Ecuador emerge como la zona cero de la crisis que azota a America Latina

JULIO Á. FARIÑAS REDACCIÓN

INTERNACIONAL

Policías ecuatorianos recogen un cadaver de una casa en Guayaquil, el llamado Wuhan sudamericano
Policías ecuatorianos recogen un cadaver de una casa en Guayaquil, el llamado Wuhan sudamericano Mauricio Torres | Efe

A la presión del FMI y el revanchismo de Rafael Correa se suma ahora la crisis sanitaria

20 abr 2020 . Actualizado a las 13:34 h.

El pasado otoño, cuando las aguas volvieron a su cauce después de dos semanas de contundentes movilizaciones populares en Ecuador contra el decreto presidencial que pretendía poner fin al subsidio de los combustibles, surgía la pregunta  del millón: ¿tregua o armisticio? Con un saldo de 8 muertos, 1.340 heridos y 1.192 detenidos en apenas 12 días de protestas, el presidente Lenin Moreno, haciendo gala, una vez más, de su sensatez, había optado por recoger velas. Lo que fue un intento desesperado para recuperar la calma algunos lo interpretaron como una derrota del neoliberalismo criollo y otros como la inminente llegada del huracán populista que también se había empezado a dejar sentir en las calles de Chile y con la recuperación del poder por el kirchnerismo en Argentina.

Lenín Moreno
Lenín Moreno José Jácome | EFE

Era evidente que el paso atrás dado por Lenin Moreno en octubre no resolvía el problema, sino que lo aplazaba, en el mejor de los casos. El paquetazo que pretendía imponer era solo una parte de los ajustes exigidos por el Fondo Monetario Internacional  para desembolsar los 4.200 millones de dólares. Era el crédito solicitado meses antes que, sumados a otros 6.200 millones demandados a otros organismos internacionales, iba a servir al Gobierno para sanar sus cuentas fiscales y evitar la bancarrota en las que las había dejado Rafael Correa en sus diez años de mandato.

En estos mese,s Lenin Moreno no perdió el tiempo. Consiguió  que el FMI suavizase un poco sus exigencias y desembolsase parte del dinero, pero su estrategia se ha visto alterada sorpresivamente por la crisis sanitaria provocada por el coronavirus que convirtió Guayaquil, la segunda ciudad del país, en el Wuhan de Iberoamérica con más de 1.400 muertos hasta la fecha. Tres de cada cuatro contagiados, que dispararon las cifras de victimas mortales que se acumularon en las calles y que en muchos casos, han sido enterradas en cajas de cartón en las que se exportan los bananos.

Plan de emergencia

A comienzos de esta semana Moreno dio a conocer un plan de emergencia económica cuyo punto estrella es la creación de la Cuenta Nacional de Emergencia Humanitaria que tiene como objetivo «garantizar alimentos, salud y evitar la ola de quiebras de los negocios locales».

Este fondo se pretende nutrir de  aportaciones de las empresas con  ingresos superiores a un millón de dólares, que deberán entregar el 5 % de sus utilidades en tres pagos mensuales. La cuenta también pretende recibir recursos de los asalariados con ingresos superiores a los 500 dólares mensuales, que deberán hacer aportaciones de acuerdo a sus ingresos durante los siguientes nueve meses.

Con la Cuenta Nacional de Emergencia Humanitaria, Moreno pretende ayudar a alrededor de dos millones de familias en serias dificultades. Pero la iniciativa gubernamental ya se encontró con el rechazo tanto de la industria como del sector sindical del país. Mesías Tatamuez, presidente del Frente Unitario de Trabajadores, el sindicato mayoritario, la calificó de inconstitucional. Propone que los fondos de ayuda no salgan de los asalariados, sino de otras fuentes. Pide que  que se suspendan los pagos de la deuda externa y que de allí salgan los fondos para la recuperación económica del país.

La Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador, un colectivo que agrupa al 50 % de la población del país y que fue clave en las protestas de octubre  también rechaza la propuesta. Acusa al Gobierno de afectar directamente al bolsillo del trabajador. «Hemos puesto el contingente humano, los muertos y la plata, y ahora el gobierno saquea más nuestros bolsillos», indicó la organización en un comunicado publicado este lunes.

Herencia envenenada

Pero los problemas de Ecuador no empezaron ni acabarán con el coronavirus. En buena medida forman parte de la herencia envenenada recibida  de un polémico personaje, economista de profesión, que gobernó Ecuador durante una década. Había empezado bien, porque apostó por la modernización de un país que hasta entonces había sido el paradigma de las repúblicas bananeras del subcontinente americano, pero que acabó contagiado por la fiebre de ese exabrupto chavista bautizado como  socialismo del siglo XXI. El poder se le subió a la cabeza y lleva años vendiendo su alma al diablo para recuperarlo. Eso sí, antes tendrá que saldar sus cuentas con la Justicia que le acaba de imponer una condena de ocho años de prisión y 25 de inhabilitación  por corrupción y aú tiene más de una veintena de procesos abiertos. De sus Gobiernos proviene una buena parte de los 67.000 millones de dólares de deuda externa que lastran la economía de este país andino.

Pero los efectos devastadores de la pandemia sobre las economías latinoamericanas, según Daniel Titelman, director de la División de Desarrollo Económico de la Cepal, «pueden ser peores que los de un huracán de categoría cinco» por el desplome económico de sus principales socios comerciales, China y EE.UU., la caída de precios de las materia primas exportables, que ya se está dejando sentir e irá a más. A todo ello se sumarán la caida de las remesas de los emigrantes, otro de los pilares de la economia ecuatoriana en las ultimas décadas y la salidas de capitales, que ha crecido espectularmente en los ultimos años con el consiguiente empuje en la devaluación de la moneda.