Berlusconi se resiste a dejar la escena política

Darío Menor ROMA / COLPISA

INTERNACIONAL

Silvio Berlusconi, el pasado febrero durante las negociaciones para formar Gobierno en Italia.
Silvio Berlusconi, el pasado febrero durante las negociaciones para formar Gobierno en Italia. Yara Nardi | Reuters

A sus 84 años, convaleciente de la covid y tras casi tres décadas de carrera política, el magnate se reivindica con su proyecto de unificar la derecha italiana

22 jun 2021 . Actualizado a las 20:44 h.

Hace 20 años las familias italianas recibieron en sus casas de forma gratuita y sin que lo hubieran solicitado una copia de Una historia italiana, un libro de 125 páginas con multitud de fotos a color y textos en estilo hagiográfico donde se narraba la vida de Silvio Berlusconi: desde sus inicios familiares a su éxito como empresario de la construcción, pasando por su desembarco en la televisión y sus triunfos futbolísticos como presidente del club Milan.

El volumen acababa, cómo no, con su entrada en política con Forza Italia, su primera experiencia de Gobierno (1994-1995) y sus promesas de cara a las elecciones generales que se celebraron en mayo del 2001 y que Berlusconi ganó ampliamente.

El magnate tenía entonces 64 años y ninguna gana de jubilarse, como demostraría al mantenerse como figura principal de la política italiana durante las dos décadas siguientes. Aunque el próximo septiembre cumplirá 85 años y su salud se ha deteriorado mucho desde que se contagió de coronavirus a finales del pasado verano, lo que le ha obligado a pasarse durante meses entrando y saliendo de los hospitales, Berlusconi sigue resistiéndose a la retirada.

Su última iniciativa es su proyecto para refundar la derecha italiana fusionando Forza Italia con la Liga de Matteo Salvini y Hermanos de Italia, la formación neofascista de Giorgia Meloni. Esta última ya le ha dado calabazas, mientras que el entusiasmo de Salvini por la unificación, planeada en principio para el 2023, está un escalón por debajo respecto a la del líder de Forza Italia.

«Berlusconi va a seguir activo en política mientras que Dios se lo permita», comenta a este medio Bill Emmott, exdirector del semanario británico The Economist y responsable de una recordada portada en el 2001 en la que declaró «no apto» al magnate para llevar las riendas de Italia.

«Su nueva idea de unir fuerzas con las otras formaciones de la derecha tiene sentido para Forza Italia porque es hoy la más pequeña de las tres.

Es una manera de intentar aumentar su influencia y garantizar la supervivencia y longevidad de su movimiento. Pero no creo que finalmente vaya a producirse la fusión, porque no tiene mucho sentido para Salvini y Meloni».

Esta última ha logrado que Hermanos de Italia, un partido de extrema derecha que incluso lleva en su escudo un símbolo neofascista, se convierta en la primera fuerza política conservadora de Italia en intención de voto, aunque casi empatada con la Liga, según las últimas encuestas.

«Meloni y Salvini han sabido aprovechar muy bien el vacío que ha dejado Berlusconi en la derecha al negarse a jubilarse ni a ser sustituido en el liderazgo de Forza Italia. Aunque con esta actitud ha provocado que quienes aspiran a hacerse con su legado compitan desplazándose hacia posiciones cada vez más radicales. Es por ello que en Italia apenas queda ya un centro derecha moderado», advierte Emmott.

El primer líder «antiestablishment»

Veintisiete años después de su primera campaña electoral, en la que supo aprovechar con éxito el vacío de poder generado tras la desaparición de la Democracia Cristiana y del Partido Socialista debido al escándalo de corrupción de Tangentopoli, Berlusconi ha dejado una huella indeleble en la política italiana con claras repercusiones internacionales. «Fue el primer líder antiestablishment moderno, que supo poner en marcha un populismo personalista que funcionaba, en el que no tenía problemas para violar la ley y decir mentiras», dice el exdirector de The Economist, que presenta a Donald Trump, Boris Johnson y Jair Bolsonaro como emuladores de la peculiar forma de entender la política de Berlusconi.

Para los italianos el impacto del exCavaliere, título al que tuvo que renunciar en el 2014 tras ser condenado en vía definitiva por evasión fiscal, va más allá de los juegos del poder: con sus televisiones lleva cuatro décadas moldeando la sociedad del país.

Para Emmott, una de las grandes consecuencias del berlusconismo es precisamente «la degradación cultural» que ha logrado por medio de sus programas televisivos. «Ha tenido un enorme impacto en la cultura popular de Italia», advierte el periodista británico, que analizó el declino político, social y económico del país en el documental Girlfriend in a Coma, estrenado en el 2012.