«No recuerdo ni una sola encuesta de entonces en que, a la pregunta de qué figura política les representaba, la respuesta mayoritaria fuera la señora Merkel», argumenta alguien a quien, dentro y fuera del SPD, sí se identificó como germano-oriental.
Una parte de los ciudadanos del este «la detesta aún», prosigue Thierse. Desde sus inicios, Merkel se ha visto perseguida por los abucheos en el este. Primero, desde las filas del poscomunista Partido del Socialismo Democrático (PDS); desde 2015, por la mucho más ruidosa ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).
Si a Merkel se le reconocen ahora sus méritos no es por un factor identificador que nunca funcionó, explica Thierse. Se le reconoce «como una política pragmática, sólida y de fiar», las bases de su credibilidad como líder, admite este socialdemócrata.
EL FACTOR DE GÉNERO
«Ese día estaba en el Reichstag, fue realmente emocionante. 86 años después de que las mujeres alemanas alcanzaran el derecho de voto, por fin teníamos una mujer en la cúpula», afirma Alice Schwarzer, directora de la revista «Emma» e histórica del feminismo, cuyo último libro -«Lebenswerk»- dedica un capítulo a Merkel. «Merkel es un símbolo con su estilo propio de persona discreta, concentrada en lo que cuenta y descuidada», opina; alguien que ha «manejado ya muchas crisis», aunque, en su opinión no ha sabido resolver lo que denomina «el islam político», sino que ha dejado prevalecer el precepto de la libertad religiosa.
La sumisión de la mujer en los sectores reaccionarios del mundo musulmán centra ahora la campaña de Schwarzer, militante a favor de la prohibición de la burka y demás velos integrales. No es el único reproche que, desde el feminismo, se le ha hecho a Merkel. La misma infografía de Destatis destaca cómo sus 15 años en el poder no han revertido en una paridad de género.
La brecha salarial en Alemania se sitúa en un 20 %, apenas un 15 % de los puestos de mando en las juntas directivas en las empresas están a cargo de mujeres; un 31,2 % de los escaños del Bundestag están ocupados por diputados -en 2005 era un 31,8%-.
Schwarzer valora, sin embargo, el aval que para el feminismo es Merkel. Alguien que, partiendo de una posición de desventaja en política -mujer, del este, doctora en Física- logró »desembarazarse de sus enemigos«, principalmente masculinos