Un país con el orgullo herido y alejado del multilateralismo

A. F. WASHINGTON / EFE

INTERNACIONAL

Donald Trump, el miercoles en la Casa Blanca
Donald Trump, el miercoles en la Casa Blanca Kevin Lamarque | Reuters

Una de las imágenes de la crisis es la de Trump atrincherado en una Casa Blanca fortificada por vallas y agentes. «Son imágenes sumamente desfavorables, ha construido su propio muro separándose del pueblo. La Casa Blanca debería ser la casa del pueblo», señala un experto en relaciones internacionales

12 jun 2020 . Actualizado a las 22:00 h.

Protestas sociales de costa a costa, cerca de 40 millones de desempleados y más de 100.000 fallecidos por el coronavirus, Estados Unidos vive una combinación de crisis sin precedentes que arroja sombras sobre su orgullo nacional y agrieta su imagen internacional. A ello se suma que la Casa Blanca está ocupada por uno de los presidentes más controvertidos, Donald Trump. Los últimos tres meses han sido como una sucesión de shocks eléctricos a la primera potencia mundial: la pandemia del coronavirus, la ola de despidos masivos y, por último, los mayores protestas raciales en medio siglo. 

«Es una combinación de diferentes fuerzas a la vez, y con un liderazgo totalmente deficiente. Sería difícil para cualquier líder, pero lamentablemente el que tenemos solo lidera para un sector minoritario del país», explica Erick Langer, profesor de Historia de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad de Georgetown.

Una de las imágenes de la crisis es la de Trump atrincherado en una Casa Blanca fortificada por vallas y agentes. «Son imágenes sumamente desfavorables, ha construido su propio muro separándose del pueblo. La Casa Blanca debería ser la casa del pueblo», subraya Langer. A ello se añade el desalojo de manifestantes con gases lacrimógenos y porrazos para que el mandatario pudiera hacerse una foto con una biblia ante la iglesia de Saint John.

Pese a la insistencia de Trump en calificar de «saqueadores y anarquistas» a los manifestantes, uno de los aspectos más notables es la heterogeneidad en el seno de las marchas: jóvenes y mayores, blancos, negros e hispanos, hombres y mujeres. Es por ello que el escritor y ensayista Ta Nehisi Coates, uno de las grandes referentes intelectuales afroamericanos, se mostró «sorprendentemente esperanzado». «Sienten sobre Trump lo mismo que sienten sobre los policías. Esto significa una enorme negación de legitimidad. Donald Trump puede ganar las elecciones en noviembre, pero será un gobernante y no un presidente. Es una diferencia clave», señaló Coates. 

Imagen internacional

«Más que poner a EE.UU. primero, como suele repetir incesantemente en sus mítines, lo que ha hecho es dejarlo solo. Trump ha tratado de destruir el sistema político internacional que EE.UU. había creado y del que se había aprovechado», remarca Langer. «Estados Unidos ha dejado el escenario global», lamenta.

Algo que ha quedado aún más en evidencia con la crisis del coronavirus. Trump, cuya estrategia se sustenta en el principio de negar siempre cualquier error propio, ha redoblado su dedo acusatorio al multilateralismo. De hecho, sus intentos de retomar la agenda global, como la fallida convocatoria de una cumbre del G7 en Washington este mes, han sido recibidos con tibieza por la comunidad internacional, en el mejor de los casos, o silencio, en el peor. Trump se vio obligado a anunciar su cancelación ante el escaso interés y la negativa a asistir de la canciller Angela Merkel.