Supremacistas blancos se infiltran en la protestas para calentar los disturbios
INTERNACIONAL
Muchos manifestantes les acusan de ser quienes provocan los incendios y el comisionado confirma que han puesto carteles racistas para provocar en Mineápolis
03 jun 2020 . Actualizado a las 19:56 h.La pintada sobre una camioneta blanca que bloquea el paso a la calle 26 del sur de Mineápolis lo dice todo: «Los racistas no son bienvenidos. Aquí, solo amor». A su lado, sentada sobre la acera, una familia completa que hace turnos para vigilar la barrera de amor que han montado.
En los días previos han visto arriba y abajo coches sin matrícula que han quedado aparcados en los alrededores. Dentro han encontrado combustible y material para cócteles molotov. «No sabemos si los han dejado abandonados o a la espera de volver a por ellos cuando sea el momento de usarlos», explica Marguerite.
A poca distancia de donde murió George Floyd bajo el peso de un policía y el silencio cómplice de otros tres, el barrio se ha convertido en meca de peregrinación para quienes quieren rendir homenaje a Floyd y utilizar su memoria como revulsivo del cambio. Unos pacíficamente, otros por la fuerza. Y algunos más, los que preocupan a Marguerite, para enturbiar las aguas revueltas con más odio.
El comisionado Paul Schnell ha confirmado la presencia en la ciudad de grupos de supremacistas blancos que ponen carteles racistas e intentan provocar mayores disturbios. Muchos manifestantes les acusan de ser quienes provocan los incendios. «Ahora con la pandemia no tienen trabajo y están hartos de estar en casa. Vienen a ‘divertirse’, son amigos de los policías y estos les ayudan», cuenta Alex, que también hace guardia en la barricada del amor. Según él, la policía les da armas y les equipa, jura haberlo visto con sus propios ojos en una comisaría durante las protestas que siguieron al asesinato de Philando Castile hace cuatro años, otro afroamericano que murió a manos de la policía mientras su novia filmaba en directo.
Apunta directamente a Bob Kroll, el presidente del Sindicato de Policía de Mineápolis, que cuenta con un largo historial de declaraciones inflamatorias y acusaciones que le conectan a grupos supremacistas. Como artífice de «Policías por Trump» fue su telonero en el escenario en octubre pasado, cuando agradeció al presidente que les hubiera «quitado las esposas» que les puso Barack Obama con sus reformas policiales «para dejar que se las pongan a los criminales».
Simpatías policiales
El contubernio de los agentes con estos grupos, o al menos su simpatía hacia ellos, se vio reflejada el domingo por la tarde en el trato que propiciaron al camionero que embistió a toda velocidad una manifestación pacífica de entre 5.000 y 6.000 personas sobre el puente de Mineápolis que cruza sobre la autovía 35W. «Se me cortó la respiración», confesó el gobernador Tim Walz. «Lo estaba viendo en directo [por las cámaras de seguridad] y pensé que lo siguiente iban a ser cientos de personas muertas bajo las ruedas del camión, o aún peor si hubiera explotado». El camión cisterna iba lleno de combustible. El que nadie perdiera la vida o resultara gravemente herido fue mucho más que suerte, «un auténtico milagro», dijo.
La policía llegó a toda velocidad, escoltada por tanquetas del Ejército, y detuvo con gentileza al conductor que los manifestantes habían sacado a empujones del camión. Ni siquiera le pusieron las esposas. El comisionado Schnell se quejó de que le hubieran golpeado y apuntó a la fotografía policial en la que Bogdan Vechirko muestra un golpe en la nariz. «No parece haber sido intencionado», disculpó el atropello masivo.
En contraste, los mismos agentes en ese momento disparaban sádicamente pelotas de goma y botes de gases lacrimógenos contra los manifestantes pacíficos a los que había arrollado el camionero. A Jone Weiss se le revolvían las tripas al acordarse de que la policía también detuvo amablemente al joven supremacista Dylan Roof en Carolina del Norte, después de que tiroteara sin compasión a los feligreses de la Iglesia Emmanuel de Charleston donde mató a nueve personas. Incluso llegaron a comprarle una hamburguesa. «Tenía hambre, llevaba dos días sin comer», justificó el jefe de policía de Shelby, donde fue aprehendido.
A George Floyd, sin embargo, le mataron presuntamente por comprar un paquete de cigarrillos con un billete falso de 20 dólares. Tres policías observaron en silencio como perdía la vida bajo el peso del cuerpo del agente Derek Chauvin, que no levantó la rodilla de su cuello hasta cinco minutos después de que hubiera muerto asfixiado, según estima el forense de la familia Tony Zaccardi. «Si no ves colores es porque estás ciego», dicen algunos de los carteles que acompañan las protestas. Los supremacistas, al parecer, sí ven colores y hasta oportunidades en estas revueltas.