Reino Unido comienza la despedida del duque de Edimburgo con 41 disparos, uno por minuto, en distintos puntos de la geografía británica

La Voz REDACCIÓN | EUROPA PRESS

INTERNACIONAL

Particular atención recibirá el despido ceremonial que le prepara una tribu de remota nación insular de Vanuatu, que veía al príncipe Felipe como un dios reencarnado

10 abr 2021 . Actualizado a las 14:32 h.

Reino Unido comienza los protocolos de despedida del príncipe Felipe, duque de Edimburgo, fallecido el viernes a los 99 años de edad, con salvas de 41 disparos a partir del mediodía, una por minuto, en diferentes puntos de la geografía británica.

Desde las 12.00 hora local (11.00 GMT) y hasta 41 minutos después, los cañones en emplazamientos militares de Londres, Edimburgo, Cardiff, Belfast o Gibraltar, así como desde los destructores HMS Diamond y HMS Montrose, lanzaron disparos que fueron ofrecidos en directs por las cadenas de  televisión británicas. 

Pese a que decenas de personas se congregaron cerca de alguno de esos lugares, como la emblemática Torre de Londres, la ceremonia se desarrolló con gran sobriedad, después de que el Gobierno hubiese pedido a los ciudadanos seguir las salvas desde casa debido a la pandemia.

Poco antes del comienzo de los cañonazos, la Casa Real difundió a través de sus redes sociales el extracto de un discurso de 1997 de Isabel II (con motivo de sus bodas de oro) en el que esta explicó la importancia del duque de Edimburgo en su vida, acompañado por una foto de ambos.

«Él ha sido, simplemente, mi fuerza y mi apoyo todos estos años y yo, y toda su familia y este y muchos otros países, le debemos más de lo que él nunca reconocería o de lo que vayamos a saber», dijo.

Está previsto que en las próximas horas se den más detalles acerca del funeral del príncipe Felipe que, a petición del difunto, no será de Estado y se desarrollará en la intimidad del castillo de Windsor, donde ayer murió. Además, la ceremonia funeraria real tendrá un formato diferente al de otros eventos de este calibre debido a las restricciones por el coronavirus.

Durante las últimas horas, Estados Unidos y Japón se han sumado a las condolencias internacionales por el fallecimiento del marido de la reina Isabel II de Inglaterra. «Hoy honramos la memoria de Su Alteza Real el príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, un dedicado servidor público y amigo de los Estados Unidos. En nombre del pueblo estadounidense, extiendo mi más sentido pésame a nuestros amigos en el Reino Unido», ha manifestado el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken.

Particular atención recibirá el despido ceremonial que le prepara una tribu de remota nación insular de Vanuatu. La tribu, que veía al príncipe Felipe como un dios reencarnado, recibirá su muerte con lamentos rituales y bailes ceremoniales. La comunidad, residente en la isla de Tanna de la antigua colonia anglo-francesa, veneraba al duque de Edimburgo y creía que era la reencarnación de un antiguo guerrero que abandonó la isla para librar una guerra.

Felipe falleció este viernes a los 99 años de edad dejando tras de sí un legado de más de siete décadas de apariciones públicas que le llevaron a describirse a sí mismo como un modernizador de la monarquía británica, hasta su llegada a la familia real en 1947 distante y desconectada de la realidad nacional.

El marido de Isabel II, el consorte que más tiempo ha estado al lado de un monarca en la historia de Reino Unido, «ha muerto en paz en el castillo de Windsor», según consta en el comunicado difundido en el Palacio de Buckingham, que se ha colgado físicamente a las afueras de esta residencia oficial pero se ha retirado para evitar aglomeraciones en el marco de la pandemia del coronavirus. 

El fiel acompañante de la reina Isabel II

El príncipe, de 99 años, contribuyó a modernizar la monarquía británica

Juan Francisco Alonso

Pese a que pasó las últimas seis décadas siempre a tres pasos de su esposa, la reina Isabel II, y a que nunca tuvo un rol constitucional específico, el príncipe Felipe fue desde el minuto uno el principal consejero, asesor y escudero de la monarca británica. La influencia y la sombra del duque de Edimburgo, fallecido este viernes en Windsor, siempre se hizo sentir y en más de una ocasión generó problemas, debido a su legendario carácter explosivo y su ácido sentido del humor.

Nacido en la isla griega de Corfú el 10 de junio de 1921, en una mesa, según sus biógrafos, el consorte real británico estaba ligado a las principales casas reales europeas. Su padre fue Andrés de Grecia, hijo del entonces rey heleno Jorge I; mientras que su madre, Alicia de Battenberg, era nieta de la reina Victoria. Asimismo era pariente de los reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía.

Aun con este pedigrí, no fueron pocos los aristócratas británicos que objetaron que el joven Felipe cortejara a la entonces princesa Isabel. «Soy un desacreditado príncipe de los Balcanes, sin ningún mérito o distinción», llegó a decir sobre estas críticas. Sin embargo, lejos de huir, decidió ganarse el respeto de las élites y de los ciudadanos. Así, se enroló en la Royal Navy y participó en la Segunda Guerra Mundial. Siguió en el servicio activo después de terminar la conflagración hasta que su esposa, con quien se casó en 1947, ascendió al trono tras la muerte de su padre, el rey Jorge VI.

Un reformador

La llegada de Felipe al palacio de Buckingham supuso un terremoto, puesto que fue el impulsor de cambios que buscaban aproximar la monarquía a sus súbditos. Así, se sostiene que él apoyó la idea de que la coronación de su esposa pudiera ser televisada y a finales de la década de los 60 autorizó que un equipo de la BBC pudiera filmar las actividades cotidianas de la familia real para hacer un documental.

Igualmente, la prensa británica le atribuye al duque de Edimburgo haber iniciado la tradición de invitar a personalidades de diversos orígenes, profesiones y sectores sociales a almorzar en los jardines del palacio. También se dice que gracias a él en 1958 se puso punto final a prácticas arcaicas como la de la presentación de las debutantes, esos eventos donde las adolescentes de alcurnia eran llevadas al palacio para conocer a los monarcas y sobre todo comenzar a buscar maridos.

No obstante, el hecho de no ser reconocido como rey consorte generó algunos inconvenientes. «Soy el único hombre de este país que no puede dar su apellido a sus hijos». Con estas palabras el fallecido se quejó en los años 60 de que sus descendientes no pudieran utilizar su apellido. Y en sus últimos años se presentaba como «el desvelador de placas con más experiencia en el mundo».

Sin embargo, Isabel II sí le consultaba en privado todo a su compañero, cuya opinión habría pedido para asuntos tan delicados como la decisión de la monarca de aceptar pagar impuestos a principios de la década de los 90 o sobre los divorcios de sus hijos.

Salidas de tono

Pero Felipe no siempre fue «la fuerza y el apoyo» que la reina necesitaba. En más de una ocasión su lengua provocó más de algún disgusto e incomodidad. Así, en 1998 le dijo a un estudiante británico que viajó a Papúa Nueva Guinea: «¿Lograste que no os comieran [los nativos]?». Años antes, en un viaje a Dominica, sacó a relucir su poco aprecio por la prensa: «Ustedes tienen mosquitos, yo tengo periodistas». En el 2017 sorprendió a propios y extraños anunciando su retiro. «Es mejor desaparecer que alcanzar la fecha de caducidad», dijo el príncipe a unos allegados, cuando entonces era uno de los miembros de la casa real con más compromisos. Sin embargo, siguió dando de qué hablar gracias a incidentes como el accidente de tráfico en el que se vio involucrado en el 2019.

El duque cumplió aquello de genio y figura. Así transmitió que no tenía ningún interés en que se festejara públicamente su centenario este año y tampoco que se llevara a cabo el funeral de Estado previsto para cuando ocurriera lo que finalmente sucedió este 9 de abril, cuando por la mañana expiró en su cama del castillo de Windsor.