«Los hijos en Chile deben ayudar a los jubilados a sobrevivir»

héctor estepa SANTIAGO DE CHILE / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Las medidas anunciadas por Piñera no han conseguido desactivar las movilizaciones
Las medidas anunciadas por Piñera no han conseguido desactivar las movilizaciones HECTOR ESTEPA

La plaza Italia de Santiago es desde hace dos semanas en el epicentro de las protestas contra Piñera

01 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La plaza Italia de Santiago de Chile es, desde hace dos semanas, el epicentro de las manifestaciones contra el Gobierno de Sebastián Piñera. El lugar se convierte en un hervidero los días de protesta. Banderas nacionales se mezclan con grandes pancartas, entre el ruido de los silbatos y de los cláxones de los vehículos que transitan por las calles aledañas.

«Piñera, escucha, donde está la lucha», gritan los allí presentes, en reclamo de la renuncia del mandatario, y de un cambio profundo en el modelo económico del país para acabar con la desigualdad, en uno de los países del globo que más la padecen.

«La dictadura de los 70 y de los 80 acabó con todo lo público que teníamos. La educación antes era gratis, y la salud, mejor. Uno antes podía desarrollarse. Pero tras el golpe de 1973 todo se privatizó. Salud, pensiones, luz, y hasta el agua, algo inédito en el mundo. Hay que salir a la calle porque este sistema ya se agotó», lanza Osvaldo Cifuentes, un profesor universitario jubilado que sufre para llegar a fin de mes.

«Tengo una pensión de 120.000 pesos [145 euros, al cambio]. No puedes ni comer. ¿Cómo vas a vivir con esa plata? Los hijos se ven obligados a ayudarnos para que podamos vivir», añade, mientras pasa una señora vendiendo silbatos «para meter bulla».

Entre los presentes en plaza Italia está también Guillermo Naranjo, empleado de mantenimiento en una escuela, y que se jubilará en breve. «Fui al seguro privado, el único al que podemos optar aquí, si no eres militar o carabinero, para ver cómo me iba. Me dijeron que me iba a jubilar con 150.000 pesos [181 euros] ¿Qué hago yo con ese dinero? No voy a poder hacer nada», dice, de camino hacia al Palacio de la Moneda, sede presidencial.

En el lugar se han concentrado parte de los manifestantes. Algunos gritan «asesinos» a las fuerzas del orden que custodian el lugar. «El maltrato de la policía es tremendo. Son unos abusadores totales. Nunca más se les va a ver igual. Se perdió la confianza en ellos. Yo era joven cuando pasó el golpe de Pinochet en el 73, lo viví, sé cómo era antes, y ahora es como si estuviésemos volviendo al pasado», añade Naranjo.

Las protestas han dejado al menos 20 muertos y más de 1.200 heridos, según los observadores de derechos humanos. Entre los más graves hay al menos 34 heridos de bala. Se registran también 18 casos de violencia sexual.

«Están tirando a dar. La represión es tremenda. Tengo amigos que se han salvado por poco de perder un ojo, por los proyectiles de los carabineros y militares», lamenta el estudiante Nelson Acevedo, mientras en el lugar comienza a llegar un olor a gas lacrimógeno desde calles aledañas. Los carabineros, por su parte, informaron de que hay al menos 870 agentes heridos.

Acevedo, como la mayoría de quienes se manifiestan en las calles, demanda un proceso constituyente, para la redacción de una nueva Carta Magna, que garantice mayores derechos sociales. «En la nueva Constitución, tiene que salir un Chile más parejo. Que no tengamos que trabajar toda la vida para recibir una pensión miserable», reclama.

«Estudiar aquí es costosísimo. Por ser de clase media no me dan los beneficios para poder estudiar gratis. Tengo que pagar 220.000 pesos [267 euros] cada mes por la matrícula. Me ayudan mis padres, y trabajo, pero aun así cuesta llegar a la cifra», dice el universitario Luis Millaguir. Él decidió no pedir un crédito para estudiar, como hacen miles de universitarios chilenos. «No quiero estar pagando un préstamo de por vida», agrega.

Piñera presentó la semana pasada un paquete de medidas que incluye la estipulación de un ingreso mínimo garantizado de 350.000 pesos (424 euros) para quienes trabajen a jornada completa, anular alzas en la electricidad, subir los impuestos un 40 % a los más ricos o aumentar la pensión básica solidaria.

Pero las protestas siguen. «Las propuestas no valen nada. No son la solución», dice Millaguir, que porta, como muchos otros, la bandera mapuche, un pueblo indígena, habitante en el centro y sur del país. «Soy mitad mapuche. Es el pueblo que siempre ha sido reprimido por Chile. Pedimos que les devuelvan sus tierras y que les den la importancia que deben tener», añade.

«Esto es un estallido social que lleva arrastrándose desde hace 30 años, desde la vuelta a la democracia. Yo soy doctora y tenemos muchos problemas. El que tiene menos recursos, y se enferma de cáncer, se muere directamente», dice, por su parte, Rita Carcamubello, frente a La Moneda.

Allí se reunió ayer Piñera con los líderes de los principales partidos chilenos, para sopesar distintas salidas a la crisis.

El presidente se vio obligado, este miércoles, a cancelar el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico, previsto para dentro de dos semanas, y que iba a congregar en Chile a líderes mundiales.