El nuevo primer ministro libanés apoyado por Hezbolá acentúa la tensión sectaria

Kathy Seleme BEIRUT / EFE

INTERNACIONAL

Soldados libaneses se enfrentaron a seguidores del exprimer ministro Saad Hariri este viernes en Beirut
Soldados libaneses se enfrentaron a seguidores del exprimer ministro Saad Hariri este viernes en Beirut Marwan Naamani | EP

La comunida suní sale a la calle para mostrar su descontento en las calles y apoyar al dimisionario Saad Hariri

20 dic 2019 . Actualizado a las 18:26 h.

La designación de Hasán Diab como nuevo primer ministro en el Líbano y apoyado únicamente por el bloque prosirio abanderado por el poderoso grupo chií Hezbolá acentúa la tensión sectaria en un país ya dividido y en una profunda crisis agravada por una ola de protestas. «La división suní-chií puede acentuarse, sobre todo, por no contar con el apoyo político» de la comunidad suní, afirma el analista y exministro de Economía Georges Corm.

El descontento entre los suníes saltó este viernes a las calles con marchas de apoyo al dimisionario Saad Hariri, considerado el más representativo de su comunidad. Los manifestantes cortaron varias carreteras y rutas en el norte, en especial en la región de Akkar, así como en el valle oriental de la Bekaa, mientras que en Beirut tuvieron lugar enfrentamientos con la policía en el barrio Corniche el Masraa.

Diab consiguió el jueves el apoyo de 69 legisladores de 128 en el Parlamento, los suficientes para ser designado con la tarea de formar Gobierno, ya que solo se necesitan la mitad de los escaños. Fue apoyado por la Alianza 8 de Marzo, abanderada por Hezbolá, su aliado chií Amal y el cristiano Corriente Patriótica Libre, pero sin ningún respaldo del bloque del 14 de Marzo, prosaudí y amparado por Estados Unidos.

Diab ocupa desde el jueves ese cargo, reservado para los musulmanes suníes, sucediendo a Saad Hariri, que dimitió el pasado 29 de octubre, tan solo 12 días después de que comenzara una ola de protestas antigubernamentales en el país mediterráneo.

Gobierno de un color

«No hay duda que esta designación era un acuerdo entre algunos componentes del poder, lo más probable es que llegue a un Gobierno de un solo color y todos entienden que un Gobierno de un solo color en esta situación en la que estamos es empeorar la crisis política y la situación interna», indica Naji Bou Khalil.

Para este miembro del comité ejecutivo del partido independiente Bloque Nacional Libanés, un ejecutivo de «un solo color» no logrará, en el actual contexto, el apoyo internacional tan «esencial» para superar la crisis económica que atraviesa el país.

Diab, que no está afiliado a ningún partido político y fue ministro de Educación (2011-2014), tiene la compleja tarea de formar un Gobierno en el que incluya a todos los partidos políticos en un Parlamento dividido por las cuotas sectarias acordadas en el reparto de poder establecido cuando finalizó la guerra civil (1975-1990). Este viernes Diab anunció que buscará formar un Ejecutivo de especialistas independientes para resolver los problemas del Líbano.

El líder del partido-milicia Hezbolá, Hasán Nasralá, afirmó en su último discurso televisado el pasado viernes que, pese a la designación de un primer ministro, la formación de un Gobierno «no sería fácil».

Además, rechazó por completo que el próximo gobierno en el Líbano sea de «un color», en referencia a que solo sea apoyado por la Alianza 8 de Marzo.

Profunda crisis

La comunidad internacional insiste en que para ayudar económicamente al Líbano necesita la formación «lo antes posible» de un gabinete, en un momento en el que el país vive su peor crisis económica desde que acabó la guerra civil.

El Líbano es un país incapaz de garantizar el suministro de electricidad y agua las 24 horas del día y arrastra un endeudamiento del 148 % del PIB, lo que hace que su deuda soberana no llegue ni a la categoría de «bono basura» y sea actualmente uno de los más endeudados del mundo.

Diab «tendrá que explicar el plan que tiene para sacar al país de la situación catastrófica en la que se encuentra (...) y encontrar un medio para conciliar las tensiones políticas y las reivindicaciones de la población», asegura Hyam Mallat, abogado y profesor de la Universidad Saint Joseph (USJ).

«La presión de la calle es inmensa, la situación financiera es peligrosa, los bancos tienen menos reservas y, sin una intervención extranjera, no hay que hacerse ilusiones», comenta aludiendo en especial al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional.

De hecho, la ONU ha mantenido reuniones en Washington con estas últimas dos entidades, que también han participado en una reunión de trabajo de un grupo de apoyo para el Líbano en París, que se celebró la semana pasada.

Sin apoyo del pueblo

«La juventud pide cambios pero la clase política es autista, olvida que hay un pueblo», explica Corm, y añade que no cree que haya un cambio porque «es necesaria una renovación« de la clase política.

Una vez que se designó a Diab, profesor universitario en la Universidad Americana de Beirut, un centenar de personas salieron a las calles en todo el país para rechazar su nombramiento, aunque las protestas no fueron masivas como en los últimos días.

Además, el hecho de que Diab hubiera formado parte de un gabinete ha despertado el recelo de los manifestantes, que buscan que únicamente haya caras nuevas en el próximo gobierno.

«Está claro que la calle rechaza esta designación y cree que se trata de una burla y desprecio a las personas cuyas demandas fueron y siguen siendo claras desde el primer día», indica Bou Khalil.