Asesinato de Suleimani
Desde la invasión del 2003, Irak mantiene un equilibrio poco frecuente en la región en sus relaciones con Irán, vecino y gran potencia chií, y Estados Unidos, responsable del derrocamiento de Sadam Hussein y el cambio de sistema. El 3 de enero, Donald Trump ordenó el asesinato del general iraní Qassem Suleimani, líder del brazo exterior de la Guardia Revolucionaria y responsable de la red de milicias leales a Teherán en la región. Suleimani acababa de aterrizar en Bagdad y en esta operación también murió Abú Mahdi al Muhandis, jefe de estos grupos paramilitares chiíes en Irak, que acudió a darle la bienvenida al aeropuerto. Las milicias juraron venganza y desde entonces se han sucedido los ataques con proyectiles a la legación estadounidense situada en la zona verde.
Esa operación ordenada por Trump hizo mover ficha al Parlamento en Bagdad que aprobó una moción para pedir al Gobierno que ordene la retirada de las fuerzas de Estados Unidos. Según el texto, el Ejecutivo no se comprometía «a revocar su petición de ayuda a la coalición internacional que está combatiendo al Estado Islámico, debido al fin de las operaciones militares en Irak y el logro de la victoria», pero han pasado diez meses y no se ha hecho público un calendario de retirada. Ahora las milicias urgen a las autoridades a mover ficha.