Muere Felipe de Edimburgo, el fiel acompañante de la reina Isabel II

Juan Francisco Alonso LONDRES / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

El príncipe, de 99 años, contribuyó a modernizar la monarquía británica

10 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Pese a que pasó las últimas seis décadas siempre a tres pasos de su esposa, la reina Isabel II, y a que nunca tuvo un rol constitucional específico, el príncipe Felipe fue desde el minuto uno el principal consejero, asesor y escudero de la monarca británica. La influencia y la sombra del duque de Edimburgo, fallecido este viernes en Windsor, siempre se hizo sentir y en más de una ocasión generó problemas, debido a su legendario carácter explosivo y su ácido sentido del humor.

Nacido en la isla griega de Corfú el 10 de junio de 1921, en una mesa, según sus biógrafos, el consorte real británico estaba ligado a las principales casas reales europeas. Su padre fue Andrés de Grecia, hijo del entonces rey heleno Jorge I; mientras que su madre, Alicia de Battenberg, era nieta de la reina Victoria. Asimismo era pariente de los reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía.

Aun con este pedigrí, no fueron pocos los aristócratas británicos que objetaron que el joven Felipe cortejara a la entonces princesa Isabel. «Soy un desacreditado príncipe de los Balcanes, sin ningún mérito o distinción», llegó a decir sobre estas críticas. Sin embargo, lejos de huir, decidió ganarse el respeto de las élites y de los ciudadanos. Así, se enroló en la Royal Navy y participó en la Segunda Guerra Mundial. Siguió en el servicio activo después de terminar la conflagración hasta que su esposa, con quien se casó en 1947, ascendió al trono tras la muerte de su padre, el rey Jorge VI.

Un reformador

La llegada de Felipe al palacio de Buckingham supuso un terremoto, puesto que fue el impulsor de cambios que buscaban aproximar la monarquía a sus súbditos. Así, se sostiene que él apoyó la idea de que la coronación de su esposa pudiera ser televisada y a finales de la década de los 60 autorizó que un equipo de la BBC pudiera filmar las actividades cotidianas de la familia real para hacer un documental.

Igualmente, la prensa británica le atribuye al duque de Edimburgo haber iniciado la tradición de invitar a personalidades de diversos orígenes, profesiones y sectores sociales a almorzar en los jardines del palacio. También se dice que gracias a él en 1958 se puso punto final a prácticas arcaicas como la de la presentación de las debutantes, esos eventos donde las adolescentes de alcurnia eran llevadas al palacio para conocer a los monarcas y sobre todo comenzar a buscar maridos.

No obstante, el hecho de no ser reconocido como rey consorte generó algunos inconvenientes. «Soy el único hombre de este país que no puede dar su apellido a sus hijos». Con estas palabras el fallecido se quejó en los años 60 de que sus descendientes no pudieran utilizar su apellido. Y en sus últimos años se presentaba como «el desvelador de placas con más experiencia en el mundo».

Sin embargo, Isabel II sí le consultaba en privado todo a su compañero, cuya opinión habría pedido para asuntos tan delicados como la decisión de la monarca de aceptar pagar impuestos a principios de la década de los 90 o sobre los divorcios de sus hijos.

Salidas de tono

Pero Felipe no siempre fue «la fuerza y el apoyo» que la reina necesitaba. En más de una ocasión su lengua provocó más de algún disgusto e incomodidad. Así, en 1998 le dijo a un estudiante británico que viajó a Papúa Nueva Guinea: «¿Lograste que no os comieran [los nativos]?». Años antes, en un viaje a Dominica, sacó a relucir su poco aprecio por la prensa: «Ustedes tienen mosquitos, yo tengo periodistas». En el 2017 sorprendió a propios y extraños anunciando su retiro. «Es mejor desaparecer que alcanzar la fecha de caducidad», dijo el príncipe a unos allegados, cuando entonces era uno de los miembros de la casa real con más compromisos. Sin embargo, siguió dando de qué hablar gracias a incidentes como el accidente de tráfico en el que se vio involucrado en el 2019.

El duque cumplió aquello de genio y figura. Así transmitió que no tenía ningún interés en que se festejara públicamente su centenario este año y tampoco que se llevara a cabo el funeral de Estado previsto para cuando ocurriera lo que finalmente sucedió este 9 de abril, cuando por la mañana expiró en su cama del castillo de Windsor.