Isabel II y los deslices «royal» de los primeros ministros

Iñigo Gurruchaga LONDRES / COLPISA

INTERNACIONAL

Theresa May y David Cameron junto a la reina Isabel en marzo del 2015
Theresa May y David Cameron junto a la reina Isabel en marzo del 2015 Reuters

La confesión de Cameron sobre un comentario de la reina relacionado con el referéndum escocés se suma a la lista de indiscreciones de los primeros ministros británicos

22 sep 2019 . Actualizado a las 17:09 h.

David Cameron pidió a la reina Isabel que «levantase una ceja» durante la campaña del referéndum por la independencia, en el 2014, para favorecer la causa del no. «Es asombroso que se lo pidiera, pero aún más que lo cuente; el hombre parece no tener sentido de la vergüenza», ha dicho a la BBC el ex ministro principal de Escocia, Alex Salmond.

Cameron y su mujer, Samantha, desayunaron el 7 de septiembre con Isabell II y el duque de Edimburgo en su residencia escocesa, en Balmoral. Un sondeo dio esa mañana por primera vez la victoria a la independencia. El siguiente domingo, a cuatro días de la consulta, la reina dijo a una mujer que le preguntó por el referéndum en el exterior de la iglesia a la que acude que esperaba que «la gente piense cuidadosamente sobre el futuro».

Para Matthew Parris, en The Times, no es descabellado «argumentar que una reina de Reino Unido puede insinuar públicamente que quiere seguir siendo reina de un reino unido». Pero, para el columnista y exdiputado conservador, aquella palabras, «en el exterior de la iglesia, para que lo oyesen los periodistas, parecían una puesta en escena y, ahora que sabemos que llegó tras una petición del primer ministro, vemos la imprudencia». Los portavoces de la reina han expresado su disgusto. Nadie entiende qué ha llevado a Cameron a quebrar el criterio de confidencialidad de las conversaciones entre primer ministro y jefa de Estado en su libro de memorias «For The Record» ('Para que quede constancia'), donde llegó a manifestar que, a sus 93 años, la reina conduce «a toda pastilla», y en entrevistas de promoción, y sobre un asunto que la compromete cuando el prestigio de otras instituciones del país ya es sacudido por las secuelas del otro referéndum convocado por Cameron. 

El decimocuarto primer ministro de su largo reinado, Boris Johnson, y sus seguidores apartan con empujones al Parlamento o a los tribunales en su decidido paso hacia el brexit. Tras su primer encuentro con la reina, Johnson reveló también un pasaje de su conversación; Isabel II le habría dicho que no entiende cómo alguien quiere ser primer ministro en estas circunstancias.

Parris achaca el desparpajo de Johnson y Cameron rompiendo la convención del silencio a su pertenencia a una élite que vive «con reglas especiales». Winston Churchill, Anthony Eden, Harold Macmillan y Alec Douglas-Home fueron los cuatro primeros jefes de Gobierno de Isabel II, todos ellos alumnos de Eton como Cameron y Johnson, y no fueron tan indiscretos.

Churchill guio a la joven soberana en la gestión de problemas familiares -cómo tratar a su tío, el abdicado Eduardo III; las ambiciones y frustraciones de su marido tras la coronación; o la aspiración de su hermana, Margarita, de casarse con un divorciado-, le instruyó sobre los asuntos de Estado y remataron una relación afectuosa con largas conversaciones sobre las carreras de caballos.

A Macmillan le tocó proteger discretamente a la reina de la inquietud en otras esferas del Estado por mantener a Anthony Blunt, exespía de la Unión Soviética, como responsable de la colección de arte de la corona. Pero, como otro primer ministro conservador, Edward Heath, Macmillan tenía la reputación de ser un hombre aburrido. Además de Churchill, sus favoritos habrían sido primeros ministros de origen ordinario.

Con el laborista Harold Wilson mantuvo una relación muy cordial y el conservador John Major habría sido el preferido en tiempos recientes, por su delicada mediación en el crítico momento del divorcio de Carlos y Diana. Tony Blair irritó a la reina con su afán de protagonismo tras la muerte de la princesa de Gales, que a juicio de palacio creó más problemas que los que resolvió.

En julio de 1986, portavoces de la Casa Real eran citados en una portada de The Sunday Times expresando la supuesta opinión de Isabel II sobre una primera ministra de su mismo sexo y edad, Margaret Thatcher: «insensible, beligerante y divisoria». Su opinión de Gordon Brown también es supuesta: decidió ahorrar el gasto de su querido Yate Real y convertirlo en museo. En la campaña del brexit. The Sun publicó que la reina era euroescéptica en conversaciones privadas. Se achacó la portada al ministro Michael Gove. Las audiencias privadas de la reina con sus primeros ministros, los martes a las 18:30, inspiraron la obra teatral The Audience, de Peter Morgan, guionista de la serie The Crown. Sucesivos jefes de Gobierno desfilan ante la monarca. Casos de ficción que vienen a encajar finalmente con la realidad.