Biden enmarca la salida de Afganistán en el fin del intervencionismo de Estados Unidos

Mercedes Gallego COLPISA | NUEVA YORK

INTERNACIONAL

El presidente Biden, durante su discurso sobre la retirada de Estados Unidos de Afganistán
El presidente Biden, durante su discurso sobre la retirada de Estados Unidos de Afganistán Stefani Reynolds | Efe

El presidente anuncia que EE.UU. renuncia a «más grandes operaciones» y la nueva política se centrará en China, Rusia y el ciberterrorismo

01 sep 2021 . Actualizado a las 11:18 h.

«La guerra ha terminado» anunció solemne el presidente Joe Biden, sin la menor sombra de culpabilidad. «Era hora de terminarla». Pero lo que acababa no era solo la guerra de Afganistán, en la que han triunfado los talibanes, sino la era del intervencionismo estadounidense con el que Washington ha intentado construir democracias por el mundo a su imagen y semejanza, siempre fallidas.

No más «grandes operaciones militares para rehacer otros países», prometió. Era hora de decir la verdad a los estadounidenses, dijo el presidente mirando fijamente a las cámaras. La misión antiterrorista en Asia Central evolucionó a un intento de «crear una democracia cohesiva y un Afganistán unido», algo en lo que se falló estrepitosamente, a pesar de haber invertido dos billones de dólares y las vidas de 2.461 estadounidenses. «Era algo que nunca se había hecho en muchos siglos de historia afgana», justificó.

Para quienes pensaban que «esa mentalidad y esos despliegues militares a gran escala» en otros países les permitirían sentirse más seguros en casa, Biden les sacudió el espejismo y les recordó el precio pagado.

No se refería a los 300 millones de dólares diarios, y ni siquiera a la lista de vidas perdidas que guarda en su cartera, sino a los 18 veteranos que se suicidan a diario, a las pesadillas que les hacen sudar de noche, a los divorcios, los cumpleaños perdidos, los niños que crecieron sin padre, los amputados. «No creo que la gente sea consciente del sacrificio que le estamos pidiendo al 1% en uniforme», recordó.

Si lo sabe es porque su propio hijo Beau sirvió en Irak, vivió en su cabeza su propio Vietnam y murió de cáncer, pero también porque desde esa sensibilidad se ha reunido con las familias de los veteranos a lo largo de estos años, las últimas el domingo, cuando tuvo que recibir a las familias de los 13 soldados fallecidos en el atentado del jueves en Kabul. «¡Ojalá te pudras en el infierno!», le gritó cuando se marchaba una mujer que acababa de recibir el cadáver de su hermano.

Otras amenazas para Estados Unidos

«Me niego a enviar a otra generación de hijos a luchar en una guerra que debería haber terminado hace mucho», se rebeló este martes, sin importarle su caída en las encuestas. «Me niego a continuar una guerra que ya no sirve a nuestros intereses vitales de la seguridad nacional de nuestra gente». Para el mandatario, el cuarto que se enfrenta a la guerra de Afganistán, es hora de mirar al futuro. En esa bola de cristal ve otras amenazas, como la de China, a la que «nada le gustaría más que ver a EE.UU. embarrado en Afganistán durante dos décadas más». O los retos de Rusia, donde cree luchar «en múltiples frentes»: los ciberataques, la proliferación nuclear, la competencia del siglo XXI.

Caos y pérdida de vidas Al pasar de página en la política exterior de EE UU, Biden promete no olvidarse de Afganistán, país al que piensa apoyar por medios diplomáticos y humanitarios, pero tampoco de ISIS-K: «No hemos acabado contigo», advirtió amenazador. El «golpe» militar que le propició desde el aire este fin de semana no era precisamente algo de lo que presumir, dado que en él murieron seis niños de una sola familia que salía de un coche, pero Biden cree «firmemente que es el mejor camino para salvaguardar nuestra seguridad».

Respaldo popular a la retirada, críticas a su ejecución

Por errado que suene, muchos estadounidenses coinciden con él. Hace mucho que Afganistán no es su guerra, quizá, como dijo el presidente, desde que le dio caza a Osama Bin Laden el 2 de mayo de 2011, cuando se sentaba como vicepresidente de Barack Obama en el búnker de la Casa Blanca. Nada de eso impide que la gran mayoría de la opinión púbica que apoyaba la retirada crea que su mala organización ha causado el caos y la pérdida de vidas. Tampoco en eso Biden mostró el menor remordimiento.

A su juicio, la hiciera como la hiciera se hubiera enfrentado al caos y si tiene culpa que repartir no es a su alrededor, sino al presidente Ashraf Ghani que se rindió a las primeras de cambio después de haberle prometido durante su visita a la casa Blanca un mes antes que resistiría el embate talibán.

«No podemos volver a cometer ese error»

La velocidad con la que estos tomaron la capital el 15 de agosto sorprendió a propios y extraños, porque hasta los portavoces talibanes han confesado que esperaban tener que negociar el poder con el presidente, que no esperó a verlos llegar. Sin duda las investigaciones del Congreso que se avecinan tomarán en cuenta ese atenuante, pero ni la Historia ni los propios legisladores se anticipan benignos en su veredicto. El líder de la oposición en la Cámara baja, Kevin McCarthy, lo ha calificado de «probablemente el mayor fracaso militar del Gobierno estadounidense» que haya visto en su vida. «No podemos volver a cometer ese error», se propuso.

El éxito final de la mayor evacuación de la historia, que ha sacado de Afganistán a 123.000 personas, queda así empañado por las imágenes de civiles desesperados trepando a los aviones y entregando los bebés a los soldados, por no hablar del reguero de cuerpos ensangrentados en las cloacas en el atentado del jueves. Se calcula que 175.000 afganos que formaban parte del sueño americano se han quedado atrapados, pendientes de la promesa de libertad de movimiento que EE.UU. le ha arrancado a los talibanes al entregarle el aeropuerto, la última pieza del país que le quedaba en las manos. Entre ellos, casi 4.000 estudiantes de la Universidad Americana de Afganistán, símbolo de modernidad.

El Washington Post lo llamaba este martes en su editorial «un desastre moral». Las cabezas parlantes de Fox, una negligencia digna de impeachment. La guerra ha acabado, la resaca de la derrota ha comenzado.