teléfonos», narraron las víctimas a la agencia de noticias francesa AFP.