El bastión de Morales, en pie de guerra

Héctor Estepa EL ALTO / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

La bandera wiphala, símbolo de las comunidades andinas, ondea en la protestas en El Alto
La bandera wiphala, símbolo de las comunidades andinas, ondea en la protestas en El Alto Héctor Estepa

El Alto amenaza con declararse en rebeldía ante la toma del Gobierno por los opositores conservadores

15 nov 2019 . Actualizado a las 09:08 h.

El Alto vuelve a estar en pie de guerra. La frenética ciudad, centro comercial del Altiplano y las comunidades indígenas, situada a más de 4.000 metros de altura, es, desde el pasado domingo, un lugar distinto. El griterío y la música de los comercios, el ruido de los cláxones de los minibuses, y las calles llenas de gente, han mutado a avenidas semivacías y calles anexas llenas de barricadas donde se concentran los seguidores del líder indígena, Evo Morales, llegados de las comunidades rurales del país.

«El Alto de nuevo se está levantando. Y esto recién empieza. Al único presidente que reconocemos constitucionalmente es a Evo», dice Judith Wanka, una estudiante presente en las manifestaciones de estos días.

La localidad, anexa a la capital, La Paz, amenaza con declararse en rebeldía, como ya sucedió en la guerra del gas, en el 2003, cuando las protestas contra el entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, aquel mandatario a quien le costaba hablar castellano por haber vivido en Estados Unidos. El balance de aquella sublevación dejó al menos 60 muertos en el lugar. 

«No tenemos miedo»

Cada día, desde el pasado martes, los alteños afines a Morales -es su bastión electoral, a pesar de que perdió la alcaldía en el 2015- recorren los alrededor de 14 kilómetros cuesta abajo que separan su localidad de la capital, para protestar contra la salida del poder de Evo Morales, que consideran un golpe de Estado.

«Este es el verdadero pueblo boliviano. Humilde, sufrido, traicionado. No tenemos miedo. La mayoría de los policías son nuestros hijos y hermanos, al menos los de menor rango. Los militares, igual», apunta el artesano Hilarión Churachoque, mientras decenas de personas gritan, a su espalda, «ahora sí, guerra civil».

Los alteños han intentado, en los tres últimos días, llegar a la plaza Murillo, donde se encuentra el palacio de Gobierno en La Paz. Una sede que ocupa ahora Jeannine Añez, la política conservadora declarada presidenta interina, el pasado martes, en una sesión del Legislativo sin cuórum, pero cuyo nombramiento fue validado por el Tribunal Constitucional.

«Vienen a por el litio. Quieren venderlo pero vamos a luchar», afirma una campesina «Se ha autonombrado. A ella nadie la ha elegido. Son sicarios, rateros, maleantes. Vienen a por el litio, que nos pertenece a toda Bolivia. Quieren venderlo, pero vamos a luchar por él, y por nuestro presidente, Evo Morales, que es más que un padre. Nos lo ha dado todo. Se quitaba la comida de la boca y nos la daba a los pobres», apunta Virginia Mamani, una campesina de etnia aimara, presente en la marcha en favor de Morales.

La policía no ha permitido a los alteños acceder a la plaza Murillo. Se han producido graves enfrentamientos con material antidisturbios, por un lado, y piedras y hondas, por el otro. «Que calmen, por favor. Que se arregle todo de buena forma. No podemos entre hermanos pelear. Esto está horrible», lamentaba Juanita Mamani, una vendedora ambulante, de etnia aimara, mientras observaba los disturbios en el centro de La Paz.

«Morales va a volver. Ya van a ver estos. No somos poca gente, somos multitud. El Alto cuando se enoja, se enoja, y ya se enojó», dice, por su parte, el campesino Rolando Carapi. Los sectores indígenas han amenazado incluso con un cerco a la ciudad de la Paz, evitando su abastecimiento.

Mientras, en el palacio Quemado la oposición conservadora comienza a consolidar su poder. Áñez optó por nombrar a un Gabinete considerado de línea dura por los analistas. El nuevo ministro de Gobierno, Arturo Murillo, prometió ir «a la cacería de Juan Ramón Quintana y Raúl García Linera», dos hombres cercanos al expresidente Morales a quienes acusa de estar azuzando a la violencia. Diputados del nuevo oficialismo han criticado duramente a Quintana, ministro de Presidencia de Morales, que aún no renunció. «Es un carnicero», le dijo a la agencia Efe el diputado Arturo Murilol. Áñez también renovó a la cúpula militar, nombrando al general del Ejército Carlos Orellana como nuevo comandante de las fuerzas armadas, en un país que se encuentra sumido en el caos.