«Piratería aérea», «terrorismo de Estado», «comportamiento ilegal», «inadmisible», «escándalo internacional», «amenaza para la seguridad internacional y la aviación civil», «cruce inaceptable de una nueva línea roja». Todo un polvorín dialéctico estalló el lunes en una Unión Europea, indignada, que se enfrentaba al reto de convertir las palabras en hechos, contra reloj y por unanimidad. Algo que nunca es fácil cuando hay que aglutinar 27 puntos de vista diferentes y que últimamente se hacía más cuesta arriba por la inercia dinamitadora de Hungría.
Primera cumbre presencial del 2021
La cuestión es que la primera jornada de la que, a su vez, era la primera cumbre presencial del año (exceptuando la cita informal de Oporto de hace tres semanas) se vio alterada por un hecho que exigía «respuesta firme», reclamó Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. Sobre la mesa, nuevas sanciones a añadir a las ya existentes contra el régimen de Minsk, que hasta la fecha han tenido un efecto más bien escaso, y «nuevas listas» en las que figurarían personas involucradas en el «secuestro» de la aeronave de la compañía irlandesa y empresas que financian al régimen. Lo había avanzado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al tiempo que recordaba que la UE dispone de un paquete de 3.000 millones de euros de ayudas e inversiones para Bielorrusia. Pero solo fluirán «cuando se convierta en un país democrático».