La Unión Europea impulsa el plan para fortalecer su estructura de defensa sin dejar de lado a la OTAN

s. arroyo BRUSELAS / COLPISA

INTERNACIONAL

El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell
El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell Olivier Matthys | Reuters

Incide en la estrecha colaboración con la OTAN y EE UU, que saldrán beneficiados al contar «con una Europa más fuerte»

10 may 2021 . Actualizado a las 21:00 h.

La Unión Europea quiere ganar músculo en defensa. Es una vieja aspiración que se vio reforzada con las tensiones de la era Trump, que el estallido pandémico obligó a relegar y que se ha vuelto a colocar en lo más alto de la montaña de dosieres pendientes del bloque. Pese a la sintonía con Joe Biden y sin renunciar a la OTAN. Si ya en febrero Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, desempolvaba la llamada Agenda Estratégica 2019-2024 anunciando un incremento del gasto en defensa, este lunes los ministros comunitarios del ramo aprobaron una declaración que apuntala ese y otros objetivos más ambiciosos. El camino hacia una Unión Europea más capacitada y responsable con su propia seguridad.

Los principios son los mismos: poder dar respuesta a los conflictos y las crisis exteriores, aumentar las capacidades de los socios y proteger al bloque y a sus ciudadanos. Se vienen entonando al menos desde el 2016, cuando los líderes europeos se comprometían a una revisión anual coordinada de sus capacidades en defensa; a cooperar sin ambages o al fortalecimiento de todos los instrumentos de respuesta rápida que existían entonces, «en particular las capacidades civiles y los grupos de combate de la UE».

El documento de conclusiones aprobado este lunes, de 20 folios, desgrana en 30 puntos el camino hacia un escenario nuevo que permita a la UE promover «sus intereses y valores» y ser capaz de hacer frente a las amenazas y los desafíos a la seguridad mundial. Tener, en definitiva, «capacidad para actuar de forma autónoma».

El texto evita ya desde el arranque levantar suspicacias. Los ministros dejan claro que el objetivo es perfectamente compatible con una colaboración «más estrecha» con todos los socios, con referencia expresa a la relación trasatlántica, e instituciones internacionales como la OTAN y la ONU. Todos «se beneficiarán de una UE más fuerte en el ámbito de la seguridad y la defensa», sostiene.

Su papel internacional sobre el terreno se mide hoy numéricamente en los 5.000 efectivos desplegados por todo el mundo en 16 misiones (10 de carácter civil y seis de cobertura militar), en las que está presente «de conformidad con el derecho internacional, generalmente sobre la base de un mandato de la ONU y con la autorización de las autoridades nacionales». En la última década han sido más de veinte las intervenciones en el exterior como respuesta a situaciones de crisis, desde la pacificación tras el tsunami en Aceh hasta la protección de los refugiados en Chad.

«Recordando el valioso apoyo prestado por las fuerzas armadas de los Estados miembros a las autoridades civiles en el contexto de la pandemia de covid-19, el Consejo destaca la importancia de la coordinación civil-militar en apoyo de la ayuda humanitaria y de socorro en casos de desastre», se subraya en la misma declaración, para hacer énfasis en que la UE tiene que reforzar también sus capacidades en materia de protección civil. Esta vía es la que se está utilizando en estos momentos para prestar asistencia a la India por la dramática situación que vive como consecuencia del coronavirus y que ya ha canalizado ayuda médica de emergencia por valor de cien millones de euros.

Pero el documento de conclusiones pivota en toda su extensión sobre la necesidad de «fortalecer las iniciativas de defensa» de la UE, como la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO), el Programa Europeo de Desarrollo Industrial de Defensa (EDIDP) y otras iniciativas «como el Plan de Acción sobre sinergias entre las industrias civil, de defensa y espacial».

Y también pone deberes a Josep Borrell. El alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad tendrá que presentar para la cumbre de noviembre un primer borrador con medidas «a cinco y diez años» para cumplir con lo que se conoce como la brújula estratégica; una guía que defina futuras amenazas, objetivos y ambiciones en materia de defensa y que comenzó a esbozarse bajo el liderazgo de Francia, tras el mal trago que Donald Trump supuso para la OTAN. Lo más parecido a una doctrina militar que allanaría el camino a un ejército propio.