El Estado Islámico de Jorasán, la nueva amenaza que se cierne sobre Afganistán

Redacción LA VOZ

INTERNACIONAL

Miembros de las fuerzas militares escoltan a un grupo de ciudadanos antes de embarcar en un avión en el aeropuerto de la ciudad de Kabul
Miembros de las fuerzas militares escoltan a un grupo de ciudadanos antes de embarcar en un avión en el aeropuerto de la ciudad de Kabul US AIR FORCE

El grupo terrorista podría tratar de impedir un gobierno controlado por los talibanes atentando contra la población civil

27 ago 2021 . Actualizado a las 14:01 h.

Con los talibanes al mando del país, la principal amenaza de Afganistán ahora es el Estado Islámico. En el país asiático se hace llamar el Estado Islámico de Jorasán (ISKP), nombre que alude a una región histórica que actualmente se reparten entre Afganistán y Pakistán. El grupo se fundó en el 2015, en plena expansión del califato en Siria e Irak, que entonces lideraba Abu Bakr al Bagdadi, y supo aprovechar los numerosos grupos armados en la región para atraer reclutas y forjar alianzas operativas, además de perpetrar ataques. Así, sus filas las engrosaron principalmente talibanes desencantados, tanto afganos como pakistaníes.

En su momento álgido, en el 2016, se estima que llegó a tener entre 2.500 y 8.500 combatientes, pero las continuas operaciones por parte del Ejército afgano con apoyo aéreo y terrestre de las fuerzas especiales estadounidenses mermó esta cifra a entre 2.000 y 4.000 a finales del 2019, con su presencia reducida a las provincias de Nangarhar, donde surgió, y Kunar.

Entre el 2015 y el 2021, ISKP ha perdido a seis de sus líderes, los cuatro primeros abatidos en bombardeos y los dos últimos detenidos. Hasta el momento, cinco de los seis líderes del grupo eran pakistaníes —tres antiguos miembros de Tehrik-e-Talibán Pakistán (TTP, los talibanes pakistaníes)— y un desertor talibán. Su actual líder ha sido identificado como Shabab al Muhajir, presuntamente un árabe experto en guerrilla urbana y que sería el cerebro de algunas de las operaciones más sofisticadas perpetradas por el grupo. Algunas fuentes apuntan a que anteriormente estuvo vinculado con Al Qaida.

Células durmientes

En su último informe de julio de la ONU, el comité encargado de dar seguimiento a las sanciones contra Al Qaida y el Estado Islámico, subraya que «a pesar de las pérdidas territoriales, de liderazgo, de personal y financieras sufridas durante el 2020 en las provincias de Kunar y Nangarhar», ISKP ha conseguido desplazarse a otras provincias, como Nuristán, Badghis, Sari Pul, Baghlan, Badajsán, Kunduz y Kabul, «donde los combatientes han formado células durmientes».

En cuanto al número de combatientes, los sitúa entre 500 y 1.500, en base a la información aportada por un país miembro de la ONU. Además, añade el informe, «el grupo ha reforzado sus posiciones en Kabul y sus alrededores, donde comete la mayoría de sus atentados». Uno de los más recientes fue el perpetrado el pasado 8 de junio contra un equipo de desminado que trabajaban para la ONG HALO Trust en la provincia de Baghlan y que se saldó con diez muertos y 16 heridos.

El blanco de sus ataques en estos años han sido principalmente las autoridades del país y las fuerzas de seguridad, pero también minorías como los hazara, chiíes, a los que ha atacado en repetidas ocasiones provocando verdaderas masacres.

En el último año, a raíz del acuerdo firmado entre Estados Unidos y los talibanes y el inicio de conversaciones entre el Gobierno afgano y estos últimos, ISKP centró todos sus esfuerzos en intentar torpedear la posibilidad de un acuerdo de paz tras décadas de conflicto en el país.

El Estado Islámico no escatimó críticas al acuerdo sellado entre Washington y los talibán, que se saldó con el compromiso de una retirada de las tropas estadounidenses del país —que ahora se está haciendo efectiva— a cambio de la promesa por parte de los insurgentes de que Afganistán no será usado como retaguardia para lanzar ataques terroristas contra Occidente.

El portavoz del grupo, Abú Hamza al Qurashi, denunció que el acuerdo era una tapadera de la «actual alianza entre los apóstatas talibán y los cruzados para combatir al Estado Islámico», y buscaba «establecer un gobierno nacional» que reúna a este grupo con otros a los que igualmente tacha de apóstatas.

«Falsa victoria»

Tras la victoria talibán el pasado 15 de agosto, el Estado Islámico ha vuelto a menospreciar el logro del grupo fundado en su día por el mulá Omar. En un editorial en su revista Al Naba, el grupo terrorista considera que se trata de una «falsa victoria». «Estados Unidos ha restaurado el Gobierno de los talibanes y le concedió Kabul sin disparar un solo tiro», incide. Asimismo, pone en tela de juicio su voluntad de aplicar verdaderamente la sharia en el país.

En los últimos años, subrayan Carlos Igualada y Javier Yagüe en un artículo publicado por el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), los principales atentados terroristas de ISKP se han producido en Kabul y con la población civil como objetivo destacado.

Así pues, «no se debería descartar la posibilidad de que miembros de la organización traten de volatilizar todavía más la inestable y difícil situación en el aeropuerto de Kabul con alguna acción terrorista que desate el caos por completo», subrayan.

«Lo mismo puede ocurrir en los meses venideros, ya que tratarán de sabotear cualquier intento de los talibán por imponer su gobierno», vaticinan, recordando que la implantación de Estado Islámico en Afganistán «nunca ha sido fácil» puesto que buena parte de la población ve en sus combatientes a «un enemigo invasor más».

Así pues, independientemente de que pueda producirse un ataque contra el aeropuerto de Kabul en la recta final de las evacuaciones de las tropas extranjeras y sus colaboradores afganos, todo apunta a que ISKP tratará de poner trabas a un futuro gobierno controlado por los talibán y estos a su vez harán todo lo posible para mermar a sus rivales, buscando atraer a sus combatientes con el argumento de la victoria.