Merkel cierra un mandato en la UE de pactos e incerdidumbres

javier alonso BERLÍN / EFE

INTERNACIONAL

BERND VON JUTRCZENKA | Reuters

Alemania afrontó su presidencia semestral con una tormenta perfecta: una pandemia desbocada que causó un tremendo impacto económico y una recta final de negociación del «brexit» que se resolvió en el último minuto

29 dic 2020 . Actualizado a las 19:22 h.

Alemania cede su presidencia de turno de la UE tras haber logrado pactos muy elogiados en materia presupuestaria y sobre el fondo de recuperación pospandemia, aunque sus resultados merecen una aprobación tibia habida cuenta de su reconocido liderazgo de los Veintisiete.

Berlín deja a Portugal, próximo presidente del Consejo Europeo, una gestión marcada por acuerdos económico-financieros históricos que dejarán su huella en los próximos años, pero también por la incertidumbre que pesa tanto sobre el papel internacional de la Unión como por el futuro del desafío interno lanzado por Varsovia y Budapest.

La última presidencia alemana, con la canciller Angela Merkel a la batuta, afrontó un segundo semestre con tormenta perfecta: una pandemia desbocada que causó un tremendo impacto económico y una recta final de negociación del brexit que se resolvió en el último minuto.

Merkel protagonizó una gestión cuyo balance definitivo y repercusiones finales se podrán seguramente valorar solo dentro de unos meses, pero ya queda claro que en la segunda mitad del 2020 impulsó un cambio de tendencia y un giro impensable no hace tanto tiempo.

En seis meses Berlín abandonó al menos dos de los principios básicos que guiaron su gestión financiera durante años. Obligado por las circunstancias pandémicas y por su enorme lastre económico, cedió en el otrora intocable endeudamiento conjunto de los socios comunitarios.

En su versión interna, la otra cara del déficit cero de las cuentas públicas cayó para priorizar el sostenimiento de la actividad económica y el Bundestag dejó en suspenso el «freno de la deuda» para permitir más deuda en circunstancias excepcionales.

«Para sorpresa de todos, la Presidencia alemana del Consejo comenzó de manera espectacular: en solo unas semanas pudo reunir el paquete financiero más grande de la historia de la UE», comenta Tania Börzel, directora del Center for European Integration en Berlín.

Ese conjunto de medidas incluyó no solo un acuerdo sobre el marco financiero plurianual, sino también un programa de reconstrucción por valor de 750 mil millones de euros que consiste no solo en préstamos, sino también en ayudas financieras no reembolsables, por las que la UE contrae deudas conjuntamente por primera vez. «La UE se despide así de su principio de austeridad», valora Börzel, para quien hay que atribuir a Merkel en este «acuerdo histórico» no solo su «peso político», sino también su «habilidad diplomática».

«En las condiciones extraordinariamente difíciles de la crisis del coronavirus, la presidencia de la UE de Alemania sin duda estuvo a la altura de las altas expectativas que deben depositarse en el país más poblado y económicamente más fuerte de la UE», resume Stefani Weiss, experta en gobernanza europea en la Fundación Bertelsmann.

«Alemania mostró solidaridad desde el principio, aunque no del todo desinteresadamente», matiza Weiss, quien añade: «Como era de esperar (...), esto requirió muchos compromisos por el camino».

«Al final, el presupuesto de la UE para 2021-2027 ya no parece tan innovador y ecológico como había propuesto la Comisión», valora Weiss sobre las cifras finalmente acordadas por los 27 que, de todos modos, se apoyaban en una propuesta inicial de la Comisión Europea que no iba «suficientemente lejos».

Incumplimiento del Estado de Derecho

Buena parte de los esfuerzos no directamente vinculados a la pandemia los dedicó Berlín y otros de sus socios al reto planteado por Polonia y Hungría porque la UE ligó el futuro de los fondos pospandemia y del Presupuesto comunitario al cumplimiento del Estado de Derecho.

El compromiso alcanzado por los 27 a principios de diciembre no modifica el mecanismo de condicionalidad para la percepción de fondos comunitarios que rechazaban esos dos países aunque fue suficiente para que Varsovia y Budapest cantaran victoria.

Pasado un tiempo de ese acuerdo, en Berlín hay quien habla de «cesión» por parte de la canciller alemana. La pregunta es: «La cesión de Merkel ¿se puede justificar por los éxitos en más protección del clima, el fondo coronavirus; es decir, más solidaridad económica de los Estados miembro y la buena sensación de que Europa puede todavía hacer algo unida?».

Petra Pinzler, analista en Die Zeit, se contestó recientemente de este modo: «Seguramente eso se podrá responder solo en un par de años».

Ellen Ueberschär, presidenta de la Fundación Heinrich Böll, dice que la presidencia alemana, en la cuestión sobre el principio del Estado de Derecho, ha pagado un precio «demasiado alto» al «aguar» el mecanismo de condicionalidad.

«Que al final se haya llegado a un camino viable, hay que agradecérselo a los europarlamentarios, que no estaban dispuestos a más compromisos frente al desmantelamiento del Estado de Derecho y al desprecio a las minorías en Polonia y Hungría», valora Ueberschär.

«Si funciona, y cómo, se verá en los próximos meses», augura la responsable de esta fundación cercana a Los Verdes.

Migración, política exterior y «brexit», las sombras de la presidencia alemana

Son tres las áreas, en las que la presidencia alemana de la UE se quedó corta: brexit, migraciones, y política exterior y de seguridad, según Tania Börzel, directora del Center for European Integration en Berlín. En la negociación con el Reino Unido, porque el resultado final llega «menos gracias a la Presidencia alemana que a la capacidad negociadora de Michel Barnier y la postura unificada de la UE sobre el acceso al mercado interior».

En lo relativo a la cuestión migratoria, esta experta considera «totalmente fracasada» la promesa conjunta de la Comisión Europea y de la presidencia alemana de comenzar desde cero la política migratoria: «La situación en los campos de refugiados es más dramática que nunca».

Y en el ámbito de la política exterior y de seguridad, Weiss opina que «no hubo en absoluto un impulso al papel global de la UE. Como mucho, la canciller Merkel evitó una escalada en el Mediterráneo oriental y negoció sanciones limitadas contra el presidente bielorruso Lukashenko».