La muerte de la jueza Ginsburg reforzará el control conservador en el Supremo de EE.UU.

Ivia Ugalde MADRID / COLPISA

INTERNACIONAL

Ruth Bader Ginsburg en una imagen de agosto del 2019
Ruth Bader Ginsburg en una imagen de agosto del 2019 Lindsay DeDario | Reuters

Trump instó este sábado a los republicanos a cubrir sin demora la vacante

20 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El fallecimiento ayer, los 87 años, de la jueza Ruth Bader Ginsburg, figura icónica en Estados Unidos por su lucha en favor de la igualdad de las mujeres y los derechos civiles, ha desatado un terremoto político de consecuencias incalculables a solo seis semanas de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre. El efecto más inmediato es que la batalla sobre quién ocupará el cargo vitalicio que deja vacante la magistrada progresista en el tribunal de más alto rango del país se ha convertido en el principal asunto de campaña para el presidente, Donald Trump, y su rival demócrata, Joe Biden.

La lucha de poder se traslada al Supremo. Pero sus efectos van mucho más allá y pueden inclinar sensiblemente la balanza de votos en los comicios que tendrán lugar en apenas 45 días. De un lado, sería un revulsivo entre los republicanos, seducidos por la filosofía de Trump de reforzar la mayoría conservadora en el alto tribunal, que hoy cuenta con cinco magistrados de su corriente ideológica frente a cuatro progresistas. Pero también ha avivado a los demócratas ante el temor de perder otro asiento clave en un órgano que, como intérprete último de la Constitución, podría cambiar el futuro del país al pronunciarse en asuntos clave como el aborto, la discriminación racial, el acceso a las armas, los derechos LGTB y la financiación electoral.

Su última voluntad

La magistrada, que fue nombrada en 1993 por Bill Clinton y se convirtió en la segunda mujer en vestir la toga en la historia de EE.UU., sabía del impacto que tendría su fallecimiento en un momento tan delicado. Por eso dejó plasmada su última voluntad días antes del desenlace: «Mi deseo más ferviente es que no se me sustituya hasta que no haya un nuevo presidente». Sin embargo, Trump ha decidido hacer oídos sordos y ayer mismo instó a los republicanos a cubrir «sin demora» la vacante de Ginsburg en el Supremo. Y todo ello pese a que la proximidad de las elecciones fue precisamente el argumento esgrimido en marzo del 2016 por el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, para bloquear el nombramiento realizado por Barack Obama del juez progresista moderado, Merrick Garland. La incógnita reside ahora en si se producirán deserciones de senadores republicanos que impidan el nombramiento hasta saber el resultado de las urnas.