«Somos racistas»: los jóvenes blancos de EE.UU. hacen examen de conciencia

Lucía Leal / Efe WASHINGTON

INTERNACIONAL

ERIC THAYER | Reuters

Muchos son conscientes de que en ellos está la clave del éxito de este movimiento

08 jun 2020 . Actualizado a las 13:07 h.

Jessie Brown creció en un condado donde solo había una familia negra, y tardó años en reconocer su propio racismo. Como ella, miles de jóvenes blancos están haciendo examen de conciencia en las protestas de EE.UU., con la esperanza de usar su privilegio para aupar al resto de su generación.

«Somos racistas, tenemos que reconocerlo y convertirnos en antirracistas», sentenció Brown, una profesora de ciencias de 27 años, en una conversación con Efe cerca de la Casa Blanca.

Su pancarta enviaba un mensaje directo: «Acabemos con el silencio blanco». A su alrededor en una de las protestas en Washington, la idea se repetía una y otra vez, con lemas como «El silencio blanco es violencia», y el más directo de todos: «Los blancos tenemos sangre en nuestras manos».

El silencio blanco

Si las protestas que vive Estados Unidos por la violencia policial contra afroamericanos como George Floyd y Breonna Taylor se han convertido en un movimiento sin precedentes, es en buena parte gracias a ellos: los jóvenes blancos que han inundado las calles del país en solidaridad con los negros.

«El carácter multirracial de estas protestas por la libertad negra, y en particular la participación generalizada de los blancos, es lo que las convierte en algo sin precedentes», explica un profesor de historia afroamericana en la Universidad de Iowa, Simon Balto.

Acudir a la cita ha obligado a muchos estadounidenses blancos a preguntarse: «¿Por qué esos episodios de violencia policial les son tan ajenos?, ¿por qué no habían visto hasta ahora el problema?».

«Nunca antes había temido a la policía», reconoció un médico blanco de 30 años que solo dio su nombre de pila, Ben, y que posaba con su uniforme de trabajo y una pancarta que rezaba «Batas blancas por las vidas negras».

«Han tenido que pasar cuatro días de ver a policías lanzando gas a los manifestantes (en Washington) y atacando tiendas médicas en Asheville (Carolina del Norte) para que yo tuviera miedo. No tengo ni idea de cómo pueden seguir adelante las comunidades de color, que han lidiado con el racismo sistémico durante generaciones», añadió.

Ser aliados

Asumir esa realidad —y la responsabilidad de los blancos a la hora de perpetuarla— puede generar sentimientos de culpa y hasta vergüenza, pero no son paralizantes: «Como aliada blanca es muy importante para mí hacer algo, porque si no, me siento cómplice», explicó esta semana Beatrice Delaval, de 23 años.

La mayoría salen del examen de conciencia decididos a descubrir cómo pueden usar su privilegio para cambiar las cosas, y convencidos de que ellos no pueden ser los líderes de esta revolución.

«Estoy aquí para seguir y para escuchar, pero también para pronunciarme cuando lo hagan los líderes negros y los organizadores, porque ellos nos necesitan a todos, y conseguir justicia no debería depender solo de ellos», subrayó Brown, la profesora de ciencia.

Pero ese segundo plano, y la voluntad de dejar brillar a los jóvenes negros, no evita que los manifestantes blancos se den cuenta —en muchos casos con pesar— de que es su implicación, y no tanto la de los afroamericanos, la que hará más probable que las esferas del poder escuchen las demandas del movimiento.

«Si los blancos no luchamos contra lo que está pasando, obviamente no va a cambiar nada. No ha cambiado hasta ahora», tras más de un siglo de protestas de afroamericanos con la violencia policial, opinó Brown.

 Miles de personas sin distancia de seguridad en Madrid

Rodrigo Jiménez | Efe

Miles de personas han salido ayer a las calles de Madrid, Barcelona y otras ciudades españolas para protestar contra el racismo y en recuerdo del afroamericano George Floyd. En Madrid, la concentración autorizada de 200 participantes frente a la embajada norteamericana, pero se convirtió en una manifestación sin incidentes de unas 3.000 personas. La gran afluencia hizo imposible que los participantes guardaran la distancia de seguridad para evitar un posible contagio de coronavirus, motivo por el que las autoridades habían autorizado una concentración limitada.