Uruguay acelera el giro político tras la llegada del conservador Lacalle

Héctor ESTEPA BOGOTÁ / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

El día de su jura, Lacalle recorrió las calles de Montevideo subido en un Ford V8 de 1937, heredado de su bisabuelo, y con el que su padre, expresidente, ya había desfilado en 1990.
El día de su jura, Lacalle recorrió las calles de Montevideo subido en un Ford V8 de 1937, heredado de su bisabuelo, y con el que su padre, expresidente, ya había desfilado en 1990. ANDRES CUENCA OLAONDO | Reuters

Se distancia de la órbita de Venezuela y una futura ley que restringe el derecho de huelga se topa con la contestación popular

22 mar 2020 . Actualizado a las 09:18 h.

Sonrisa de oreja a oreja, melena al viento, y brazo alzado saludando, mientras decenas de caballos llegados de las zonas ganaderas seguían su comitiva. El centroderechista Luis Lacalle Pou, nuevo presidente de Uruguay, tomó posesión el 1 de marzo y acto seguido recorrió las calles de Montevideo subido en un Ford V8 de 1937, heredado de su bisabuelo, y con el que su padre, expresidente, ya había desfilado en 1990.

Es la imagen del cambio de signo de Uruguay, después de tres lustros de Gobiernos del izquierdista Frente Amplio, con Tabaré Vázquez, de orígenes gallegos, y José Mujica a la cabeza.

Lacalle Pou, que gobierna apoyado por una coalición de cinco partidos de centro y centroderecha, además del ultraderechista Cabildo Abierto, prometió en campaña electoral grandes cambios para el país, y parece haberse puesto manos a la obra, apresuradamente, en sus primeros días de Gobierno.

Las novedades surgieron en la misma ceremonia de investidura. No fueron invitados representantes del oficialismo de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Lacalle y sus socios consideran que esos países no disfrutan de «democracias plenas».

El nuevo presidente sí invitó a la toma de posesión a Juan Guaidó -asistió uno de los parlamentarios de la Asamblea Nacional del país caribeño- aunque mantiene una posición ambigua con respecto a su papel en Venezuela y no ha reconocido al diputado como líder interino de su país. «Reconocerlo como presidente cuando está ejerciendo de facto Nicolás Maduro es un paso que no podemos dar», repitió el presidente uruguayo en varias entrevistas publicadas en febrero. 

Salida de Unasur

Lo que sí hizo Lacalle es retirar a su país de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) apenas unos días después de tomar posesión de su cargo, dejando al organismo, creado en el 2008, con Venezuela, Surinam y Guyana como únicos miembros, tras la retirada progresiva del resto de países de Sudamérica que un día formaron parte de esa foro. «Se trata de un organismo regional, basado en alineamientos político-ideológicos y que, en los hechos, ha dejado de funcionar. Ya no cuenta con sede, y carece de secretaría general operativa», apuntó hace una semana el liberal Ernesto Talvi, ministro de Exteriores.

Al mismo tiempo, Uruguay se reincorporó al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (Tiar), un mecanismo regional que plantea que «cualquier agresión a un país miembro es una agresión a todos ellos» y que fue activado en septiembre del 2019.

El Frente Amplio retiró a Uruguay del organismo por cautela, pensando que podría servir como excusa para abrir paso a una intervención armada contra Venezuela, que no reconoce al Tiar desde el 2013, pero Lacalle ha revertido ahora esa decisión.

El nuevo líder uruguayo también se encuentra debatiendo con los partidos que forman su alianza una ley de urgente consideración, que ha sido muy criticada por parte importante de la opinión pública antes de haber salido a la luz. El texto legislativo, todavía no definitivo, y compuesto por 457 artículos, plantea, entre otras medidas, la derogación del monopolio estatal en la importación de petróleo o la restricción del derecho de huelga. El país ya vivió un primer paro de profesores de secundaria la semana pasada. Los docentes creen que la ley «violenta la educación, la centraliza, y la privatiza».

Lacalle también subirá, a corto plazo, las tarifas e impuestos de servicios como los combustibles, la electricidad, y las telecomunicaciones. Eso, si la crisis del coronavirus, que ya azota al país, no le hace cambiar de planes.