Pasto de las llamas fueron motocicletas, patinetes eléctricos de alquiler y coches. El humo se mezclaba con los gases lacrimógenos con los que la policía intentó dispersar a los violentos para que los bomberos pudieran trabajar. También tuvieron que hacer uso de un cañón de agua. En otras zonas del país, los chalecos amarillos pudieron volver al lugar en el que se originó todo hace un año: las rotondas.
A los eslóganes que piden «justicia social y justicia fiscal», se sumaron carteles denunciando la reforma del sistema de pensiones que quiere acometer Macron y todo apunta a que se convertirá en la próxima batalla social.